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"La línea de la belleza" de Alan Hollinghurst
ESOS
TERRIBLES AÑOS 80
Por Jorge Marchant
Lazcano
La nueva novela de Alan Hollinghurst (1954), aparecida recientemente
por Anagrama, y ganadora el año 2004 del Premio Man Booker,
el más importante de la lengua inglesa, es depositaria tanto
de Henry James como de William Hogarth, figura crucial en el desarrollo
de una escuela pictórica británica. Hogarth describió
en su tratado teórico-estético "El análisis
de la belleza", una "línea de la belleza" ondulante
en dos dimensiones, opuesta a las formas geométricas y sin
variaciones como la línea derecha y el círculo. La "ojiva"
podría ser su mejor representación, así como
las alas desplegadas de un ángel o el movimiento de una serpiente.
"La línea de la belleza", espléndida novela
de Hollinghurst, avanzá, más bien, a través de
la forma que el demonio tomó en el paraíso. El paraíso,
en este caso, es la Inglaterra de los años 80 y del orgulloso,
implacable gobierno conservador de la Primera Ministra Margaret Thatcher.
A este mundo triunfalista y aparentemente luminoso -que por cierto
recuerda nuestros peores momentos -, se incorpora Nick Guest, un joven
graduado de Oxford, provinciano y de clase media, invitado por su
amigo Toby Fedden a vivir en la elegante casa londinense de su padre,
un ministro de Thatcher. Nick no sólo parece distante, observador
y en alguna medida crítico, por su condición social,
sino, muy especialmente, por su condición de homosexual. Embarcado
en su tesis doctoral sobre el escritor Henry James, Nick Guest tiene
una mirada parecida a la de su tocayo Nick Carraway, el narrador de
"El gran Gatsby", en su forma de participar desde las sombras
de la vida deslumbrante de aristócratas, estrellas de cine,
financistas y libaneses millonarios y corruptos.
Alan Hollinghurst, por su parte, quien ya había manifestado
su talento en su brillante primera novela "La biblioteca de la
piscina" (1988), puede, como buen artista homosexual, sentir
y hablar de forma mucho más clara que un heterosexual de cuestiones
tales como el tedio del matrimonio y los horrores de la vida familiar.
Es lo que sucederá en la vida de los Fadden en ese verano inicial
de 1983, con Nick rindiendo culto - como su maestro Henry James -,
a una clase que se extingue, mientras de la mano de Leo, un muchacho
negro inmigrante, descubrirá los placeres de la vida gay. Lamentablemente,
ya es demasiado tarde para su generación. El sida ha hecho
su entrada e irá atrapándolos como una suerte de destino
ineludible y amargo. El mismo Hollinghurst ha manifestado su punto
de vista al respecto: "Esperar 20 años me dió perspectiva
para poder hablar de esa terrible enfermedad que, si tuvo algo bueno,
es que humanizó a los gays, ya que dejaron de ser personas
extrañas."
Siguen siéndolo, por cierto, en las páginas de la novela,
más aún para los despiadados seguidores de esa sombra
llamada la "Dama" o la "Primera Ministra", a quien
Hollinghurst traza con ironía y sin piedad. "Nos odian
- dice alguien en la novela respecto a esos seres extraños
como Nick - no pueden procrear, son parásitos de los idiotas
generosos que si procrean. Se te acercan reptando..." Como la
serpiente, podría pensarse, como la línea de la belleza
de Hogarth, quien a partir de 1732 inició una serie de retratos
de grupo titulados "temas morales modernos", en donde pretendió
ilustrar la fragilidad humana, la injusticia y la desigualdad de la
sociedad británica del siglo XVIII. La mismo que Alan Hollinghurst
observa desde una mirada contemporánea, iluminando con su elegante
prosa, a veces deslumbrante pese a la traducción, hasta los
episodios más triviales y explícitos, así como
los más feroces y dramáticos. Aunque tras la lectura
queda la duda si acaso la línea de la belleza no sea el perfecto
trazo de la cocaína, entumeciendo conciencias, castrando sentimientos,
conduciendo a unos y a otros en esa lenta danza hacia la muerte.