(Trópico, 2019)
CEGUERA LA DEL GUÁCHARO
Curiosa manía otorgar a las cosas
cualidades que no poseen:
esta cigüeña, por ejemplo
con las alas llenas de aire
desplegando terror
sobre los patos en el ramaje
¿dónde alcanza el garbo
que presume en la postal?
un asunto de graduación tal vez
presbicia, astigmatismo
la fijación por registrar y
dar sentido al registro
ante el blanqueamiento de los piojos
suspendidos como el polvo en cada aleteo
curiosa —por decir lo menos—
esta especie de asepsia
esta manera de miopía
este candor pueril en el retrato
que nos recuerda la ceguera
del guácharo
al interior de su caverna
y que incita a pensar
en un viajero
cargando un par de binoculares
con los lentes llenos de rayones
A CONTRALUZ Y A MITAD DEL AIRE
Como un suicida contoneándose en plena asfixia
o un puentista balanceando la tensión del elástico
ejecuta acrobática su movimiento la oruga
caso omiso el que hace
a cualquier fatalismo
que sobre ella pese
absorta en el vértigo que la contiene
grácil como una suerte que muy bien conoce
tuerce la voluntad del día
desde el filo de una hoja
mientras pendula
en espera de una adultez que sinuosa rechaza
LA SUERTE QUE GUARDA EN SU INTERIOR EL ACULLICO
Será entonces cabeza al viento
sin tener nada claro
raudos como tejones por la floresta
o como champas junto al risco
o como barro que crece
vuelto cerumen en las orejas
por lugares poco dados
al trabalengua y
al apunte tomado al paso
en la animita:
nombre data
y procedencia
el tipo de lenguaje ya sabemos es el musgo
será entonces
la parca en cada curva
un bolón de coca
infatigable en el carrillo
por aquellos que pasaron de largo y
que asoman como tallos
entre humedad y
despeñadero
será entonces
por lo poco diáfano
un error de cálculo
una mala lectura
en zig zag por el monte
raudos como plaga
o como el pasto que crece
entre la brea desde el asfalto
(Tardío, 2022)
inútil como la cornamenta del pudú
allá arriba el inuit
se mantiene inmóvil
sin embargo su espera es otra
a ras de hielo la luz del cebo
cautivará a su presa
encandilada por el canto de las focas
y el fraseo de los peces
vuelto cardumen bajo la tundra
poco importa volver la vista al cielo
reflejado en los manantiales
cuando se construye un mundo a pedazos
poco importa asomar la cabeza
desde el borde en los farellones
porque la gracia es apenas un soplo
hibernando en las cuerdas vocales
el rebote de una piedra sobre el lago
la habitual letanía que nos ciega
tras la grasa
tras la espina
tras la escama
en la carne magra
como bolillo cubierto de arena
no existe atardecer comparable
para nosotros allá arriba
a lo mucho un trozo de hielo
donde reposar la cabeza
paciencia hay está claro opacidad por supuesto
tardío
vértigo el de ese grupo de adolescentes
bajando un rápido en trancura
puro flujo
una afrenta a la represa mental
a los sauces y
a lo amoroso del lloriqueo
a perder el miedo de perder el hilo
en medio del descenso
entre la rompiente de las olas y
la cresta de las rocas
entre las ramas disparadas
al sacudir el casco
o en el goce ofrecido
por un gusto distinto a la novedad
del rafting si se quiere
vértigo frente a un martín en picada
contra la rana en su brinco
y sobre todo al cruzar el puente
en plena curva
minutos antes de la cascada
una lechuza atraviesa un pinar a medianoche
ave y ojo que la nombra
el recorrido es una ruta imposible
para quien dé por sentado el mundo
con tan solo conocer unas cuantas de sus cotas
límites de una vastedad que no asegura
encontrar aquello que se piensa estar buscando
lo sabe la lechuza y lo sabe también el peregrino
un mal augurio prolifera
incomprensible a través de la lenga
como el morse de la lluvia
como el braille de los frutos fermentados en el monte
como el gesto del enfermo a paso lento en la colina
de todos modos
si nadie logra llegar a tiempo
y el camino se vuelve intransitable
quizás alguien pueda continuar por nosotros
antes que el barro cubra por completo nuevamente los piñones
(Eriazo, 2023)
algo en la mirada y en
el modo de nombrar
lo ya visto
parece haber sido alterado
algo en la intemperie
en lo poco
en lo mínimo
como si hambrientas jaurías
hubiesen sido arrojadas
contra quienes
pretendieron
la domesticación
de aquello imposible de civilizar
[no hay río
lo aseguro
no hay río
por este cauce no corre
mas que viento/mas que polvo
aunque pegues a tu oreja
esta piedra
una sarta de esquelones
cerro abajo será lo único que oirás]
eco en las sonajas [menudo tartajeo]
muelas pendulantes en cada tranco
el origen de la napa
donde flujo y
marea se alborotan
libres ni de oír
ni de ver ni de hablar
[en la manía de mordernos la oreja]
cuán sensato resultaría
albergar certidumbres de este tipo
del ave en su torcedura
de la estrechez en la pajarera
nunca antes de hacer gala
estuvimos tan lejos
sin tímpano
a la redonda
absortos
en la quietud
de lo que estando
en movimiento no se altera
ciegos sobre el lomo
de un puerco
también ciego
con el brote y
la pústula
polera al hombro
negados a imaginar
[no hace falta
que imagines]
quebrada una costilla
a los pies del vertedero
en medio del vendaval y
del picor en los párpados
no habría forma de avanzar
sin revés el periplo
con tal de vernos
luego
obligados a decir:
cuán lejos del reposo aún estás
de abandonar la necedad [al fin] del regreso