Entre la maleza
Relectura de Té de Jazmín, de Julieta Marchant
Por Rodrigo Arroyo
Cosas y palabras se desangran por la misma herida
Octavio Paz
Leer, más allá de ver palabras, es viajar, salir; hacer una especie de traslado entre un adentro y un afuera, o un arriba y un abajo. Así, podemos vernos desde fuera desde abajo, sonriendo quizá, mirando una pequeña ola de río, una hoja movida por el viento, o el recuerdo de una magnolia de papel. Lugares, objetos, personas. Todo aquello que en ese recorrido puede transformarse: ser aquello que no es, y que será cuando venga, y que en este caso –el de la poesía- queda fijo como la luz dentro de una cámara, en el momento en que viene. Nunca ha de llegar entonces. Y sabiéndolo, lo vemos acercarse.
Te transformó completo en mi deseo, dice Julieta Marchant en Té de Jazmín (Ed. Marea Baja 2010) proponiendo a la figura del otro que aparece en los poemas, como la manifestación del deseo. Dicho gesto podríamos ligarlo teóricamente a Barthes(1), pero eso sería algo así como ver la tierra luego de la siembra: rastrojo y varillas esparcidas diciéndonos del sembradío que hubo allí, pero que ahora es sólo tierra removida. Lo que quiero decir es que más allá de cualquier ligazón teórica, esta manifestación lo que hace es centrar el sentido de esta plaqueta hacia el cuerpo, alejándola de nociones atribuibles a escrituras o poéticas que exhiben en sí mismas sus referencias literarias, o del orden que estas sean. El nudo de cuanto he escrito no está en aquello que he leído(2) dijo Primo Levi, y leyendo Té de Jazmín podemos corroborarlo.
A través de los seis poemas que constituyen esta plaqueta podemos notar que poco a poco este otro que aparece configurando un relato más bien subterráneo, se transforma en el lugar en el cual se hallaría el goce, la calma o la felicidad tal vez, convirtiéndose en una especie de nicho de las imágenes que pueblan esta plaqueta. Ahora también, la manifestación del deseo nos enseña dos aristas; por un lado la invención de un pasado distinto al que en verdad existió o la posibilidad de un tiempo por venir distinto. Cualquiera de estas opciones nos remiten a un espacio inconcebible desde lo real, por decirlo de algún modo. Lo que quiero decir es que es desde la reflexión, desde la imaginación o el relato, onírico quizá, es que es posible dar con la manifestación del deseo. Y para ello el espacio requerido no sería sino el espacio poético. Lo que nos recuerda Julieta entonces con esto sería la función evocatoria del poeta, que en su origen era respecto a las musas, pero que acá deviene en una evocación del cuerpo. Del propio y respecto al ajeno. En ese sentido esta plaqueta, en forma más contenida quizá, logra en plenitud quizá aquello que en urdimbre, primer libro de Julieta,se exhibía como declaración de principios. Así, otra forma de hablar desde el cuerpo, es desde la huella que en él o de él podamos apreciar: la negación absurda a las huellas en el cuerpo (…) Tú adentro y afuera de ese mapa nos dice, de otro modo, Julieta. Pero deteniéndonos en la insistencia sobre la huella, podemos ver que ella nos permite dar con el sentido evocatorio que posee esta plaqueta, porque la huella física de un objeto real, o de un otro, nos dice que ha estado ahí en un momento determinado. Vinculando el mundo imaginario a lo real.
No importa tu cara, / todos tus gestos acentuados por la fibra de luz que acercándose ávida / te transformó completo en mi deseo Julieta le otorga al otro así, fuera de cualquier simbolismo, una condición única, basada en parte desde lo intuitivo. Y desde allí, en el entendido de la intuición como algo evidente, es que Julieta empieza a construir una historia, en vez de adoptar el papel de espectadora o narradora. Ahora, esta construcción se basa en el reconocimiento de permanencias y continuidades. Esto podemos apreciarlo en ese otro aparece y permanece, configurando en parte esta poética. Y digo en parte, porque este otro que permanece en estos poemas, por más que los atraviese, no pertenece a ellos, a los poemas. Esta plaqueta no es su lugar, lo es sólo cuando ella decide incorporarlo. En ese sentido la escritura no se debe sino a sí misma, y ello se resuelve desde la página. La herida –planteada por Paz en el epígrafe- es aquí la pérdida del deseo, su alejamiento. Nos acercamos, yo y la escritura, besándonos en las heridas, acariciando con los labios, la propia sangre, dice Malú Urriola en Dame tu Sucio Amor, transformándose de algún modo en un cruce interesante de realizar en la lectura de esta plaqueta, digamos en el sentido que está latente también el otro en los poemas, aunque debemos tener en cuenta que ese otro bien puede ser la misma poesía, la misma literatura. Y que al no ser especificado en los poemas, al conservar ese misterio, la lectura se transforma en cierto modo en optar por una u otra contraseña quizá: acá no hay orillas, sino metáforas, nos dice Julieta, apelando a nosotros como lectores, incorporándonos. Un gesto del que podríamos hacer una historia, pasando por Van Eyck, Velazquez, Brecht, Benjamin, y muchos más. Pensando la apelación como una forma de incluir al lector en forma activa a la obra, al poema en este caso.
Ahora, volviendo sobre la pérdida, podemos ver en Té de Jazmín que de lo que habla Julieta es en gran parte de cómo se pierde el deseo, y, más en detalle, cómo queda el cuerpo luego de ello. O lo que ocurre en el proceso de perderlo. Ya en el final de esta plaqueta, y a diferencia del mito de origen de la pintura de Plinio el Viejo, Julieta no marca(3) en la pared, o la página en este caso, la silueta del otro que se va, sino que desciende, señalándonos que su encuentro con el otro supone un arriba; y descender, el distanciamiento, la pérdida, la caída. La melancolía así, atraviesa este poema. Aunque por otro lado, la pérdida se hace evidente también, más allá de relacionarla con el bajar, con las imágenes que aparecen en los poemas: la lluvia, el río, la ciudad, la maleza, la casa, que dan la constante sensación –casi como ahogo- de estar solos. Lo que se ve exacerbado al universalizar el sustantivo. No hay nombre o presencias reales que sirvan de contexto. No existen más presencias, pareciera así entonces que Julieta nos señala la soledad de quien manifiesta su deseo en la página.
La música opera, en Té de Jazmín, como una alternativa para hablar de y desde el cuerpo: En la música están las señales (…) Esta música aletarga los extremos del cuerpo (…) igual de violento que el sonido de la caída. Pero, más allá del dato real, más allá del piano que atraviesa este poema, señalado por Julieta en los agradecimientos de esta plaqueta, y no olvidando la sensación de pérdida, la música toma la forma de un lugar seguro ante el ahogo, a la vez que lo recuerda también.
Leer palabras finalmente, más allá de verlas, es tal vez reconocer algo perdido y que se encontraría en la lectura, en un desborde de ella. la maleza finalmente es eso / un jardín excedido, un jardín conquistado por el abandono, la lectura de esta plaqueta sería entonces intentar mover la maleza en busca de lo perdido entre el abandono, y la maleza sería algo así como una huella imposible de despejar. Estas palabras cargan con su propia historia. / Tu mano –la que resistió- jamás podrá despejarlas. Jamás hallaremos lo perdido entonces, el deseo. Estaremos quizá ante el expresionismo de un tiempo que no expresa cosa alguna,
el anonimato del descenso.
Valparaíso, agosto del 2010.
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Notas al pie.
(1) .- BARTHES Roland, El Placer del Texto. Y la lección inaugural de la cátedra de semiología literaria del còllege de france, Ed. Siglo Veintiuno, México 2004. Pág. 12
(2) .- LEVI Primo, La búsqueda de las raíces, Ed. El Aleph, Barcelona 1997. Pág. 9
(3) .- Recordando que tal vez el otro no sea una persona, sino la literatura misma tal vez, sería imposible pensar una figura.