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        LA  HISTORIA DEL “GRAN RASCA” EN QUE NOS  MOVEMOS, SOMOS Y EXISTIMOS…
            "Las  caras y las arcas". Editorial  Catalonia, 2017. Poesía.  118 páginas.
        (Sergio Infante…es el autor de este  libro memorable…cuyas sensaciones vomito…)
         Por Juan Mihovilovich
 
        
        
          
        
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          Ah, ese Gran  Rasca que ha dado luz a los muertos y ha revestido de sombras y designios  extraños a los rasquillas que pululan por el mal llamado planeta azul, y que no  es otro que la reproducción  ad infinitum  de las tropelías humanas, de los avatares disfrazados de mendigos, de las  ruedas de la fortuna que se quedaron enredadas bajo la tenue mirada de una  nubecilla, que se encumbró en una torre de Fantasilandia o que se ha travestido  de quietas mansedumbres activas cuando los lobistas de la nueva era golpearon  sin vergüenza alguna las puertas de las monedas destruidas; y oh milagro de los  milagros que suelen ocurrir, que se esperan se añoran o se inventan, los niños  se divierten jugando a esos dados “einsteinianos” como si se tratara de la  última probabilidad de no desintegrarnos. 
         Y he ahí al Gran Rasca convertido en rufián  del cono sur y alguien con lucida parábola inventa, o no, no inventa, descubre  azorado, mientras mira hacia el 
cielo raso como si nadie lo observara, que las  rasquedad es parte de la humana convivencia y que el supremo hacedor del  rasquerío no es otro que un monigote inventado por nosotros, quizás para no  morirnos antes de tiempo o para morirnos, justamente, cuando corresponde,  mirando el cielo, ahora azul de nebulosas y querer distinguir allá lejos un  cometa, una ráfaga de luz que se inserte en nuestras células para comprender  que nada se comprende, porque ni con  todas las pistas ni señuelos que el Gran Rasca  nos entregue podremos superar nuestro congénito miedo de existir, y de  mezclarnos entre hombres y mujeres disfrazados de mall, de cibernética, de tecnología de punta subdesarrollada que  olvidó, milagro también de las reconversiones, el desarrollo superior del  espíritu, de un intelecto que sucumbió ante su propia especie y contempló  asustado el fin de sus quimeras, de las rasquedad o fomedad  del mundo, del flaitismo enseñoreado como el viejo y querido lumpen que resucitó  con Vladimir Ilich en un avión de segunda, pobre peladito soñador de pacotilla  tirando asustado todavía de una campanilla inexistente para bajar de las  alturas hacia un planeta que nunca le perteneció; y el Gran Rasca sonríe divertido, qué va, se mata de la risa, se  desternilla de risa, se dobla de risa, eructa de risa y se pavonea con su  militarismo de segunda, de tercera, su militarismo ensuciado con políticas  públicas privadas o viceversa….o Gran Rasca, te adoramos y te perdonamos no ser  como nosotros, los rasquitas del mundo, del planeta azul gris que deambula en  la terquedad de un espacio cósmico hecho de tiritas de luces, apenas divisados  con esos telescopios invertidos que nos muestran nuestra infinita pequeñez y tu  Grandeza de Gran Rasca a flor de piel, vibrando como un trocito de papel mecido  por el viento de la historia, de la historia que termina con estos sistemas de  mierda, que olvidaron al rasquita en la panza de la novia, en la cubeta, en las  prostitutas, en las comadres del campo y la ciudad, en la incubadora, y que  ahora tiñen de sangre todos los espacios de este vasto territorio. Y no hay  pacto que valga o si vale que valga lejos de mí, de ti, de nosotros.  
         Porque, ¿quién es  el rasca en esta historia, quien el imberbe, el niño, el adolescente, el  maduro, el viejo rasca, quién asoma sus tentáculos en el Arca de Las Alianzas,  el estertor final, cuando todos (¿?) quisieran descender del Arca del sistema  apestoso, de los urbi et orbi, de las  evangelizaciones militarizadas, de las divisas contenidas en los ahorritos de  segunda, en los manoteos de ahogados,   apenas se avizora el diluvio, el de los mares o de las mentes turbias o  enturbiadas emociones por tanto rasquerío de guitarras que ningún canto nuevo  alcanzó nunca a modular?  
         Rasca….Rasca que te rasca, y Sergio Infante  mirando el paso de la urna del Gran Rasca, con él mimetizado en su interior,  con nosotros, con este lector asombrado de su   peso y paso, avergonzado, rasquita hasta el final, chantita hasta decir  basta…basta…basta…que la muerte es ceniza o es gusanos…Amén….