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BUCEAR EN SU ALMA
CUENTOS DE JUAN MIHOVILOVICH
        Por Gabriela Aguilera V.
            
            Septiembre, 2018.
            
          
          
        
        
          
            
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          El nuevo libro  de Juan Mihovilovich, publicado por Simplemente Editores, reúne cuarenta textos,  entre los que hay cuentos, cuentos breves y microrrelatos, que mayoritariamente  pertenecen al género fantástico.
         El género  fantástico, tal como se desprende del uso del término, acoge en su definición a  aquellos textos literarios en los que el elemento central es la fantasía,  hechos sobrenaturales, mágicos, extraños. Inexplicables por la vía de un  razonamiento lógico del tipo cartesiano o la comprobación empírica. A partir de  ahí, pueden derivar en el terror, la ciencia ficción, el gótico, e incluso,  llegar a adscribirse en el thriller psicológico.
          En ese espacio  narrativo, la racionalidad tiene poca cabida, lo que no significa que los  textos carezcan de lógica interna, una de las condiciones esenciales para  lograr un buen cuento.
En ese espacio  narrativo, la racionalidad tiene poca cabida, lo que no significa que los  textos carezcan de lógica interna, una de las condiciones esenciales para  lograr un buen cuento.
         Los seres humanos necesitamos  saber que existe cierta regularidad en nuestro entorno, cierta relación  determinada y durable de orden y tiempo. La Gestalt nos lleva a configurar el  mundo en cuadros sucesivos para sobrevivir y manejar la ansiedad que provoca el  no saber o no poder anticipar. Pues bien, de pronto, algo ocurre en medio de  esa exactitud bella en que A sigue B y B a C, tal como la alternancia de  baldosas blancas y negras. Algo sorpresivo y sorprendente (algunos hablan de un  pliegue en el tiempo o un espacio en un espacio), que trastoca la realidad  como la conocemos o como suponemos que es. La  realidad deja de ser eso que vemos y creemos, para ser otra cosa, a veces  indefinible. En ese punto nos quedamos sin asidero para explicarnos aquello en  lo que aparentemente estamos insertos, viviendo…o tal vez no.
         El relato fantástico se basa  en la alteración del orden esperable, previsible, y por tanto, transgrede a la  seguridad emocional y racional que cualquiera necesita y reproduce. Nos desestabiliza,  por un momento nos hace trastabillar, tratar de afirmarnos en algún  conocimiento, alguna pista previa, una saliente de la lógica para poder seguir  adelante. Es un pequeño terremoto que puede durar segundos o la vida entera.  Hay relatos fantásticos que se quedan para siempre en nuestro interior como una  espinita clavada. Quien haya leído “El Almohadón de plumas”, de Horacio  Quiroga, seguramente ha revisado con inquietud (aunque sea a la rápida y  luchando contra ese miedo y esas certezas), el cojín o la almohada en la que va  a recostar la cabeza. Ese texto magnífico de un escritor que supo apelar a un  miedo ancestral (el miedo a la bestia que nos engulle), se quedó en nuestros  recuerdos y se reedita constantemente.
         La sorpresa, el temor, la  inquietud, pueden anteceder al horror. La pesadilla de bajar por una escalera  que no termina y está suspendida sobre un abismo inmensurable, la desaparición  inexplicable de un objeto o una persona, los sonidos de la oscuridad, el acecho  allá afuera de algo que no sabemos qué es (pensamos en criaturas, no en personas),  son cuestiones que a todos nos han sucedido. 
         Cortázar es uno de los grandes cultores del  género fantástico en América Latina, sin desmerecer a otros escritores.  Partiendo de un hecho cotidiano, común, práctico a veces, pequeño o insignificante,  Cortázar saltaba a un espacio perfectamente posible en sus textos, un espacio  intermedio entre la realidad y el sueño, amplio, una puerta abierta al horror o  el horror mismo, en el que el simple acto de ponerse un suéter, puede ser fatal  para quien lo ejecuta.
         América Latina  vive lo fantástico  (lo real maravilloso, el neo gótico, la ciencia ficción, etc), en un torbellino  que puede ser simultáneo, fractal y caleidoscópico. Y los hechos que demuestran  la premisa están a la vista, es cosa de aguzar el ojo y quitarle la etiqueta de  normalidad a eventos que no lo son en absoluto.
         En algunos relatos fantásticos la historia  se resuelve con una explicación científica. También puede resolverse con una  explicación práctica, obvia, pero que no había sido vista. Sin embargo, la  mayoría de los relatos fantásticos terminan sin dejar al lector una vía de  escape y cada uno verá cómo responde sus propias interrogantes.
         Este es el marco  literario del libro de Juan Mihovilovich, con un elemento esencial que unifica  estos textos más allá incluso de su adscripción al género fantástico: el agua.  Esencial para la vida, símbolo de abundancia, de la existencia sagrada de los  dioses que la regalan o la quitan a los seres humanos, con el agua vienen las  semillas y alimentos que aseguran la supervivencia.
         Los pueblos  originarios de distintas partes del mundo se ubicaron geográficamente en  lugares cercanos al agua y le confirieron, además, la carga cultural simbólica  de la fecundidad. Por tanto, tiene un sello femenino: la capacidad y el poder  de transformar al mundo. Los ritos y mitos ancestrales del inicio de la vida y  su continuación, siempre están marcados por el agua. Allí también habitan criaturas  sobrenaturales, amigas o enemigas de los seres humanos, que conviven en tiempos  y espacios paralelos y pueden pasar, eventualmente, de un lado al otro.
         Entre los 40 textos hay una variedad temática  interesante. Irónicos y sarcásticos, como el del pueblo que espera la llegada  del oculista o uno titulado “Hombre de buena voluntad”, en el que queda de  manifiesto que el encubrimiento de unos también es el desenmascaramiento de  otros. “Las cosas ocultas se hacen bien, o simplemente no se hacen”. También  hay algunos góticos, como “El templo”, “Alguien vive al otro lado” o “Casa  Nueva”. En este último, una persona se queda aparentemente atrapada en un  altillo viendo la felicidad de los otros, lo que trae a la memoria la película  imperdible dirigida por Alejandro Amenábar, con el uso de la técnica del juego  de espejos. Hay otros que tocan lo político, la ingenuidad, la infancia, la belleza,  la risa, la justicia, las relaciones de pareja. Seguramente cada lector tendrá su preferencia.
          
          Quiero referirme brevemente al cuento que  abre el libro y le da nombre. El autor plantea, entre múltiples interrogantes  con y sin signo, una posibilidad que yo, al menos, jamás había considerado: que  los niños con síndrome de Down provienen de un medio acuático y crecen en él.  Un cuento bellamente escrito, cariñosamente escrito. Luego de leer este cuento,  la mirada cambia y el lector puede ver en la realidad elementos inquietantes  que lo pondrán ante la posibilidad de que lo planteado sea cierto. Ricky, el  protagonista, se desplazaba en el agua con la seguridad y elegancia de un  delfín. El narrador nos cuenta, testigo asombrado y pertinaz, que luego de  contemplar a Ricky en el agua, no podía imaginarlo desplazándose por tierra.  Este texto, sensible y fino, tanto en el uso de lenguaje como en la perspectiva  respetuosa, nos pone ante una realidad posible a la que podemos acceder  simplemente dejándonos caer en los “intensos ojos azules” de Ricky y de todos  los Rickys con los que podemos encontrarnos. Sin duda, un cuento de factura  impecable que también nos enfrenta con nuestros prejuicios, nuestra mirada de  sociedad discriminadora y nuestro miedo al Otro.
         Finalmente, y como bonus track, los cuentos  fantásticos les gustan a los jóvenes, hoy día tan alejados de la lectura. No  por responsabilidad de ellos, obviamente, sino por la de un sistema  sociocultural que olvidó que la lectura provoca placer y puso el acento en la  obligación y la nota.
         Esperemos que este libro llegue, sin  obstáculos administrativos ni monetarios, a las bibliotecas públicas de Chile.