Sobre el amor de los caracoles o como abrir la puerta hacia nuestra infancia.
La insigne poetisa sueca de origen danés María Wine nos dice, en uno de sus poemas, que uno suele dormir en el zapato de su infancia. Esta hermosa imagen sirve de invitación perfecta para asistir a ésta, la última novela de Juan Mihovilovich.
Una suerte de serena navegación por el rio de la memoria, con sus infinitos meandros y recovecos. Un fluir que tiene de todo, pero, especialmente, exhibe una estremecedora sinceridad.
Lejos de cualquier lugar común, esquivando toda empalagosa nostalgia, el texto va mucho más allá para ofrecernos una mirada frontal a las figuras de quienes poblaron la niñez y primera juventud del protagonista. Es en el encuentro con esos rostros y esos ojos, es en esas facciones y en los surcos de esas pieles, y en las sombras proyectadas de esos cuerpos, que el narrador va modulando una voz que combina lo mejor de su talento descriptivo —ya mostrado en todos sus títulos anteriores— con la recurrencia constante a la introspección.
Es así que el alma del protagonista se va esculpiendo palmo a palmo, golpe a golpe, en comunión con cada uno de quienes poblaron el jardín de su infancia. Ingmar Bergman dijo alguna vez, parafraseando a la Wine, que uno jamás abandona ese jardín que recorrió en los primeros años de la vida. Leyendo estas líneas, reitero, que es justamente ahí donde se regresa luego del largo viaje a la Itaca que a todos nos toca intentar llegar en el devenir de nuestras existencias.
Notable invitación la que nos hace Juan Mihovilovich, cuyo colofón es la conmovedora noticia de que el amor también existe en el interior de los caracoles, criaturas sin cerebro y por lo mismo sin mente, pero a pesar de —o tal vez, gracias a ello— lo que se les permite conocer el sentimiento más misterioso de todos.
“El amor de los caracoles” es un texto que funge como una luz que ofrece claridad prístina en medio del penumbroso panorama que se atisba en la actualidad, en que reinan todo tipo de incertidumbres.
Leerlo nos devuelve la esperanza de que siempre hay una punta de playa dónde poder recalar.
Edgardo Viereck Salinas:
Director, guionista, productor y docente de cine con más de un centenar de participaciones en festivales nacionales e internacionales. Su filmografía incluye premiadas adaptaciones literarias a la pantalla. Como director destacan “El Cobrador” (cortometraje, 1996), “Gente decente” (2004) y “Schopsui” (2010). Como productor destaca “Y de pronto el amanecer” dirigida por Silvio Caiozzi, con la que representó a Chile en los Oscar 2018 a mejor película extranjera.
Nota: Novela en venta en librería el GAM en Santiago
PRESENTACIONES:
El 8 de agosto en Linares, biblioteca Municipal Manuel Fco. Mesa Seco.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com EL AMOR DE LOS CARACOLES
Autor: Juan Mihovilovich. Novela, 208 páginas.
Simplemente Editores, 2024.
Por Edgardo Viereck