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LOS GRITOS EN LAS SOMBRAS
Autora: Susana Burotto. Novela. 219 págs.
Mosquito Comunicaciones. 2009
Por Juan Mihovilovich
Escritor
Santiago Aracet es el autor de una obra inconclusa que Francisco Ojeda, alumno tardío, alcohólico intermitente y de congénita pobreza, toma como pre-texto de su tesis de licenciatura. Y es un pre-texto, porque en el fondo y en la forma, el tesista se adentra en un mundo aciago intuyendo que ello dará sentido a su precariedad, a su existencia miserable, agobiada por el peso de una vida ajada que vislumbra en ese trabajo una suerte de -también precaria- salvación. Luego se incorpora a una travesía investigadora que lo llevará hacia el sur, a la ciudad de Los Ángeles donde el escritor Aracet vivió una especie de destino preanunciado y que el personaje central se encargará de dilucidar, prefijando sus propias dudas existenciales y trasladando en ese transito sus dilemas sobre la soledad, el amor tardío vinculado a la guía de tesis –Graciela Isla – y a una serie de personajes entrecruzados que deambulan entre la obra de Aracet y el mundo errático del tesista Ojeda transformado en detective privado circunstancial.
Con esos elementos reseñados someramente la novela de Susana Burotto incursiona por un entretejido argumental que, más allá de una trama central innegable, descontextualiza el mundo del tesista y lo retrotrae a un pasado de liceo de pueblo, de personajes oscuros y leves en su devenir, anclados a presiones ambientales conservadoras y tradicionales, irrumpiendo en un mundo de jóvenes ambiguos mediatizado por un laberinto de vivencias ocultas, de sospechas a medias, de insinuaciones siempre sutiles y, sobre todo, de una tragedia provinciana subsumida en el discreto velo de la vergüenza hipócrita y a ratos, temerosa.
Susana Burotto trenza la desolación de una historia homosexual juvenil que otorga el marco genérico sufrido y doliente: allí el personaje principal –Francisco Ojeda- incursiona con avidez contenida, con pausas y acertijos que hacen subir a la superficie los estragos de un episodio indeseable, pero que la mayoría recuerda con porfiada obstinación. Luego, la tesis ha de ampararse en ese escudriñamiento tenaz, porque de alguna misteriosa forma, desentrañarlo, implica también dilucidar el universo literario de Aracet, el escritor testeado, y por consiguiente, la de su personalidad angustiosa que apenas sobrellevó el peso de una opción sexual no asumida.
De ahí que el desencadenamiento de una tragedia anunciada y paradójicamente inconclusa en el imaginario del pueblo al que Ojeda accede, convierte el pasado en un elemento perturbador, no sólo para quienes vivieron la desventura entre gallos y medianoche, sino del propio tesista, quien se encarga de remover el pasado porque sencillamente el tiempo transcurrido siempre resulta insuficiente para el olvido culpable.
Ese es uno de los méritos indiscutibles de esta novela: ahondar en los intrincados laberintos humanos, en las pasiones inconclusas y urgentes, en las delaciones a medias y, sobre todo, en los traumas y obsesiones que otorgan verdades incompletas. Ello hace que el lector avance trémulo a veces, apremiado en ocasiones, buceando a la saga de quien narra y otorga pistas no evidentes, que advierten o preanuncian “algo”, como si la historia de fondo fuera apenas el barniz de un entretejido más vasto y cada personaje –real o ficticio- calzara a la perfección tras una lectura que obliga a reflexionar sobre la marcha y a regresar, reiteradamente, hacia trozos de escritura invariablemente sinuosos, profundos y vitales.
La gama aparentemente heterogénea de sus personajes constituirán un universo incomodo para quien busca en la lectura mera entretención. La novela de Susana Burotto navega con destreza en los deslindes de un tiempo todavía próximo, sin alharaca ni discursos panfletarios. Su potencia radica en la precisión del lenguaje y en su habilidad para delinear a cada protagonista con fuerza singular, perfectamente distinguible y orientada a la construcción eficaz de una historia múltiple, insondable y enigmática a veces, ambigua por necesidad, pero escrita siempre con la soltura del oficio bien asumido.
Desde la provincia esta novela surge como un llamado de atención para tanta banalidad literaria.