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DALIA
NEGRA POR PARTIDA DOBLE
Por
Jorge Marchant Lazcano
desde Nueva York
Tal
como el cadáver de Elizabeth Short, encontrado en un terreno baldío
en la ciudad de Los Angeles, California, el 15 de enero de 1947, esta historia
está dividida en dos partes. El médico de Patología dijo
entonces cosas horribles. El cadáver venía en dos mitades, con la
bisección a nivel del ombligo. La cabeza estaba intacta, con grandes fracturas
craneales, los rasgos faciales oscurecidos por esquimosis, hematomas y edemas.
Le habían rajado la boca de oreja a oreja. Tenía múltiples
laceraciones en los dos pechos. El derecho casi totalmente amputado del tórax.
Las partes posteriores
no estaban en mejor estado. Las dos piernas rotas en las rodillas, señales
de ataduras en ambos tobillos. El médico concluyó que a Elizabeth
Ann Short, de 23 años, la habían torturado con un cuchillo durante
un mínimo de 36 a 48 horas.
El año anterior se había
estrenado "La Dalia Azul" con Alan Ladd y Verónica Lake, basada
en la novela policial de Raymond Chandel, y como una de las fotografías
de Elizabeth la mostraba con una dalia en el peinado, los periodistas la bautizaron
como la "dalia negra". Sin embargo, no se parecía en absoluto
a la rubia Lake. Las fotografías, similares a las que inocentes chicas
de sociedad se tomaban por esos años en Rays en Chile, mostraban a Elizabeth
hermosa y de oscuro pelo ondulado. Tampoco era tan inocente. Había sido
arrestada en 1943, y al parecer, como tantas otras ilusas en tiempos difíciles,
había pretendido hacer carrera en Hollywood. En el intento estaban muchas,
la mayoría apenas llegaba a puta.
Un año después,
nació en la misma ciudad de Los Angeles, Lee Earle Ellroy, a quien ahora
conocemos como James Ellroy. ¿Un dato intrascendente? Para nada, si James
Ellroy publicaría en 1987 su novela "La Dalia Negra", y mucho
menos si en 1958, su madre, una enfermera alcohólica, correría la
misma suerte de Elizabeth Short. También asesinada en un sitio baldío
en la ciudad de los sueños, una vez más los asesinos quedaban impunes.
Una
terrible lección para el niño americano bombardeado por la publicidad
de los años 50. Los malos estaban más allá de sus fronteras,
eran preferiblemente negros o amarillos, comunistas en el mejor de los casos,
maricones en el peor de los casos. En América sólo había
que destacar a la sagrada familia blanca, tal como lo mostraban las gloriosas
películas de Hollywood.
"La historia de América en el
siglo XX es la historia de los crímenes cometidos por malvados hombres
blancos" escribiría James Ellroy muchos años después,
con justo desencanto. También ha dicho: "América nunca ha sido
inocente. Perdimos nuestra ingenuidad en el barco y nunca hemos vuelto a mirar
hacia atrás con remordimiento."
Pero Ellroy tuvo la capacidad
de mirar hacia atrás, e incluso de hacer un verdadero acto de contrición,
al unir ambos destinos, el de la pobre madre violada y despreciada, y el de la
chica partida por la mitad.
A partir de "La Dalia Negra", naciendo
a la literatura tal como él mismo lo señala, Ellroy se convierte
en uno de los autores más violentos en fustigar la realidad americana.
Superando los límites acotados de la llamada novela negra, escribe un relato lleno de voces racistas, fascistas y homófobas, insertos en una sociedad
basada en la mentira y la crueldad. En
su intento de ficcionalizar la historia de Elizabeth Short, Ellroy encuentra la
línea de su propio destino, a través de la voz de Bucky Bleichert,
un policía desgarrado por las traiciones. El autor está resolviendo,
al menos en la conciencia, tantos crímenes como los que a diario siguen
ocurriendo en América. Y eso que ya estamos en el siglo XXI.
Ahora,
"La Dalia Negra" vuelve a conmover desde la pantalla, en la extraña
versión que propone Brian de Palma. Pero es una conmoción en tono
menor porque de Palma se queda corto. Estan Josh Hartnett y Aaron Eckhart como
los dos policías aparentemente tan unidos aunque sean peso pesado y peso
ligero y amen a la misma mujer interpretada por Scarlett Johansson, como una baby
Lana Turner segun The New Yorker. Está también Hilary Swank como
la femme-fatale y parte de los lamentables sucesos de la ficción. Pero
en ese afán comercial porque todo se ajuste, la historia disminuye dramáticamente
y Elizabeth Short, paradigma del dolor, torturada en vida, se desvanece como si
nadie nunca hubiese vuelto a rescatar su memoria. Pero aquí está
la novela de James Ellroy, imprescindible para nuestros lectores, sometidos al
miedo hace algunos años, parientes de Elizabeth con las dalias en el pelo,
comprobando la impunidad en ese otro lado del mundo.