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EL ÚLTIMO PARADERO
Sobre "La Promesa del fracaso" de Jorge Marchant Lazcano

Por Camilo Marks
Revista de Libros. El Mercurio. Domingo 21 de julio de 2013




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La promesa del fracaso, última novela de Jorge Marchant, se parece bastante a Sangre como la mía (2006) y El amante sin rostro (2008), quizá sus mejores títulos. Que se parezca no quiere decir que sea igual, que sea superior, que sea inferior y que presente rasgos que invitan a comparaciones fáciles y superficiales. Todas son distintas y cada una de ellas muestra facetas de una notable evolución imaginativa, con acentos en personajes y situaciones siempre nuevos y con necesarios e inevitables retornos a temas que el autor ha hecho suyos y que pocos o nadie como él han sabido tratar tan bien: el microcosmos de la frágil clase media chilena que surgió en la década de 1950, la tragedia de la diferencia -sexual, étnica, social- en un medio tan estratificado como el nuestro, la situación política nacional y fuera de las fronteras nativas como telón de fondo, en fin, la desintegración de una familia a causa de la inestabilidad, la locura y la muerte.

La promesa... posee un ritmo más pausado que los textos que citamos y, en concordancia con ello, el estilo es reflexivo, cadencioso, a veces deliberadamente moderado, aunque los estallidos emocionales, que abundan, sobre todo hacia el final, dan a la acción un carácter convulso e inesperado. De no ser así, el relato sería un melodrama algo folletinesco, difícil de creer y más difícil aún de seguir. Marchant conoce muy bien su oficio, entre otras razones porque ha sido un exitoso guionista de teleseries y, asimismo, ha participado en destacados montajes teatrales; de este modo, mide los efectos con cuentagotas, dosifica la información, se anticipa o retrocede en el tiempo con maestría y nos entrega una ficción caleidoscópica, ambigua, amena, sin baches ni ripios.

Todo comienza mientras Paz y Agustín Munizaga se instalan en una casa que han comprado hipotecándose a largo plazo, en una urbanización de Las Condes, cuando Santiago terminaba en esa comuna. Él es empleado bancario y ella se desempeñaba en la Contraloría, desde donde se retiró para cuidar a Javier, Marcelo y Rodrigo, sus tres hijos; más adelante, Paz retomará el trabajo, en parte por motivos económicos, en parte para gozar de cierta independencia. Sin embargo, ya será demasiado tarde, aunque eso lo sabremos en el momento en que todos estén al borde del precipicio. La vida parece normal y sosegada, sujeta a las convenciones de la pequeño burguesía arribista, hasta que llegan unos vecinos insólitos: Gabriel, Zelma y Ben Polak, pobres, sin gracia y judíos. En contraste con los demás habitantes de la comunidad, que visten bien, mandan a sus hijos a colegios particulares, están al día en la moda, los Polak representan algo oscuro, amenazador por su sola presencia, si bien poco o nada hacen para llamar la atención.

Este es el principio de una cáscara argumental que se torna compleja, sofisticada, cambiante, sin que sea posible centrar la intriga en uno o dos protagonistas: Marchant da la palabra a casi una veintena de actores, por momentos a la pasada o dedicándoles capítulos completos. Quienes ocupan más espacio son Paz y Javier. La jefa del hogar es uno de los caracteres femeninos más inclasificables que haya creado Marchant: se diría que es satisfecha, segura de su sitio y prerrogativas; no obstante, la máscara se va desprendiendo y Paz revela facetas histéricas, descontroladas e impulsivas. Javier también es inseguro en lo emocional, si bien desde temprano sabe a lo que quiere dedicarse. Ben, de su misma edad, es la primera persona de quien se enamora, lo que, dada la época, dado el país, resulta poco recomendable. Además, los Polak son sobrevivientes de Auschwitz y aun cuando nadie dentro del círculo de los Munizaga tenga idea de qué significa eso, empieza a reinar la confusión, hasta el punto de lo inexpresable.

La promesa... , tal como ocurre con los recientes textos de Marchant, es un artificio profundamente literario: si antes las películas o algunas narraciones fueron el eje de las tramas, ahora hay tres piezas de la dramaturgia contemporánea que obsesionan a Javier: "Nuestro pueblo", de Wilder; "El tiempo y los Conway", de Priestley, y "¿Quién le teme a Virginia Woolf?", de Albee, con un vívido homenaje a la actriz María Cánepa.

"Dicen que nuestros países en el fin del mundo son lugares sin salida, zonas terminales, el final del trayecto, el último paradero", piensa Sara Fisher, un rol secundario en esta vasta galería de seres encerrados por la historia y las circunstancias. Tal vez en esas palabras resida el sentido de este conmovedor libro.



 

 


 

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Sobre "La Promesa del fracaso" de Jorge Marchant Lazcano
Por Camilo Marks
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