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            | Susana Burotto   | Juan Mihovilovich  
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        Impresiones sobre Grados de  Referencia
            Novela  de Juan Mihovilovich
            Lom  Ediciones. 2011; 273 Págs.
            
            -Susana Burotto-
            
            
            
         
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        Cuando se  lee un libro como éste, se está leyendo más de un libro. Imposible no tomar,  como lector, una posición frente a la propuesta del autor. Máxime, cuando la  voz narrativa se dirige a un interlocutor invisible, que a poco andar nos damos  cuenta que somos nosotros, los lectores. ¿Pero qué lectores? No cualquiera,  podríamos argüir. La línea narrativa va siguiendo una invisible pero rigurosa  revisión histórica. Podríamos pensar, entonces, que el destinatario ideal es  cierto tipo de persona que haya vivido los mismos entornos históricos y  temporales en los que discurre el libro. ¿Pero es realmente así? Lo que el  autor nos dice es tan vasto, de tanta hondura, que bien pensar que ese  interlocutor posible, ese “tú”, se pueda proyectar a muchos y variados  lectores.
          
          Cabría  preguntarse  a qué destinatarios, además  de los contemporáneos al autor, pueda estar dirigido. Y para visualizar una  respuesta que no extravíe su lucidez- a   veces se nos escapa la necesaria, visto el entusiasmo que provoca una  lectura- tendríamos que reflexionar sobre su naturaleza, para decir esta  palabra, para no acudir a la categoría, no siempre bien entendida, de “género”.  Porque la categoría a la que pertenece este libro se acerca  a la novela, es similar en su formato, en su  propuesta externa. Sin embargo, más allá de eso, tiene una naturaleza que  también la hermana con otras dimensiones de  la narrativa, y que tiene que ver con la reflexión filosófica, moral, social,  política. No es que no tengamos esas manifestaciones; las hay, incluso en  demasía, cubriendo un ámbito que antes estaba dominado por la intelectualidad  dominante y que ahora es expuesto en más de un ámbito. Lo relevante en la  propuesta que hace Mihovilovic, es el hecho que estas memorias están entretejidas con un material novelesco. Por tanto,  se puede leer como una novela, cuyo sustento se hace de una realidad, la del  narrador, que no se oculta, no se disimula, y que por ende, al presentarse de  esa manera tan aparentemente obvia, no centra su interés narrativo en  otorgarnos claves para descubrir un asunto. Es cierto que desfilan personajes  que pueden  ser reveladores en su  descubrimiento para el lector, dependiendo de sus propios conocimientos de la  época y otros factores, pero no es algo que sea relevante para la impresión de  la lectura en general. No siendo esto tan fundamental, sin embargo, es  igualmente un recurso astuto, que posibilita también- por qué no- la  provocación de una curiosidad mínima, que en una obra que está destinada a una  imaginaria y real segunda persona, no deja de tener una función en el resultado  general de su lectura.
          
          Lo  que  me parece fundamental en esta obra  es su voluntad de suma: junto a su raíz propia está envuelta esa otra raíz de  anteriores narraciones, en una suerte de giros narrativos que van armando un  libro nuevo, pero que contiene aspectos   de otras. El significado de esta voluntad no es dable averiguar ni  tampoco debe ser algo que necesariamente nos ocupe. Puede tener que ver con  cierta mirada retrospectiva que todo narrador,   a ciertas alturas del camino,  se  permita hacer, cuestionando, revisando, reflexionando, recordando, volviendo  sobre escenas e imágenes, en una suerte de ejercicio que puede contener el  legítimo deseo de preservar el espíritu, la esencia, la naturaleza de la cual  surgieron las historias anteriores. Puede ser un “recuerda que” que nunca será  igual, errático o equívoco, dependiendo a quién llegue. El colibrí, la prisión,  el amor perdido y recuperado, la culpa, los sueños, el miedo, el sujeto y su  entorno pueden, por tanto, ser materiales nobles rescatados y sacados a la luz  otra vez, para que el lector aprecie el nuevo relieve que tiene una propuesta  literaria. La mayoría de las obras narrativas contienen la semilla anterior y  cada uno de los lectores puede o no percibirla, de acuerdo a circunstancias tan  puntuales y concretas como el haber leído el material anterior, o tener claro  su recuerdo. Naturalmente, es un ejercicio que tampoco atañe exclusivamente a  este tipo de lector y debe ser así. La materia novelesca permite ese libre  albedrío de asuntos, tonos, formas, que sólo atañen al novelista, que tampoco  aquí toma en cuenta- temáticamente hablando- a este interlocutor. No olvidemos  que el “usted” de la novela es una especie de espejo que utiliza para darle  continuidad a este ejercicio recordatorio, de índole histórica y personal.
          
          Lo que me  parece notable en estas memorias fragmentadas es su  no contradictoria linealidad. En este tipo de  propuesta, bien pudo el autor haberse sumergido en el terreno farragoso que  supone el ámbito de los recuerdos, propios y externos. También pudo haber  optado por la extrema sencillez de las fechas, los años, la línea recta de una  vida que está ofreciendo a ese interlocutor, con la comodidad que éste no  devuelve ni las impresiones, ni las preguntas. Pero elige un tercer camino, tal  vez el más complejo, que es el entrelazamiento de orden y desorden, mezclando  su voluntad narrativa (….) con el peso de una realidad ambigua, agobiante, que  no propicia ordenamiento alguno.(….).
          
  ¿Cómo  logra este equilibrio? Compleja tarea es intentar explicar una forma narrativa  que está hecha de variados recursos, muchas de los cuales sólo puede conocer el  autor, en esa profunda relación entre lenguaje, memoria, deseo y creación. Destaco,  por ejemplo, la elección del recorte en capítulos, lo que alivia la carga hacia  el lector, posibilitando una mejor apreciación de la lectura. No se produce ese  efecto acumulativo, que sólo- me imagino- seduce al autor, pero que no tiene  ese resultado en quién está leyendo. A cambio, sólo se obtiene la ventaja pura,  todavía no transable, del gozo de una lectura depurada, reflexiva, que da  tiempo  y libertad al lector.
  
   Se podrá formular la pregunta de para qué  sirve el tiempo y la libertad, tratándose de una propuesta ya hecha, ya  calibrada, ya visualizada por un autor que sabe a dónde va. Y la respuesta  tiene que ver  con esa misma dimensión:  en la medida que va entregando su realidad, también va permitiendo que ese  interlocutor- ya sea espejo, ya sea anónimo, ya sea concreto- por qué no pensar  en algunos y puntuales destinatarios que se podrán reconocer- realice su propia  revisión. Es este un punto que tiene una perspectiva que no todo libro de  ficción puede contener. Y justamente ahí estriba la enorme resonancia que tiene  el tema elegido por el autor: esos grados de referencia, esa relación de  algunos aspectos entre la realidad personal y la externa, también puede ser la referencia  del propio lector. 
  
          El punto  anterior es el sustento, la esencia de esta obra, y no podemos estar ajenos a  la insistencia con que se nos habla de ello. Es el otro libro que el autor está trabajando. Desde ese punto de vista,  el terreno de lo real exige que un  necesario desgaste de la materia  literaria, en aras de abarcar las otras dimensiones que exigen una actitud más  cercana a los planos de la teoría, la discusión, las ideas. Un marco que la  narrativa actual ha ido modificando, desde el poderío decimonónico -que  permitía al material novelesco tener digresiones hacia la realidad, para luego  retomar la ficción- pasando por todos los matices extremos que la teoría, la  crítica y los estudios literarios han consignado a lo largo del pasado siglo y  estas décadas, donde la novela prosigue, incólume, con la naturaleza que  siempre la ha sido propicia: la elaboración de ficciones   con proyecciones a destinos tan variados  como ambiguos, distintos y complejos. En tal sentido, el otro logro de este  libro está en haber trabajado realidad y ficción, dos ámbitos esenciales a la  escritura, potenciando ambos en una sola materialidad. Un aspecto que pocos  autores pueden realizar sin malograr la propuesta literaria. No es el caso de  este notable libro.