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LOS CERCOS INVISIBLES
Susana Burotto. Novela, Ril Editores-2016. 221 páginas
Por Juan Mihovilovich
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¿Qué hace que una novela sea atractiva, sugerente, profunda, matizada de diálogos agudos, de pausas reflexivas? ¿Qué hace que una novela como esta tenga la respuesta precisa a todas aquellas interrogantes?
Estamos en presencia de una familia bajo un concepto no tradicional: Sara, su hijo Alexis, el hermano de ella, Mauro, la pareja de éste, Salvador, un tercero incorporado, y la presencia innominada primero, real después, de Lautaro, el antiguo esposo de Sara quien, algo tardíamente, regresa de una suerte de exilio que lo tuvo largos años por Alemania. Lautaro, entonces, rodará por el mundo y desembocará en Trujillo, Perú. Conocerá a Natalia, se enamora y conciben a Belén, quien sufrirá también la ausencia paterna. He ahí la síntesis de los protagonistas que darán curso a una novela perturbadora y cautivante situada entre Talca, el balneario de Curanipe y Santiago.
En este conjunto de personajes que a menudo se entrecruzan con ambientes y escenarios en paralelo, hay un elemento aglutinador, un sujeto que las asocia de un modo invisible, secreto, misterioso, avalado por un carácter taciturno y desvaído, alejado del mundo real, sumido en la belleza corporal con que la creación lo ha dotado y esclavo de sus dilemas más hondos: Mauro, hermano de Sara, protegido y amante de Salvador, un individuo ya maduro y sereno, que provee y ama a ese joven extraño que el destino colocó enfrente como una prueba afectiva que afrontará hasta el fin de sus días.
En medio de esa relación descrita como un encuentro indispensable, subyacen los fundamentos de una tragedia que, por acción u omisión, involucrará a todos: al mismo Alexis y a Bruno Costa, un sujeto medio advenedizo que, subrepticiamente, germina en el armado de la historia. La narración otorgará pistas someras que insinuarán hábilmente el entramado de las verdaderas causas y efectos ocultos de la novela: el porqué del suicidio de Mauro.
La perspicacia narrativa de Susana Burotto nos sorprende con un talento inusual para delinear a cada personaje en sus atributos esenciales, con una descripción, en principio, dotada de justeza, pero que deja abierta la posibilidad de que sean otras las coordenadas que definen también sus ambigüedades.
Las secuencias atemporales y sus diálogos o monólogos insertos como si todo ocurriera de un modo simultáneo le otorga a la obra un sello distintivo, relevante. Además, incita a que la imaginación del lector indague, página tras página, por las razones que Mauro tuvo para terminar con su vida arrojándose al vacío desde un céntrico departamento. Y esas interrogantes presionan la vida familiar disgregada, como lo evidencia la autora de modo implícito, constituyendo el leit motiv de un cuadro fantasmal sobre vínculos sórdidos, apenas esbozados y que apuntan a un desenlace detectivesco, entretejido por un suspenso programado que desenrolla lenta y progresivamente el ovillo argumental.
La relación de pareja entre Mauro y Salvador es uno de los ejes de la novela. Pero no es menor el carácter dolorido de Lautaro y el ambiguo temperamento de Sara o la personalidad atribulada de Alexis. En todos ellos, la idea de lo inaprensible brota con una cuota de angustia envolvente: todos carecen de una vitalidad interior que los conduzca hacia el terreno de lo que suele denominarse social o normalmente aceptable. Lautaro regresa a reconstruir un pasado erigido sobre las ruinas de su deserción; Alexis ha estructurado su personalidad desprovista de un rol paterno supuestamente exigible y sustituido por el rol maternal, por la ligazón con Mauro y Salvador, cuyo sentido de vida coincide con el natural decaimiento de su madurez. Sólo que Mauro tiene secretos insondables que nadie conoce, salvo Alexis, sobre quien antiguamente recayó el peso de su mudez infantil por traumas que tal vez un día se revelarán. Y finalmente, el supuesto advenedizo: Bruno Costa, acaba configurando una velada triangulación que predeterminará un desenlace imprevisible.
Entonces surge Dolores, periodista experimentada, protectora de Alexis y que el destino azaroso la involucra como elemento catalizador para quienes intentan desentrañar el secreto que los envuelve. Ella recibirá las confesiones de Sara, Bruno Costa y en cierta forma del propio Alexis. Podría decirse, en términos reduccionistas, que el contenido argumental se sustenta en la homosexualidad de los personajes centrales. Pero no se trata sólo de eso. Las pasiones ocultas hacen parte de algo más vital y profundo. Lo que Susana Burotto pareciera darnos como tarea es poder adentrarnos en las motivaciones sicológicas, en las ausencias más discretas, las desolaciones más evidentes, las perturbaciones más oscuras, las suposiciones y contradicciones individuales del nucleo-familiar que constituye la novela. En un sentido más estricto, evidenciar que la vida está hecha de matices, de opuestos, que emergen casi siempre desde una infancia sacudida por los miedos e instalados en una adultez que saca a flote las fobias y angustias incubadas en su seno. La persona, en suma, que se desvive por atesorar una felicidad que se escurre a diario y que es analizada desde sus trances más íntimos y sus anhelos más recónditos.
En suma, una extraordinaria propuesta reflexiva sobre la condición humana, una invitación para adentrarse en los resquicios de los conflictos insertos en cada personaje y que, independiente de las opciones sexuales, nos son tan propios en sus orígenes como en sus consecuencias.
Una gran novela de una narradora de excelencia.
