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CORRER
Autor: Jean Echenoz.
Novela. Editorial Anagrama 2015. 140 páginas.
Por Juan Mihovilovich
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Jean Echenoz ha escrito de un modo brillante la historia -figurada o no- del excepcional corredor de medio fondo y fondo: el mítico checo Emil Zatopek, denominado “locomotora humana” y que pulverizara reiteradamente todos los récords mundiales de la época.
La historia tiende a confundirse con una descripción detallada de la personalidad de Emil: -con su nombre de pila el autor lo retratará en toda la novela y usará circunstancialmente el apellido- un individuo que, desde su niñez, será más bien retraído, tímido y consciente de no querer ser más que un joven simple y sin mayores aspiraciones. Salvo que la naturaleza lo dotó de unas condiciones físicas inusuales que lo irán situando, paulatinamente, en una espiral ascendente y que imbuido de cierto espíritu militarista lo llevará a escalar altas posiciones en la carrera castrense producto, justamente, de sus aptitudes atléticas.
Miembro del partido comunista y por ende elevado a la categoría de héroe nacional su nombre fue vitoreado en todas las competiciones deportivas de la época y su momento más relevante lo logrará en las Olimpiadas de Helsinki, en Finlandia, donde obtendrá las medallas de oro en cinco, diez mil metros y en la Maratón que, dicho sea de paso, nunca había corrido.
En toda su extensa vida deportiva su condición de superdotado lo elevó por sobre la media de un modo espectacular. Pero, la obra no sólo se circunscribe a evidenciar tales aptitudes, sino que las engarza de manera notable con todo un sistema de dominación autoritaria que vivió Checoslovaquia durante las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, donde la égida soviética pulseaba sin tapujos cualquier atisbo de disidencia en Europa Oriental y donde el propio Emil Zatopek fue siendo captado por la elite del poder hasta ser manipulado de tal forma que su presencia y status de héroe nacional era el emblema que el sistema comunista mostraba, no sólo a las capas de obreros, militares y jóvenes de su país, sino que se convirtió en producto de exportación no tradicional: un individuo adscrito al colectivismo de Praga que el mundo veía como símbolo de un sistema único y destinado a conquistar o expandirse por el mundo.
Así, la figura de Emil reverdeció la idea del comunismo checoslovaco, lo situó en las antípodas del occidentalismo burgués, ramplón y seductor para los codiciosos y ávidos del poder capitalista -según la propaganda oficial- por lo que su eventual acceso a los países que los constituían le estuvo siempre vedado, hasta que con la aparición de Alexander Dubcek y la recordada primavera de Praga, a la que Emil apoya y saluda fervientemente, le costará -junto con la invasión de los tanques rusos y el aplastamiento de aquella renovación- su caída fulminante, desde el relevante cargo de Secretario de Deportes, hasta terminar en funciones que pretendieron denigrarlo a ojos vista de sus compatriotas. Sólo que la medida causará un efecto inverso, que la novela se encargará de demostrar.
Un texto a todas luces relevante, que da cuenta de las condiciones superlativas de un individuo del montón que llegó a las más altas esferas del deporte mundial, que se casó con Dana, otra heroína olímpica en la jabalina y que extasió a millones de seguidores que hicieron de las carreras de Zatopek una suerte de destino común, de identificación casi metafísica con su estilo desgarbado, con la aparente desarticulación de sus movimientos corporales y esas muecas desgarradoras que parecían siempre situarlo al borde del desmayo y que, por algún prodigio desconcertante e inesperado, terminaba siempre con sus adversarios como si toda su existencia no hubiera sido sino la de correr tras un destino misterioso.
Una gran novela digna de Echenoz, uno de los selectos autores franceses modernos.