Quimera de la nariz larga
Novela de Oscar Barrientos Bradasic. 152 páginas. Piedra de Sol-Ediciones
Juan Mihovilovich
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De las creaciones de este novelista, probablemente, ésta sea la más delirante, la más ambiciosa, la de mayor vuelo imaginativo y de más hondura existencial, no obstante la temática entrecruzada de contradicciones aparentes, de diálogos supuestamente inverosímiles, pero que dan cuenta de una trama perfectamente urdida y trabajada.
De nuevo Anibal Saratoga nos envuelve con su pesadumbre asfixiante, con esa tendencia natural –casi anti natura como paradoja envolvente- de vislumbrar un mundo carente de sentido donde apenas cabe la posibilidad de un sueño femenino o una dimensión oculta como un señuelo colocado a propósito con la excusa –también secreta- de no sucumbir ante los embates de un destino fatal o fatalizado por su conflictiva personalidad.
La tragicomedia que nos evidencia la historia de un hombre –Jenaro Crimea- que surge ante el poeta Saratoga premunido de conocimientos esotéricos difusos –creador de La Sociedad Telescópica Interplanetaria- y cuyo sitio de encuentro se posesiona en el segundo piso del bar Córcega, -bar donde nuestro héroe acostumbra a pasar el tedio de todas sus horas- lo colocan ante la disyuntiva de considerarlo un soberano patán o un personaje casi mitológico que escudriña los cielos de Puerto Peregrino tras la estrella -no tan fugaz- que nos revele la existencia real de otros seres, de latitudes siderales al alcance de la mano; y, como colocada a propósito en medio de la nada, ese satélite natural –la luna- objeto de apetencias mundanas y personales renace cual eslabón perdido de la civilización moderna. Y en ese juego que linda en lo real maravilloso y en la comicidad del absurdo, -pero un absurdo puesto siempre como advertencia de “algo”- la presencia del economista Max Fraden (que nos recuerda como un calco la personalidad de un viejo candidato presidencial de mediados de los 90) surge como el prototipo del ambientalista fraudulento que usufructúa de la inocencia, a estas alturas ya imperdonable, de las masas ciudadanas que anhelan un mundo verde en medio del caos generalizado del progresismo acuñado en unas cuantas manos apretadas.
Esa suerte de paraíso perdido, tal vez lo traiga un espécimen prehistórico denominado quimera de la nariz larga, …un demiurgo que exhibe su implacable monarquía de sobreviviente de los siete mares…(pág. 110). Lo que Saratoga ve en ese monstruo marino transoceánico es una belleza terrible y conmovedora que quizás pueda salvar todavía a la especie humana. Claro que en la parodia que vive faltará aún la otra parte del sueño: Sabela, la mujer del gato sobre uno de sus hombros, taxidermista virgen que espera a un dios ignorado para ser desflorada. No es su perdición –la de Aníbal Saratoga- pero se le asemeja. Al menos se trataba de una esperanza a ras de suelo que lo hacía volar sin necesidad de exoterismos dudosos en los que se embarcaba como llevado por la corriente sempiterna de su propia inercia.
En esos tonos a medias luces, se despliega el sufrimiento contenido de un hombre descreído que requiere de algo superior para no morir en el intento de vivir. Quizás por ello su relación con Jenaro Crimea le sea imprescindible y necesaria; después de todo en ese individuo amorfo y voluminoso se yergue el anhelo de inocencia o la estupidez, del candor o la estulticia en grados no medibles, pero que en Aníbal Saratoga parecieran una especie de tabla de salvación, no únicamente propia, sino que colectiva.
Una novela ágil y con un lenguaje depurado como pocas, con la mesura de una alucinación controlada que, a nuestro pesar, se nos escapa a cada rato entre la palabra aguda y certera, la frase matizada de sabiduría y la elocuencia barata de los líderes ocasionales.
Un texto que debe leerse más de una vez, no porque sea inentendible, sino porque es una invitación soterrada –o abierta, dependiendo del cristal con que se mire- hacia mundos que intuimos desde siempre…y que Saratoga nos trae de sopetón hasta nuestras correctas narices ciudadanas con algo más que una quimera delirante.