Gringosincrasias
(Estados Unidos desde adentro hacia afuera)
Autora: Emma Sepúlveda Pulvirenti.
Crónicas. Editorial Asterion. 2008
Por Juan Mihovilovich
"¿Por qué esta mujer está tan cerca de mí y abrazándome? (Pág.129)
El gran escritor uruguayo Juan Carlos Onetti señaló alguna vez que no existía sobre el planeta pueblo más estúpido que el norteamericano. Esa afirmación le acarreó, como es de suponer, adhesiones y críticas, las mismas que se pueden tener al incursionar en la lectura de estas crónicas incisivas, profundas e irónicas de Emma Sepúlveda Pulvirenti; crónicas matizadas con una dosis de humor a veces negro, a veces absurdo, pero siempre involucrándose –la autora- como sujeto activo y, por ende, siendo participe de ese sueño americano que desmenuza en sus grandezas y miserias.
Si alguien requiere luego de información previa para acceder al espacio y tiempo norteamericano contemporáneo ha de tener en este texto una guía de apoyo imprescindible. No se trata, como pudiera pensarse de entrada y livianamente, de ciertas pinceladas caricaturescas sobre la idiosincrasia norteamericana. No estamos ante un libro que desea mostrarnos la cotidianeidad del país del norte premunida de algunos sarcasmos –que sí existen y con ingenio- para evidenciar exclusivamente la naturaleza de una nación exenta de humanidad. Al contrario. Su validez y profundidad emerge de la capacidad narrativa para pormenorizar los comportamientos individuales y colectivos de una sociedad capitalista que ha hegemonizado la vida planetaria. La exportación de su forma de coexistencia es el paradigma triunfante del mundo moderno. Ese es un hecho; un hecho se reconoce y después, de ser posible, se interpreta. Es esa interpretación de los caracteres personales efectuada con agudeza y penetración sicológica lo que convierte a estas crónicas en una suerte de espejo universal donde podemos ver y medir, no sólo el presente inmediato -lo que de por sí ya es un mérito- sino además, contextualizar los espacios y avizorar el futuro de una sociedad que progresivamente pretende ser también la nuestra. De ahí que las similitudes y paralelos que se van trazando sean, por un lado explícitos -El consumismo, Los probadores de ropa, Los supermercados, El amor devoto al deporte, Los descomunicados de prensa-, o bien implícitos -Los profesores universitarios, El color del racismo, Sentido de permanencia-, en enumeración aleatoria que pretende ejemplificar que en una sociedad premunida de ciertos (dis)valores la existencia se va permeando cada día con mayor intensidad en base al tener, sustituyendo el valor de los seres y objetos por el precio o su utilidad circunstancial.
Es a partir de esa constatación vertida en cada una de las páginas de Gringocrasias que el lector se ve sacudido por una suerte de advertencia inquietante, ¿es este el modelo de vida que necesito o requiero? ¿Es esta suerte de proyecto económico en el que deberé desenvolverme por siempre? ¿Ya no existe ni remotamente otra alternativa?
Podría suponerse que si la eficacia literaria de las crónicas se mide únicamente por contar historias en que se observa el orden de los tiempos, la respuesta está desde ya predeterminada. Sin embargo, lo valioso de estos textos ligados por una observación penetrante y desmitificadora radica en que esas pequeñas historias parten -como señala la portada- desde adentro hacia afuera, y ello no es menor. Es en la incursión sicológica de los comportamientos individuales - se reitera- donde se mide la extensión de la vida social. Es a partir de esa mirada objetiva -si es que tales miradas son posibles- que se puede evidenciar de qué manera un sistema de vida es capaz de alterar las conductas esencialmente humanas. Y claro, la autora advierte que quiere profundamente al país que “desclasifica.” Y eso es real y es bueno. Y porque de manera inclusiva quiere y ama a otros países se colige que la advertencia es necesaria; lo que subyace en todas y cada una de las crónicas es ese aprecio a la naturaleza humana que excede el espacio norteamericano. Y eso es así, porque allí con-vive la autora y allí renacieron sus esperanzas de una vida nueva después de la crisis que vivió su país de origen.
Acceder a este libro, entonces, importa descubrir un mundo que supera las situaciones domésticas, más allá de que su contenido emane de la frescura cotidiana narrado en un tono ágil, irreverente, humorístico e invariablemente reflexivo.
En suma, lo que está inmerso en estas crónicas, es una forma de cultura (as)-o subcultura (as)- que nos evidencia de manera irrefutable cómo se mueven y desarrollan las sociedades capitalistas modernas a través del comportamiento diario de sus ciudadanos, del que, obviamente, los chilenos no estamos exentos.
Por eso su lectura es útil y necesaria. Por eso también se agradece.