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Jorge Marchant Lazcano ficciona su vida de escritor en Nueva York
Por Javier García
La Tercera, 6 de agosto de 2015
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La decisión está tomada. Abandonar Chile y quedarse hasta sus días finales en Nueva York, EE.UU. “No sé qué será de mí y no quiero casi pensarlo”, apunta el escritor, de 60 años, protagonista de Cuartos oscuros, la última novela del autor nacional Jorge Marchant Lazcano (1950).
Portador de un virus hace más de dos décadas, el escritor -sin nombre en la novela- se instala en una pieza de un departamento arrendado a una familia colombiana, en el barrio de Harlem, Manhattan.
El escritor parte contando los años finales del cubano Reinaldo Arenas en Nueva York. Así como la vida del argentino Manuel Puig cuando vivía en la misma ciudad en los 70. Ambos, autores homosexuales y marcados por la enfermedad del Sida.
“Tanto Arenas como Puig fueron referentes en Nueva York a partir de mi novela Sangre como la mía. Los he visto como pájaros fuera de la bandada. Pájaros raros en todo el sentido de la expresión”, dice Marchant Lazcano, quien es portador de VIH hace 20 años, vía email desde Nueva York.
Comenzó viajando a la Gran Manzana hace más de una década para acompañar a su pareja, que necesitaba un tratamiento. Hoy se dedica solo a la literatura. Vive en Santiago, pero un par de meses al año reside en NY. “Llegué a la edad fatal de la jubilación”, dice.
Jorge Marchant es periodista, fue guionista de teleseries en los 90 para TVN, y debutó en la literatura con la novela La Beatriz Ovalle, en 1977. Vendrían otras novelas y libros de cuentos, pero fue en Sangre como la mía (2006) donde abordó en profundidad el tema homosexual.
“Aunque esa novela terminaba con la tragedia del Sida, se rescataba una nueva forma de amor. Cuartos oscuros recorre una historia más individual, pero ciertamente hay vasos comunicantes”, dice Marchant, quien cuenta que también almorzó en el Gay Men Health Crisis (GMHC), institución que ayuda a hombres con VIH.
El protagonista de Cuartos oscuros igualmente asiste a ese lugar, organización creada en los 80. Allí conoce a un ciego con el que se obsesiona. Lo sigue por las calles. Mientras esta relación se desarrolla en el libro, el escritor sabe que se encuentra en una etapa final.
“Terminaría siendo un héroe aunque para mí mismo apenas fuera un escritor fantasma convertido en un auténtico fantasma”, se lee en la novela, como un diario personal de un narrador desencantado y rabioso, que se siente como “un exiliado a destiempo”. Y agrega: “La rabia me moviliza. La rabia me mantiene alerta”.