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La caja vacía
Autor: Alberto Aguilar. Novela: 68 páginas.  Editorial Contragolpe 2014

Por Juan Mihovilovich



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“El anciano, como un fantasma que tiene todo el tiempo de  su lado,
volvió a escribir en la tarjeta: Respóndame escribiendo.” (pág. 28)

Alberto Aguilar es escritor de pocos y distanciados libros.  Su primera nouvelle data de hace diez años, Diario de un descenso, y en su momento llamó la atención por su lenguaje depurado y certero.  Ahora reaparece en la escena editorial con un texto igualmente exiguo, conciso y de clara hondura sicológica.

El personaje, un escritor,  alter ego del autor, presumiblemente, incursiona en un viaje en bus con rumbo a la casa de un escritor ya desaparecido, con el ánimo o la intención de “descubrir” el porqué de su larga sequía productiva.  Luego de editar “Memorias de un niño envejecido”, no ha podido dar con el tono exacto que posibilite otra nueva obra.  Su angustiosa existencia está circunscrita a rememorar la obra anterior  e intentar recuperar el don para el cual supone ha sido puesto en este mundo.  Carlos Ojeda es el narrador desaparecido y su nexo es la hija llamada Matilde, a quien reconocerá al término del viaje.  Su travesía en el bus está inserta en un misterio envolvente: un niño se acerca hasta su asiento con una caja vacía.  Un individuo que se hace llamar Ramón Cárdenas y que sería un escritor venido a menos, lo identifica y sabe de su afición como de su ausencia creativa.  Le señala como en clave la existencia de un sitio denominado Torre Vieja donde deberá escudriñar el sentido de ese don adormecido.  El talento existe, pero mientras no se exprese carece de sentido.

La nouvelle tiene un sesgo ineludible de cálculo soterrado.  A pesar de lo sinuoso del argumento, el autor sabe, sin duda hacia dónde se dirige.  A contrario sensu, el personaje tiene entre sus manos un destino equívoco, dubitativo.  Intuye, pero no sabe a ciencia cierta.  Y por lo mismo, en cada episodio pareciera alcanzar una respuesta que luego se desvanece, aunque paradójicamente sea el nexo necesario para lo que se avecina.

En el intertanto sufre por situaciones anómalas que, no obstante la cotidianeidad de las mismas, terminan por asfixiarlo y alterar su ánimo: una dependiente que se niega a atenderlo a tiempo cuando solicita una libreta de características determinadas, donde únicamente cree que podrá recuperar la escritura perdida;  un garzón que demora la entrega de un café y al que supone aviesas intenciones, etc.  Cierta dosis de delirio y una cercanía con lo esperpéntico hacen del individuo- personaje un ser desprovisto de la mano de Dios.  Pero, su tenacidad lo llevará a un desenlace imprevisible y que, sin embargo, en la trama previa pareciera casi lógico; pero claro, desenhebrar  el hilo con la madeja en la mano no es un mérito del lector, sino del narrador.

En suma, una nouvelle bien escrita, con profundidad psicológica y  diálogos afines al reflexivo discurso narrativo; con un personaje sufrido y confuso que termina por escribir su propia historia en esa suerte de búsqueda inconsciente que lo traslada hacia el origen de su vocación primera y última: la literatura.



 



 

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La caja vacía.
Autor: Alberto Aguilar. Novela: 68 páginas. Editorial Contragolpe 2014.
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