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Yo mi hermano, de Juan Mihovilovich:
Una relación de odio que apenas logra maquillar un amor profundo
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Martes 19 de mayo de 2015
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Juan Mihovilovich nació en Punta Arenas en 1951, y se desempeña actualmente como juez del Juzgado de Letras, Garantía y Familia de Puerto Cisnes, Aysén. Hasta ahí todo normal, pero la imagen mental que podemos hacernos de él cambia cuando se leen sus expresivos y profundos trabajos literarios. Este juez se destaca con su escritura intensa y sentida, y ha llamado la atención con sus trabajos anteriores Grados de referencia y Restos mortales. Este es uno de esos autores que no se logra comprender cómo, teniendo un estilo tan pulido y luminoso, es posible que se mantenga en las sombras de la literatura nacional.
Yo mi hermano es un monólogo que interpela a un hermano que ha abandonado al otro. El hermano protagonista, se ha perdido en la locura y el dolor por este abandono que ha sufrido durante su vejez. Este hermano principal narra cómo el otro lentamente cayó en la competitividad extrema, los celos, las acciones bajas y, finalmente, en la indiferencia para con el hermano narrador. Sin embargo, el amor entre ambos siempre sobrevive, haciendo notar el profundo cariño entre los insultos y las pachotadas. Así como debe ser el amor de hermanos, pero teñido de la nostalgia por el abandono y los destellos de locura.
Los personajes de Yo mi hermano no tienen nombre. Conocemos a la madre, al padre, a los hermanos, el abuelo paterno y materno, a la novia del hermano alejado al que llaman C y a la tía Diamantina. Además en la narración hay dos voces: la del hermano protagonista que despotrica en contra del otro con un odio que solo maquilla un amor profundo, y la voz del mismo pero en referencia a sus experiencias en su reducido espacio vital. Una vez que lo pierde todo (familia, casa, mujer, hijas) debido a su afiliación a una iglesia evangélica que lo sumerge en la locura, llega a vivir con los padres y sufre el traslado a un centro psiquiátrico. El que lo lleva es este hermano alejado.
“¿Me viste alguna vez golpear a un niño? Nunca, ¿verdad? Entonces dile a ese tipo del blanco delantal que deje sus pastillas en otra parte, dile que confiaré en ti de nuevo y que serás otra vez mi ángel guardián como cuando yo era pequeño. ¿Te acuerdas cómo me cuidabas? Si yo me escapaba de la casa tú corrías tras de mí. ¡Ven!, me decías ¡Acá adentro hay una bailarina de ballet que puede enseñarnos a danzar como las aves!”.