Grados de Referencia, novela de búsqueda
Autor: Juan Mihovilovich. LOM Ediciones 2011-273 págs.
Por Francisco Ruiz Burdiles
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GRADOS DE REFERENCIA es la última novela de Juan Mihovilovich, publicada recientemente por LOM ediciones y sobre la cual circulan ya algunos comentarios. Varios de ellos le reconocen cierta originalidad al autor por insistir en una literatura que ahonda en la condición humana, en la sicología de las personas y el sentido de la vida sin haber transado a cambio de tener más lectores y fama. Respecto de la novela, coinciden en que nos muestra al dictador que cada uno de nosotros lleva dentro, avalando una frase del propio narrador en las primeras páginas.
GRADOS DE REFERENCIA no es fácil de leer. Tiene una estructura atípica, donde no hay diálogos ni personajes que se desarrollen como en el común de las novelas. Al igual que en su obra anterior (DESENCIERRO), el relato se sostiene en una extensa conversación entre el narrador y un supuesto receptor al que se interpela cada cierto tiempo con frases como “mire usted”,” ¿usted cree en la amistad?” , “…querido amigo”, etc. Esta actitud, apostrófica, le permite al autor instalar a su personaje como el único hablante, el que tiene todas las ventajas de decir lo que quiere y puede, además, aclarar o profundizar a partir de hipotéticas preguntas del receptor. Las historias, noticias , personajes , episodios y disquisiciones a que accedemos provienen únicamente de ese hablante que nos cuenta partes de su vida, llevándonos por diferentes lugares y tiempos, teniendo siempre a la Dictadura de Pinochet como oscuro telón de fondo . Allí convergen seres y hechos, algunos endemoniados y tenebrosos, otros angélicos y luminosos. Sin embargo no es una novela de la dictadura. GRADOS DE REFERENCIA es, fundamentalmente, una novela de BUSQUEDA que recorre permanentemente el ciclo ilusión-búsqueda, encuentro-desilusión-ilusión.
GRADOS DE REFERENCIA es, por lo mismo, una novela de experiencias iniciáticas. Su narrador-protagonista nos pone siempre frente a situaciones de iniciación: el sexo, el poder, la justicia, la amistad, la religión, el misticismo, la masonería, etc. De casi todas ellas sale con desilusión y cierta amargura que, sin embargo, no alcanza a convertirse en frustración ni rabia, pues pronto habrá otra ilusión, el punto de partida de un nuevo ciclo de búsqueda. A modo de ejemplo podemos ver que el primer capítulo se inicia con el golpe militar de Pinochet, pero termina con “…aguaceros que formaban más de un esperanzador arco iris”. Otro capítulo se inicia con el protagonista describiendo las cárceles chilenas donde, a su juicio, es imposible una rehabilitación; sin embargo el capítulo se cierra con un reo que dio feroz muerte a su mujer e hijo y que tiene la capacidad de enternecerse ante un jilguero que viene todas las tardes a su celda. Muchas de estas experiencias iniciáticas aportan una especie de renacimiento donde siempre habrá espacio para la porfiada ilusión : el sexo no es consumado en la primera relación de amor, pero a cambio habrá un paseo por las praderas inolvidables que le ofrece la mirada de la mujer (“no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”, canta Sabina) , el matrimonio dura muy poco, pero habrá otras parejas en el camino; los diversos cargos ejercidos post-dictadura no logran entusiasmarlo. ¿Cómo podrían, si están asociados a pasillos oscuros, a seres ignominiosos? Pero en las últimas páginas podemos verlo iniciando nuevamente el ciclo de búsqueda al asumir como Juez en un pueblo campesino donde, quién sabe, encontrará lo que busca. (“yo voy soñando caminos, ¿adónde el camino irá?”, escribe Machado)
La novela es, a la vez, muchas historias a las que se va y vuelve casi siempre desde un mismo punto de referencia, la dictadura militar, y que tienen como personajes a una mayoría de individuos que parecían promisorios y resultaron, casi siempre, inescrupulosos. Los pocos que no lo son, aparecen en circunstancias especiales y tienen, ya se ha dicho, ribetes angelicales. Algunas de estas historias alcanzan niveles narrativos sobresalientes, como aquella del hermano recluido en un sanatorio esperando cigarrillos y un tablero de ajedrez para seguir desafiando al entendimiento; historias que se vinculan directamente con la realidad que vivimos hoy en las calles de Chile donde la ciudadanía expresa el inconformismo con quienes han gobernado por casi 30 años para mantener la injusticia , el autoritarismo y la violencia , porque la porfiada ilusión que da inicio a un nuevo ciclo de vida del protagonista no es inocencia ni bobería, sino una especie de “ardiente paciencia” de la que se rearma a sabiendas de la naturaleza humana: “ese policía seguirá blandiendo el garrote de su ignorancia sobre la espalda de un estudiante secundario, y desde el hemiciclo parlamentario los dueños del miedo ordenarán reproducir nuevas normas que perpetúen el imperio. Y en los tribunales el mallete del juez seguirá condenando a eternos inocentes. Y en la elite intelectual se continuará reflexionando sobre naderías… Ya sé que eso es cierto”.
Novela de búsqueda a través de la razón y la intuición, siendo esta última forma de conocimiento la que parece aportar los mejores resultados, porque lo que se está buscando posiblemente no esté en la “realidad real” sino en aquello que aparece y desaparece a lo largo de la novela como si fueran actos de magia y que tienen formas casi siempre luminosas: las luciérnaga que desaparecen dejando un reguero brillante, personas –por lo general mujeres- que bien pudieron ser ángeles destinados a advertir o a rescatar de los peligros, pájaros especiales, como un colibrí o el jilguero que viene por las tardes a posarse sobre los hombros del prisionero para mudar su rostro asesino por otro mucho más humano, aunque al día siguiente todo siga siendo como siempre ha sido.