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“Bucear en su alma”
Autor: Juan Mihovilovich.
Cuentos. 154 págs. Simplemente Editores 2018
Intentos de aproximación
Por Julián Bastías Rebolledo
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La estructura de algunas de estas historias -casi siempre desde sus comienzos- nos llevan a un clima ambiguo, en donde se siente algo más que la realidad, tratándose, paradójicamente, de la realidad misma.
Uno de los componentes de su exquisitez estética es el desconcierto que nos va provocando. Nunca estamos seguros si el personaje o el autor nos va, finalmente, a mostrar "su verdad", después de originar intensamente qué nos lleva a ese algo que a continuación sabremos.
En algunas narraciones pareciera que el autor se regocija con la ansiedad o angustia creada en nosotros, los lectores. Nos sentimos objeto de sus maniobras de estilo.
Mihovilovich construye ese suspenso, a veces desde la profundidad de su visión de mundo, que suele " bucear" bien a fondo, o desde problemáticas o preocupaciones bien banales de un personaje-ciudadano cualquiera.
Uno de los recursos de Mihovilovich es que desde esa cotidianeidad sabe llevarnos a nuestra universalidad, a nuestra condición humana: la de saber que la muerte nos espera con su enigma del más allá. Nos hace ver cómo en el transcurso de nuestras vidas intentamos eludir ese ineluctable destino, dándonos y aferrándonos a todo tipo de medios e ilusiones.
Pareciera que el autor se entretuviera lanzándonos al vacío, como le ocurrió a uno de los tripulantes de la película Odisea del espacio 2001. (No sería raro que algún día describa lo que pasa por la cabeza de un personaje lanzado a vagar por el espacio, aunque más de una pista nos entregó en Espejismos con Stanley Kubrick, su última novela).
Hay instantes en que -ya bien imbuido de sus relatos- nos deja solos en nuestra intemperie existencial, suscitada hábilmente por el mismo. Pareciera creer que fuésemos capaces de llegar a ser autónomos y de asumir la responsabilidad de pensar. Sin embargo, a través del contenido de algunas de sus historias cortas, nos hace vislumbrar lo contrario: su escepticismo en el hombre. Ya sería demasiado tarde para recuperar su íntegra relación con la naturaleza. Es como si quisiera ubicarse desde el lado de un universo casi sagrado para culpabilizar al hombre predador responsable de su propia destrucción.
Quizás, el autor se descargue de esa culpabilidad, incorporándonos a su propia angustia y llevándonos a compartir su desazón a través de su imperceptible talento literario.
Por momentos Mihovilovich nos recuerda -sin que él lo explicite- a los autores de la" sospecha" del siglo XIX, llamados así por desconfiar de la autenticidad de lo que se justifica o racionaliza, de lo que se dice, se escribe o se hace. Esos razonamientos no serían tan reales, sino representaciones. Siempre habría una realidad subterránea, "escondida", subjetiva, que a menudo el propio individuo desconoce. Entre estos autores, herederos de la ideología de las luces, destacan, Schopenhauer, Nietzsche, Marx, Freud, que demostraban la enajenación del hombre moderno. Si hubiese una tal influencia en él, sería más perceptible de los dos primeros que de Freud y Marx, puesto que estos últimos se dan como misión el liberar al ser humano de sus cadenas. Nada de esa pretensión se trasluce en Mihovilovich; no propugna una liberación para sus contemporáneos. Solo constata su desesperación. Sin culpabilizarnos rotundamente, nos deja ver la responsabilidad colectiva de nuestras catástrofes.
Lo fantástico -literariamente hablando- en los escritos de este creador, lo que sorprende, es que esa fantasía deriva de la simple realidad cotidiana, de ahí que sus desenlaces sean inesperados o cuando los estamos construyendo nos dejan a la deriva.
¿Qué suerte de mensaje nos evidencia este autor? Ya lo hemos dicho: ninguno. No busca convencer a nadie. Y quizás por eso convence. Si hubiera algo en que creer y que está presente y nos determina, sería el "Ser" de Heidegger, que habríamos olvidado, al decir del filósofo alemán.
Podríamos deducir después de la lectura de este libro que, siendo joven, Mihovilovich pudo haber devorado clásicos como E. A. Poe, Ellery Queen, Kafka, Dostoievski y tal vez Flaubert, pero es indudable la impregnación en él de Cortázar, Borges, y probablemente de Benedetti, ya que algunos de los más interesantes relatos de "Bucear en su alma" valoriza nuestra identidad mestiza: la del criollismo, constituida por emigrantes europeos y nuestros aborígenes; exterioriza, sin complejizar, el conflicto permanente entre el indio que hay en nosotros con el esforzado y a veces cruel despojador de tierras, que también heredamos. Pero no hace política de tal situación. Lo que le importa es lo que ha provocado en cada uno tal dicotomía. A Mihovilovich ya no le interesa el Gran Humanismo, solo le preocupa la problemática del hombre con "h" minúscula, como decía Foucault, sin dejar de exponer que todo individuo está ligado al Cosmos y que es parte intrínseca de él.
Para este autor, la verdad - si hubiese una- estaría fuera de lo real. Como en los mundos paralelos de Cortázar -por muy compacto y racional que sea el mundo de Mihovilovich- se crean grietas, pasarelas hacia lo inexplicable que, aunque no explicito, es pesadamente amenazador. Es quizás lo que atrae, enlaza e hipnotiza al lector.
Otra característica de sus cuentos es la economía de protagonistas. Los reduce al máximo. No distrae al lector. Utiliza un nudo psicológico principal, el de un individuo: su buceo es individual. No obstante, busca también en el pasado familiar. Solo ahí proliferan otros personajes, pero siempre bien atados y diluidos melancólicamente a problemáticas o traumas infantiles.
Por último, acá se confirma claramente que ha diferencia de autores de moda, no podríamos considerar a Mihovilovich premunido de un estilo fácil u oralmente espontáneo. Al contrario. Nos muestra un estilo académico, elegante y límpido. Para haber llegado a tal naturalidad suponemos que trabaja con la prolijidad de un apasionado artesano o de un incansable y perfeccionista poeta, que borra palabras y frases rodeado de enciclopedias y diccionarios etimológicos.
Su harmonía y estética rebuscada es bella y accesible. El placer de leerlo se logra ya en la evolución del relato. Aunque la intriga a veces no apasione, no nos importa: lo relevante es su propuesta literaria y humana.
Paris, Francia, agosto de 2018