Los Números No Cuentan
-cuentos escogidos-
Juan Mihovilovich
Mosquito Comunicaciones,
agosto 2008.- 241 pág.
Por Álvaro Mesa Latorre
Esta recopilación permite ver a Mihovilovich en plenitud. Con casi más de 30 años en el oficio de escritor, despliega una prosa maciza, consolidada, lejos de los facilismos y los simples retoques estéticos. El autor ha encontrado definitivamente su voz y viento interior. Destaco en especial de El Ventanal de la Desolación, “Nosotros tuvimos la culpa, Ruperto”; de El clasificador, “Virginia en la Ventana” y “Los Números no cuentan”; de Restos mortales, “Restos mortales”. Ello, porque en estas obras y en toda la creación de este prosista hay dos rasgos fundamentales que destacar: en primer lugar, rechaza en forma absoluta la homogenización del hombre (sólo una mirada, sólo una forma de ser), pues se da cuenta, en forma brutal, que el ser humano es infinito, es en definitiva la inmensidad, el universo, la trascendencia toda. La persona de carne y hueso es lo absoluto reducido a lo cotidiano. Los personajes de sus relatos tienen otros mares, otros cielos, otras vidas y muertes que contar. Pero, además del descubrimiento permanente del autor de esta naturaleza humana, esto lo angustia, pues no sabe como dialogar con un infinito, ya sea el otro, el amor, la amistad, la soledad, el poder.
Se aprecia con nitidez la incapacidad para ver la dimensión del ser humano en “Nosotros tuvimos la culpa, Ruperto”. Allí no se ve a un compañero, a un amigo, sino que vemos la otra orilla, a la que no queremos ir; vemos un objeto divertido, pero no a una persona y terminamos entre risas auto culpándonos por lo sucedido. En “Virginia en la Ventana”, si bien es un pasaje hermoso sobre la delicadeza, el amor, el atractivo, los personajes tampoco pueden establecer un diálogo sensato, ya que no saben cómo relacionarse. Asimismo, en “Los Números no cuentan,” se refleja nítidamente el discurso libertario de Mihovilovich. En efecto, la narración realiza una denuncia sobre la rutina y el encasillamiento al que una sociedad tan compleja como la actual nos arrincona.
El escritor nos invita a detenernos para repensar lo actuado e insistir que nadie es experto en la relación con lo trascendente. Pero, si es un camino seguro en el que, claramente, hay muchas vías que explorar y miles de ventanas que abrir. A eso es a lo que apela Mihovilovich.
Finalmente, en “Restos mortales”, el prosista nos lleva al extremo, nos provoca. ¿Alguien ha pensado en el panteonero? Es sólo una muestra. Aquí hay que detenerse y no olvidar que en la sociedad hay miles de seres abandonados y solitarios. Mihovilovih nos recuerda aquello. Qué diferencia hay en la profundidad y colores de los sueños del exitoso y del no exitoso. O bien, que sabemos del exitoso y del no exitoso. El autor nos dirá que nada, pues nadie quiere adentrarse en el ser- todos prefieren quedarse en las apariencias-. Penetrar en el ser, es admirar un laberinto sin fin, que el autor una y otra vez, sin cansarse, recorre y recorre, ratificando la eternidad.
En fin, Mihovilovich con su prosa, nos enseña lo que es verdaderamente humano y enriquece notablemente nuestra visión de la sociedad.
Temuco, primavera del 2008...............