
        
        JORGE MARCHANT LAZCANO:
“EN LAS GUERRAS NO HAY VERDADEROS TRIUNFADORES”
        Por Mario Rodríguez Ordenes
        El Diario Austral de Temuco. Domingo 4 de julio de 2010
        
        
        
          Jorge Marchant Lazcano –  Santiago, 1950 – es uno de los narradores más interesantes de la narrativa  chilena reciente. Entre sus novelas destacan “La Beatriz Ovalle”, que tuvo siete  ediciones; “Me parece que no somos felices”, “La joven de blanco”, “Sangre como  la mía”- con la que obtuvo el premio Altazor en el año 2007 -, y más  recientemente “El Amante sin rostro”… Conversó con El Diario Austral de Temuco,  tras el lanzamiento de “El Ángel de la Patria”, Editorial Grijalbo, 2010.
          
          - En el relato se pueden  apreciar las luces y las sombras de la sociedad chilena, tras la tragedia de la  guerra. ¿Cómo reconstruyó ese contexto histórico?
          - Me basé fundamentalmente en el  texto “Los huérfanos de la guerra del Pacífico”, del joven historiador David  Home Valenzuela, así como en la observación de algunos hechos sociales en  memorias escritas por esos años como las de  Ramón Subercaseaux, Abdón Cifuentes o Crescente Errázuriz que permiten medir el  pulso altamente clasista de aquella oscura época. De cualquier forma, “El ángel  de la patria” pretende ser un poco más que la típica novela histórica escrita  con ánimos comerciales. En las “buenas novelas históricas” – estoy pensando en  “El Gatopardo”, o en “La mujer del teniente francés” -, el pasado se está  inventando, recreando. Este no es necesariamente un ejercicio de resucitar el  pasado. Por eso mismo, y a través del lenguaje, podemos ver el pasado como una  suerte de espectáculo. En la literatura hasta los hechos más viles adquieren  una naturaleza estética.
          LA TRAGEDIA DE LA   GUERRA.
         - Los huérfanos de las víctimas  de la guerra quedaban desamparados. ¿En que consistió el asilo de la patria?
  - “El Asilo de la Patria” fue una institución  creada por la Iglesia Católica  para darle protección a los huérfanos a partir de la tragedia de 1879 en  Iquique. Al parecer, las familias de los combatientes quedaban en pésimas  condiciones económicas, lo que demuestra la precariedad de aquella sociedad  civil, tan fuertemente marcada por el clasismo. A los soldados que partían a la  guerra, más que temer al enemigo, los inquietaba el porvenir de sus mujeres y  de sus hijos que quedarían en la indigencia. El presbítero Ramón Ángel Jara se  hizo cargo de la conducción de este organismo, avalado por ciertas figuras como  Vicuña Mackenna, pero como eran años de fuerte discrepancia entre la Iglesia y el Estado, el  asilo pasó por distintas crisis hasta su cierre pocos años después.
        -  ¿Considera que las heridas de la Guerra del Pacífico están  cicatrizadas?
          - Desde mi modesta opinión como  narrador – porque yo no soy historiador -, siento que las guerras hacen mucho  daño a los hombres, incluso en el triunfo. Al triunfar, como fue nuestro caso,  nos hizo sentirnos superiores en muchos sentidos, moral y económicamente. Esas  características marcaron nuestro orgullo nacionalista. En el mundo del siglo XX  se pudo ver que los nacionalismos exacerbados podían conducirnos a las más  horribles pesadillas. 
        -  Se aprecia el daño irreparable  que queda tras la guerra…
          - Lo dice Ángel, el protagonista  de la novela, y me permito reproducirlo: “Incluso de haber perdido la guerra no  seríamos estos logreros de hoy, intentando amasar fortunas o despilfarrándolas.  Sumidos en el vicio sin modestia y, por sobre todo, reemplazando la sabiduría  por el cinismo. Le habría dicho, en suma, que tanto los vencedores como los  vencidos fuimos derrotados.”
          
          Al parecer, en las guerras, al  fin y al cabo, no hay verdaderos triunfadores.
         LA NOVELA
         - Jorge,  ¿cómo surge esta novela?
  - “El ángel de la patria” surge  directamente de la lectura de “El luto le sienta a Electra”, una trilogía  dramática de Eugene O’Neill, Premio Nobel   de Literatura en 1936, quien se permitió una transposición de los  personajes de la Orestíada  a los años de la Guerra Civil  norteamericana. Es un texto difícil de encontrar en español, y lo tuve que leer  con muchas dificultades en inglés. Tampoco se ha representado nunca en Chile  por su extensión. Los norteamericanos han hecho hasta una ópera de esta obra. A  riesgo de parecer poco original, pero apasionado por esos personajes en donde  están las mayores oscuridades del ser humano, me permití esta “otra vuelta de  tuerca”: Electra y su conflicto en la guerra del Pacífico.
        - ¿Cómo fue elaborando el  personaje de Ángel? 
          - Interesado en re-imaginar la  desintegración de la familia de Agamenón y sus pasiones destructoras, el  adulterio, el posible incesto, la neurosis de Electra tal como se le ha visto  en el siglo XX a partir de Freud, quise incorporar un Oreste, un “hermano”  diferente, y ese es Ángel. Un huacho es el ser más inferior en la escala  chilena, pero nuestra  sociedad y nuestra historia está llena de ellos. Ángel se  convierte así en el motor que no solamente narra los hechos, sino que tiene la  suerte – o la desgracia – de compartirlos.  Es por ello también que me interesó ver a  Ángel en dos períodos, como un niño casi inocente en medio de la hecatombe, y  como un hombre sombrío capaz de analizar nuestro destino como nación.
sociedad y nuestra historia está llena de ellos. Ángel se  convierte así en el motor que no solamente narra los hechos, sino que tiene la  suerte – o la desgracia – de compartirlos.  Es por ello también que me interesó ver a  Ángel en dos períodos, como un niño casi inocente en medio de la hecatombe, y  como un hombre sombrío capaz de analizar nuestro destino como nación.
        -  ¿Se aprecia una sociedad  chilena cruzada por las grandes diferencias sociales?
          - Sin duda, y eso era  fundamental para crear un buen retrato de aquella época, vista con los ojos de  hoy. De ahí el cruce de las barriadas miserables de La Chimba, en donde vive  Ángel, a las opulentas mansiones de la Alameda de las Delicias, o de la avenida España  en donde vive la familia Bascuñán.  De  cualquier forma, la verdad es que la mayor parte de Santiago debía estar sumido  en la miseria y la degradación. Ese Santiago de postal que la historia oficial  ha intentado vender, se limitaba a un perímetro muy estrecho, cuatro o cinco  cuadras con mansiones de cartón piedra, la calle Ejército con pavimento de  madera para los carruajes de la familia Cousiño. Las riquezas del salitre,  fruto de la guerra del Pacífico, crearon escandalosos monopolios, fortunas  privadas que corrompieron a la clase dirigente. 
         Orrego Luco en sus novelas de  esa época permite ciertos cruces sociales, pero está demasiado afectado por su  visión aristocrática de esa sociedad, por lo que a pesar de los graves  conflictos morales en “Casa Grande”, tiene una visión romántica y ensoñadora.  En su pertenencia a ese mundo, sólo ve el esplendor que se vendría abajo  después de la primera guerra mundial.
        -  Ángel  logra salvarse a través del amor.
  ¿Usted encuentra? Ángel, el  hombre que regresa después de tantos años, en la época del Centenario de la República, pese a sus  posibles éxitos comerciales, es un personaje derrotado por sus acciones en el  pasado. El amor podría haberlo salvado en su adolescencia, si Nina hubiese  tenido un poco más de piedad por él. Pero eso es parte de la intriga de la  novela, y creo que es mejor dejárselo para descubrir a nuestros lectores.