La noche de Obama. Por Jorge Marchant Lazcano

LA NOCHE DE OBAMA

Por Jorge Marchant Lazcano/New York.

La noche del 4 de noviembre en Nueva York, fue algo realmente emocionante: la sensación de ser parte de la GRAN historia. Estábamos en el lugar adecuado, a la hora adecuada. Un poco en la medida, como si retrocediendo en el tiempo, hubiéramos estado el día que eligieron a Kennedy o que mataron a Luther King.

Ni más ni menos que en Times Square, a las 11 en punto de la noche cuando Barack Obama fue proclamado Presidente electo por las gigantescas pantallas que las distintas cadenas tienen encendidas en los muros de los rascacielos. El jolgorio fue en aumento y logramos ubicarnos frente a los estudios de ABC, mientras una cámara móvil hacia paneos sobre nuestras cabezas y la multitud rugía coreando el nombre de Obama, y luego: "We did it!!!" o "Yes, ve can!!!" (respecto a la posibilidad de hacer cambios. Si podemos!)

Los policías pusieron barreras metálicas para impedir que el enorme público se tomara la calle Broadway por donde seguía pasando tránsito. Todo el mundo tocaba las bocinas. La noche estaba particularmente cálida para noviembre, y comenzó a caer una suave llovizna que se desvaneció de inmediato. Era emocionante ver a tanta juventud de todas las razas, pero particularmente, jóvenes afroamericanos, especialmente muchachas muy comprometidas, con grandes carteles, llorando ante el discurso de Obama desde Chicago. Las cámaras y los innumerables fotógrafos posiblemente de todo el mundo se detenían principalmente frente a ellas. Cruzaban delante nuestro los equipos de ABC, presentadores maquillados con una verdadera corte de productores, camarógrafos, luces planas muy fáciles de transportar, guardaespaldas... sí, me llamo la atención los guardaespaldas que protegen a los conductores de televisión, como si estos fueran figuras de gran envergadura.

Llevaba mi pin de Obama en la solapa que había comprado esa tarde en Union Square, epicentro de cierta juventud rebelde neoyorkina, feria de vanidades un poco más cercana a la tierra y al sufrimiento en otros hemisferios.

Pero lo realmente importante era la sensación de que aquel era un momento indiscutiblemente histórico: después de 143 años en que los negros estaban esclavizados cultivando el algodón, luego convertidos en ciudadanos de segundo orden, hombres que hasta avanzada la década del 60 del siglo pasado seguían siendo el "boy" de los mandados, y debían sentarse en los buses en la parte de atrás, hasta que Rosa Parks, cansada, no estuvo dispuesta a cederle el asiento a un blanco. Los matrimonios interraciales eran considerados una ofensa para los blancos, y habría que revisar solamente el historial cinematográfico de Hollywood para comprobar el tamaño de la afrenta. Este es realmente un nuevo capítulo en la historia de Estados Unidos y el mundo.

Cuando en Africa, la raza humana corre el riesgo de extinguirse por el flagelo del hambre y las enfermedades, en la Casa Blanca un afroamericano, primera generación en este país, logra el poder arrebatándoselo a los republicanos que han manejado los sucios negocios, las guerras, y han aterrorizado a la nación, ellos mismos, con su propio terrorismo.

Pese a la terrible crisis económica en la cual habrá que enforcarse por las próximas dos generaciones, modernizando el sistema de jubilaciones, el sistema de salud, (22 mil personas mueren al año en los Estados Unidos porque no tienen acceso al seguro de salud), los Estados Unidos dan señales de que al menos parte de su población está despierta, que los anima un nuevo sentimiento de igualdad y justicia, lo que a nosotros nos costará comprender ante la arrogancia y el desprecio que han manifestado fundamentalmente a través de sus gobiernos republicanos.

A pesar de los vientos otoñales que soplan fuerte en esta época del año, antes del ceremonial de Acción de Gracias, la ciudad de Nueva York amaneció un poco más limpia y, desde ya, agradecida. Es el efecto de que un nuevo aire es posible.

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