El ángel de la patria, de Jorge Marchant Lazcano.
Grijalbo, 2010
El guacho y la dama
Por Camilo Marks
Revista de Libros de El Mercurio, domingo 20 de junio de 2010
Si en sus últimos libros - Sangre como la mía, El amante sin rostro- Jorge Marchant Lazcano usaba como leitmotiv el cine o ciertas novelas, en "El ángel de la patria" (Grijalbo, $11.000), recién publicado, la fuente de inspiración es la trilogía del dramaturgo norteamericano Eugene O'Neill El luto le sienta a Electra, basada, a su vez, en la Orestíada, de Esquilo. Tenemos, de nuevo, un artificio de alta cultura, con guiños al lector enterado y una historia autónoma, centrada en la realidad chilena, con hechos y personas reconocibles, que puede ser leída por cualquiera que no conozca esos textos. Y si en O'Neill el escenario es la Guerra de Secesión, Marchant escoge el conflicto bélico de consecuencias más duraderas para el país, esto es, la Guerra del Pacífico, cuyas secuelas son todavía visibles. No es un logro menor en un tomo de extensión breve -157 páginas-, que abarca un largo período, y concentra las vidas de media docena de personajes principales, junto a numerosas figuras secundarias, entregándonos un panorama convincente de una época que parece lejana, aun cuando sus características se mantienen en la actualidad.
El narrador es Ángel Ruiz, hijo natural -guacho-, quien vive con su madre Adelina en una humilde casucha del barrio La Chimba. Un día acude al hogar Emilia Orbegoso, hermosa y riquísima dama casada con Ventura Bascuñán, general de la República que dirige a las tropas estacionadas en Lima; su propósito es recluir al chico en el Asilo de la Patria, internado de curas que educan a los huérfanos de las hostilidades. Ángel habría perdido a su padre en una batalla, pero más adelante surge la ominosa hipótesis de que su progenitor podría ser alguien más distinguido, lo que explicaría el interés de Emilia.
El ángel... se construye en capítulos alternados, que nos sitúan en la fase final de la campaña militar o en 1910, durante las celebraciones del Centenario de nuestra Independencia. La mirada cínica e impúdica de Ángel permea todo el relato, le otorga una poderosa unidad y hace posible, en una misma página, a veces en un párrafo, saltos cronológicos, súbitas apariciones de actores olvidados, intempestivos encuentros de individuos sepultados en el pasado. La reconstrucción histórica es, por cierto, muy apta, aunque tal como sucede en sus novelas anteriores, las preocupaciones de Marchant van por otro lado: la intimidad de seres patológicos, aislados en el prejuicio, la mentira, la locura o el melodrama familiar donde campean las pasiones inconfesadas, los miedos ancestrales, el incesto y, sobre todo, las barreras de la clase social, a primera vista inquebrantables, mas tan frágiles que basta el puro instinto erótico para derribarlas.
El protagonista no es el niño desheredado que deviene en caballero, sino Nina, hija de Ventura y Emilia (¿otra alusión a O'Neill y la heroína de Extraño Interludio?). La Electra criolla está tan poseída por el deseo de venganza contra Emilia y su anodino amante, el periodista Ricardo Bañados, que no trepida en ofrecerse al pobre Ángel con tal de cumplir sus nefastos objetivos. No siente ningún atractivo hacia él y ni siquiera tiene conciencia de sus rasgos físicos: sólo le importa en cuanto herramienta de sus designios. Tampoco presta oídos a los motivos de Emilia, reiteradamente engañada por Ventura, hasta el punto de regresar desde Lima con una querida peruana. El amor de Nina por el victorioso y fatuo patriarca va evolucionando en desvelo, perturbación, monomanía y termina por transformarse en una demencia frenética que causará su ruina y la de todos los que la rodean. Ángel, criado en la privación, el rigor disciplinario y la insatisfacción sexual, está tan enamorado de Nina que se prestará para sus maquinaciones y se dará cuenta, demasiado tarde, del patético rol que ha desempeñado en el macabro juego.
El ángel... podría haber sido un folletín cargado de tintas negras en torno a un grupo de seres acosados por las circunstancias que les tocaron en suerte. Sin embargo, el juicio de Ángel, un carácter complejo, es también un caleidoscopio de distintos colores y matices, que ilumina con luz potente las barriadas donde imperan la desgracia y la indigencia o las mansiones de lujo vacío, en cuyo seno se deciden los destinos de la nación.
El ángel... resulta un texto tan tortuoso y desconcertante como los títulos previos de Marchant. Aun así, su mayor virtud reside en que todas las interpretaciones se dejan de lado mientras nos sumergimos en la absorbente intriga.