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¿”West Side Story” o la Historia del Sur?

Por Jorge Marchant Lazcano. Desde Nueva York

 

Fuimos los primeros en llegar el sábado por la noche a la boletería del Steinhardt Theatre de la New York University, en donde se presentaba por el fin de semana "Kiss of the Spider Woman", el musical de Kander y Ebb, basado en la novela de Manuel Puig que hace unos años presentó Chita Rivera en Broadway. Aún así, fuimos los últimos en conseguir nuestras entradas. De acuerdo a lo que nos decía el fulano encargado de la Box Office, no tenían registrado nuestro llamado telefónico solicitando la reserva.

Una situación incómoda e inconfortable que le hizo decir a Pepe, mi compañero, que tal vez era porque nuestro inglés no era lo suficientemente bueno, lo que los ponía en aprieto dado la hipocresía que se maneja en este país respecto al tema de las discriminaciones raciales.

Esto es sólo a modo de preámbulo respecto a un fin de semana muy transcultural. "Kiss of the Spider Woman" no estaba mal, pese a que los muchachos del "chorus line" estaban pintarrajeados al parecer para verse como "latinos". Hecho absurdo, si Molina, el protagonista, era un perfecto muchacho anglosajón que más se parecía a Nicole Kidman que a William Hurt. Durante la función me pregunté cuanto de nuestra propia cultura podrían haber asimilado los creadores de este musical. Qué lectura de Manuel Puig pudieron haber hecho, o apenas era tomar la anécdota facilona de dos prisioneros muy opuestos compartiendo la misma celda, para tratar temas universales como la falta de amor, la solidaridad, o la imaginación desatada.

El domingo, la cosa se puso mucho más intensa con "West Side Story" en pleno Broadway. Después de 50 años de su estreno, Arthur Laurents, el autor del libro, con más de 90 años, dirige este ícono de la cultura musical de los Estados Unidos, ampliamente difundido por la película de Robert Wise que acaparó todos los Oscares de 1961. Y lo hace considerando que los Estados Unidos definitivamente cambió: los norteamericanos siguen hablando inglés pero deben necesariamente entender que el español llegó a ese país en oleadas de inmigrantes para no irse nunca más. Tal vez ha sido nuestra mayor conquista cultural: rendir a la soberbia de los yanquis con el poder de nuestro idioma.

De cualquier forma, el asunto funciona a medias tanto en el espectáculo como en la calle.

Del total del musical, sólo se han traducido dos temas: "I Feel Pretty" y "A Boy Like That", y algunas líneas de diálogos. Pero "America", sigue siendo el continente sin acento, y en el Quinteto de "Tonight", Anita sigue cantando en inglés.

Tuve la impresión de que a la mayoría de los norteamericanos esto no los convence para nada. Y era que no. En el "Time" leí acerca de la pérdida de la poesía del idioma inglés en "I Feel Pretty", como si al hispanizarla se le estuviera bastardeando. Y aquí vuelvo al majadero punto de conexión con nuestra fallida reserva telefónica. Para la gran mayoría de los norteamericanos, los millones de inmigrantes que han corrido las fronteras de los Estados Unidos más hacia el sur, siguen siendo bastardos, grasientos latinos o hispanos, como quisieron mostrarnos esos pobres muchachitos maquillados de la New York University.

La transculturización es un fenómeno de vastas dimensiones. Queens es una especie de Latino América, o de India también, y por qué no de China. El cuarenta por ciento de sus residentes han nacido más allá de las fronteras. El español que se escucha por las calles deja mucho que desear, pero es el lenguaje oral del pueblo, de los diversos pueblos centro y sudamericanos. El domingo por la noche, regresamos a Queens en bus en vez del subway, y nos llamó la atención un muchacho latino que se hacía el dormido para no darle el asiento a una india con su crío en brazos. Cuando subió una centroamericana cargando también a su respectivo crío, el muchacho despertó de inmediato y le dio el asiento. Una revelación de las sutiles fronteras del racismo.

Igual, respecto a "West Side Story" no hay que olvidar que Leonard Bernstein, su creador musical, estaba casado con Felicia Montealegre, una chilena de sociedad, muy lejana a los mexicanos que levantan los platos sucios en los restaurantes. No sabemos a estas alturas si "Somewhere" el tema que habla de un futuro mejor, se refiere a las ilusiones de los puertorriqueños - la minoría racial de entonces - o a las de un "mundo mejor" para otras minorías, incluidas la sexuales, entre las cuales, pese a la señora Montealegre, Bernstein intentaba abrirse paso junto a Laurents, Steven Sondheim y Jerome Robbins, el cuarteto de brillantes homosexuales que crearon en los años 50 esta maravilla musical que ha trascendido en el tiempo.

 

 

 

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