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UN PADRE DE PELICULA
Novela. Autor: Antonio Skármeta / Edit.Planeta; 145 págs. 2011

Juan Mihovilovich

 

 

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Hay ciertas novelas que parecen salidas de un cuento: se leen de un viaje, con un sentido de la respiración pausado, como degustando el sentido oculto de las frases, de las imágenes cinematográficas, de la exquisitez visual que trasuntan sus capítulos.

Un padre de película en apenas 145 páginas nos evidencia de qué modo un escritor avezado, seguro de sus medios y consciente a cabalidad de la historia que pretende narrar, es capaz de situarnos en un universo supuestamente restringido: Contulmo, al sur de Chile, y una ciudad cercana casi imaginaria, Angol, donde se supone está la vida del sueño, del dolor, de la aventura, de las iniciaciones sexuales o hasta de la pesadilla que el protagonista –un joven profesor de básica o primaria adscrito a la Literatura e Historia, principalmente-  vive con la pesadumbre de la ausencia del padre; y desde ese espacio restringido, sucinto incluso, nos traslada hacia el centro  ilimitado de la sencillez cotidiana y profunda de lo humano, de la universalidad, en suma.

La historia es elemental: mientras el hijo desciende del tren que lo trajo a Contulmo convertido en flamante profesor normalista, el padre, francés avecindado, al mismo tiempo sube a él y se pierde para siempre.  Sin embargo, el para siempre tiene connotaciones variadas. El protagonista central desempeñará su labor de educador  con la imagen persistente del abandono paterno, dolido por un  ingreso a  la madurez sin otro referente que el recuerdo de una partida sin causa.  La madre ocupa el sitio de las mujeres que lindan melancólicamente con el sacrificio de una espera sin expectativas.  En un pueblo como Contulmo se entrecruzan los apetitos de la adolescencia, del joven discípulo del maestro, que merodea las urgencias del sexo y cuya única obsesión se traduce en acceder carnalmente un día a alguna de las prostitutas de un lenocinio de Angol.  El profesor es el nexo.  Y a cambio de ello, el joven ofrecerá su inmediación para vincularlo con una de sus hermanas, virtual enamorada de aquél.  Sólo  que en ese intercambio –y por arte de un efecto colateral- subyace el  secreto mejor guardado de la novela y que, por razones obvias, corresponde descifrar al lector,  o más bien, éste terminará sorprendido por un desenlace imprevisible.

Se podría argumentar que una historia como la descrita –se reitera- es muy básica, pero justamente, allí radica la fortaleza de la narración.  La trama no es –ni con mucho- lo que aparenta y por ello obliga a que un lector sagaz vaya elaborando su propia novela en la lectura, transformando el texto en una suerte de caja de pandora.  En el caso descrito, como un hábil prestidigitador, el narrador diseña la arquitectura de la trama apoyado en el efecto de una sorpresa calculada y, no por ello, menos inesperada.  Luego, con elementos señeros construye ese universo que entrelaza las relaciones humanas y cuya reproducción puede extrapolarse a cualquier parte del mundo.  La convivencia no difiere demasiado entre un espacio y otro, sólo que es privilegio de algunos descifrar el medio que le toca en suerte o desgracia vivir.  Y ese desvelamiento se produce, o por obra de un destino que nos esmeramos en atribuir a la providencia o la fatalidad, o bien, por ese encadenamiento  causal que las propias conductas individuales traducen en resultados.  En el caso de Jaques, el héroe de esta novela, cualquiera de las alternativas puede resultar válida.  Y el mérito de la narración –entre otros- estriba en su capacidad para adecuarse a un resultado, a pesar de su desolación interna por el abandono filial.  La vida se encargará de resituar las cosas en la dimensión que a cada quien corresponde, ayudas circunstanciales o intencionalidades de por medio.

Un libro que se lee en poco más de una hora y que nos deja la sensación de haberse escriturado con la seguridad de un argumento  sucinto y claro, lúcido y sutilmente enrevesado, pero siempre imbuido de una cierta dosis de candor, unido a esa implícita ternura provinciana  extraviada del mundo moderno, y que solemos reclamar a cada instante.  Y todo ello contado por quien ve desfilar ante sí las secuencias de un filme cercano y entrañablemente humano.



 


 

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UN PADRE DE PELICULA
Novela. Autor: Antonio Skármeta / Edit.Planeta; 145 págs. 2011.
Por Juan Mihovilovich.