Jorge Marchant Lazcano presenta “El amante sin rostro”, su nueva
novela
“La tragedia de Wilde
marcó a una generación”
Por Mili Rodríguez
Villouta
La Nación Domingo / Domingo 11 de mayo de
2008
Es un turista que
se queda en Nueva York, vive seis meses al año en la zona babélica
de Queens. Su última novela sucede frente al Central Park, en invierno;
esta semana la presenta en Santiago, mientras “Sangre como la mía”
(Premio Altazor 2007) se acaba de publicar en España y saldrá en París
en un par de meses. Son novelas de un tema todavía incómodo: el mundo
homosexual.
Durante el verano santiaguino trabaja
como lector fantasma, es un ghost reader, un sénior del área
dramática de Televisión Nacional. Un lector de materiales extranjeros
que también es de algún modo un extranjero. Y al mismo tiempo un chileno
que no puede dejar del todo Chile.
El escritor aparece en el umbral de su departamento de la calle Santa
Lucía, y su rostro sonriente se superpone por un instante perfecto
al de Franz Kafka en una fotografía en blanco y negro, en un librero.
Kafka y él se parecen físicamente. "Soy como un pariente sudamericano",
se ríe. "El mundo se ha vuelto tan kafkiano, que Kafka cada vez es
menos Kafka".
Y el mundo manifiesta cada vez menos
ataques de nervios con el tema homosexual. Aunque él no está muy seguro
de eso.
Se larga al verano neoyorquino en cuanto
se apaga el sol de Santiago, y se queda allá seis meses. Una doble
vida que comenzó hace cinco años. Allá vive su compañero, "Pepe. Él
es el dueño de casa, yo soy el invasor. En Estados Unidos ¡soy un
pelo de la cola! El último del escalafón. Soy un turista que me quedo
más tiempo, un paria que disfruta la libertad de escribir".
"‘Sangre como la mía’ afirma
es una novela más vivida, ‘El amante sin rostro’ es más imaginada;
el gran juego de Matías el narrador es imaginar. Y pasa en un mundo
norteamericano rico que no conozco, yo no voy a departamentos en la
calle 86 Este".
- ¿Te has enamorado
de NY?
- Me gustan ciertos elementos de la vida neoyorquina. La vida norteamericana
en general es totalmente distinta, y es bastante pavorosa. Me gusta
la libertad de vagar, cosa que los neoyorquinos no se dan. Ellos no
salen de sus barrios. Los que viven en el East Side no pasan al West
Side, los que viven en el Village no suben al Uptown, y nadie va a
Queens, donde yo vivo. El 40% de los residentes de Queens no han nacido
en Estados Unidos. Jackson Heights era una zona de clase media blanca
en los cincuenta, ahora es un sector absolutamente latino. Tú te bajas
del subway en Jackson Heights y te parece que entraste a Guatemala
o a Ecuador. Puedes ver a una indígena guatemalteca vendiendo choclos
en la calle. Y hay un Little India que es como Bombay. Y Forest Hills,
donde aún están las antiguas canchas de tenis.
- ¿No te sientes
solo aquí la mitad del año?
- ¡Sí...! Y creo que el tema más de fondo es un tema de cobardía,
de no haber sido capaz nunca de vivir en un solo lugar.
HABRÍA
SIDO PAVOROSO
Su primera novela, "La Beatriz Ovalle",
publicada en 1977 en Buenos Aires, tuvo siete ediciones. Marchant
tenía 27 años y estaba fascinado con Manuel Puig. "Con el primer Puig",
aclara. Al comienzo de los ochenta hubo un intento de llevarla al
cine. Raquel Argandoña haría el rol principal: "Felizmente el proyecto
no se concretó, habría sido pavoroso."
- Hay lecturas
norteamericanas en "El amante sin rostro".
- Sí, el referente fundamental es Scott Fitzgerald en "El gran Gatsby".
Matías, el protagonista de mi novela, es un observador, él está en
un mundo que no le pertenece, como Nick Carraway está frente al mundo
de la opulencia de Gatsby. Y Philip Roth es otro referente. "Pastoral
americana" es sobre un hombre que descubre que su hija es ¡terrorista!
Él siente que esta fiera indígena, que viene a ser su hija, destruye
todos sus cimientos.
- Era casi una
premonición.
- Sí, porque fue escrita antes del 11 de septiembre de 2001.
- También hay
varios guiños a José Donoso. Es una literatura que remite a otras
lecturas, muy de nuestra época.
- Sin duda. Hay un intento de hacer sentir esas otras lecturas. Esa
intertextualidad que te permite dejar entrever las costuras del texto.
Las lecturas que pasan delante de ti no las niegas: las integras,
es algo muy propio de la literatura posmoderna.
- También es
propio de Dalí haciendo homenajes al Ángelus.
- Es parte de toda una tradición y del arte del siglo XX.
- Durante años
la televisión te alejó de la literatura, ¿no?
- Y no tenía tiempo para llorar. Pero me hicieron sentir que iba perdiendo
terreno y eso me daba angustia. Una vez al año se decía en algún medio
escrito: "¿Qué fue de Jorge Marchant?". "¿Y dónde está Jorge Marchant?",
"Ojo, Jorge Marchant, todavía hay un lugar en la banqueta", me acuerdo
que dijo Marco Antonio de la Parra. Qué diablos, había que seguir
adelante, ya se sabe que los escritores en Chile nunca hemos podido
vivir de la literatura.
"ES UNA NOVELA
QUE YO ME DEBÍA"
- Y ahora estás
publicando en España y Francia.
- "Sangre como la mía" era una novela que yo me debía, que tenía que
escribir alguna vez. Estaba esperando una etapa de madurez para enfrentarla
con seriedad y con una capacidad completa. Lograr esquivar los miedos
de entrar en una temática homosexual, y eso significó años de lucha
conmigo mismo para librarme del temor. La novela me liberó mucho,
y bueno, tuvo el Premio Altazor. Al poco tiempo, Alfaguara, que era
mi casa editorial, insiste en no sacar mis libros de Chile, y una
editorial española la toma. E inmediatamente la contrata una editorial
francesa. La puerta se abrió.
- ¿Sientes que
el tema homosexual ha dejado de ser tabú?
- En principio, pero igual la gente lee con cierta aprensión, con
cierto recelo. Es un tema que no está del todo asumido en nuestra
sociedad. En "El amante sin rostro" hay un sacerdote homosexual. Es
un tributo a Augusto D’Halmar y su cura Deusto. El personaje mío,
planteado 60-80 años después, nuevamente está encerrado y obligado
a desaparecer, es una muerte en vida. Es un personaje eliminado del
mundo cultural.
- ¿Cómo has
vivido, en lo personal, el tema de la exclusión?
- Yo he tenido una vida familiar bastante noble, tengo hermanos con
los que nos queremos mucho, pero aunque exista mucho afecto, siento
que soy como el eslabón que se desencadena del círculo. Después de
muchos sobrinos, uno de mis hermanos me nombró padrino de una de sus
hijas. Eso muestra el lugar que ocupas en la familia. Ahora, ellos
están muy orgullosos de mi trabajo literario, y de alguna manera se
han puesto al lado mío en una forma de batalla. Se lo agradezco especialmente
a mi mamá. Para una mujer, a los 80 años, no es fácil enfrentarse
a un texto como mi última novela. Ahí yo sentí su amor.
- ¿Hay un efecto
generacional? Porque a Donoso le tocó el silencio absoluto.
- Donoso es un caso emblemático. Y está el caso de Somerset Maugham,
en los años posteriores a la tragedia de Wilde. El tipo tiene tanto
miedo que nunca escribe ¡nada! que tenga que ver con la homosexualidad,
siendo él homosexual. La tragedia de Wilde marcó a toda una generación.
- ¿En definitiva,
tú no sientes que hayas sido marginado?
- No. Sería llorar algo que no corresponde. Tal vez cuando adolescente,
en el colegio. A fines de los años sesenta, parece mentira, la posibilidad
de que un chico tuviera atisbos de homosexualidad era absolutamente
aterrador. Y yo tengo dudas de cuánto haya cambiado, creo que hay
una homofobia encubierta fuerte, fuerte. La homofobia está ligada
a la ignorancia y al miedo. Un miedo ancestral.
- Una frase
de tu novela dice "toda esta gente arrogante que desprecia a los que
no son arrogantes".
- Habla de un mundo de clase media alta chilena donde se descalifica
tanto. Hay cosas sobre las que no se habla: el lesbianismo, por ejemplo.
Para una chica lesbiana, vivir en Chile hoy debe ser... como haber
sido homosexual ¡en los años cincuenta!
-¿Para ti ser
homosexual fue un secreto?
-Nunca tanto. Pero en los años ochenta estaba el miedo, cada vez que
me entrevistaban era una sensación de miedo tremendo, un intento de
pasar inadvertido. Por mucho tiempo tuve la sensación de estar en
el lugar equivocado, y lo transmitía. Alguien escribió que daba la
sensación de que yo estaba en un terreno en el que no me sentía cómodo.
Como que la popularidad que en algún momento pude haber tenido no
me quedaba bien, porque yo no sabía manejarla. Eso influyó en mi falta
de protagonismo, quedé en un segundo plano, donde me sentía relativamente
bien.
Ahora, a pocos días de la última corrección
de "El amante sin rostro", Marchant confiesa con un aspecto radiante
que se ha quedado "en un vacío tremendo". "Y no es un lugar común,
ni una siutiquería. Hay una sensación de ¿qué hago ahora? Como un
signo de interrogación en la cabeza".