Después del peso
de la noche
[Entrevista con José María Memet]
Por José Ángel Leyva
Alforja. Revista de Poesía, Nº42. Otoño de 2007
El poeta José María Memet es, como pocos autores, activista de la poesía. Comparte
la noción de que para hacer crecer los públicos lectores de literatura es
necesario difundir la obra y los significados del quehacer de los poetas. Desde
ChilePoesía despliega acciones encaminadas a promover el intercambio cultural entre
países de América Latina, y con certeza también con naciones de otros continentes.
El conocimiento y el reconocimiento de nuestras tradiciones poéticas permiten, además
del trasiego de ideas estéticas, inquietudes de renovación e incorporación de
impulsos creativos, puentes de identidad como región lingüística de habla hispana y
lenguas indígenas que buscan su reivindicación en el mundo globalizado. El activismo
literario implica de algún modo el descuido de la obra propia ante la necesidad de
promover el universo creativo de los otros. Pero no hasta el punto de omitir la responsabilidad
autoral, de la exigencia por estar a la altura de lo que se promueve y fomenta.
En ese sentido, la escritura de Memet está a salvo, ya que posee el vigor de una
poesía que se mira orgullosa en el espejo, y sin complejos se coloca en la fila de lo
recomendable.
José María Memet (1957) nació en Neuquén, Argentina. Adquirió la nacionalidad
de sus padres, originarios de Chile. Fue opositor a la dictadura pinochetista, trabajó
durante una década en la Vicaría de la Solidaridad (organismo que denunció las
violaciones de los derechos humanos y que promovió la defensa de los mismos) y, como
muchos de sus compatriotas, fue detenido, secuestrado y torturado. Entre los
años 1981 y 1985 vivió un corto exilio en París. Hoy, desde el Chile de la democracia,
donde Memet es considerado uno de los poetas más políticos, descubrimos a un
creador que no teme decir lo que piensa y es capaz de hacer lo que sueña.
- José María, hemos compartido varios espacios de lectura y hemos tenido la oportunidad
de conversar con franqueza en largos almuerzos. Comencemos entonces por Chile
Poesía, por tu vocación de promotor y organizador. Es claro que tienes todos los atributos
para convertirte en un empresario cultural, pero has optado por la gestoría cultural,
específicamente literaria. ¿Qué te impide ser lo primero y qué te obliga a ser lo segundo?
-
Nada me impide ser lo primero, pero prefiero la segunda opción. El hecho de ser
gestor cultural me posibilita estar en la primera línea de lo que llamaría el hecho cultural.
Crear un mundo propio y establecer parámetros propios de convivencia cultural
es casi un espejismo en el país más mercantilista—hoy por hoy—de América Latina.
Ante esa realidad que atenta contra el individuo y los conglomerados humanos,
prefiero la posibilidad de seguir soñando, de seguir construyendo mundo, por sobre
una práctica cultural asociada al dinero y sus intereses. El hecho de trabajar específicamente
en una gestoría literaria refleja la necesidad de una tradición y la contribución
a crear los lectores del mañana. Si en un concurso de poesía que organicé
hace un par de años participaron catorce mil poetas chilenos, no es una utopía pensar
que la poesía goza de buena salud en Chile.
- ¿Cómo adviertes tu escritura en medio del trasiego que provoca tu denodado espíritu
convocante y en qué medida piensas que puede incidir para provocar movimientos o
acontecimientos de renovación en nuestras literaturas?
- Es paradójico que existan herramientas y medios de comunicación que nos permiten
al instante establecer nexos con alguien o personas en puntos muy lejanos del
orbe y, sin embargo, estemos más solos que nunca. Esa soledad me preocupa y me
preocupa más dentro de nuestra lengua y de nuestras lenguas. He ido comprobando
un escepticismo metafísico y un badulaqueísmo creciente, producido por el excesivo
bombardeo a nuestras mentes. Nos quieren sólo para comprar, no para pensar.
Quieren sociedades y pueblos serviles. La resistencia que la cultura ofrece a este tipo
de sociedades no es inútil. El atajo que se nos vende hacia el éxito o el reconocimiento
es el principio del fin de esta política. La cultura es como el agua, te limpia, sacia tu
sed, permite que navegues, crea vida, que es lo que requiere un ser humano.
La renovación de nuestras literaturas es para mí un asunto personal, no colectivo.
Me refiero al hecho que las obras son las que inciden en cambios culturales a
mediano y largo plazo; son las ideas y los sueños los que permiten vaticinar otro tipo
de sociedades. Encontrarnos y reunirnos y querernos tiene el sentido de recobrar
para nuestra América y para el mundo el sentido de lenguaje y el sentido de que el
otro existe.
- Desde tu punto de vista, ¿cuál y cómo es la relación que debe mantener un promotor
y gestor cultural con las instituciones estatales y con la iniciativa privada, es decir,
con el poder?
- La independencia y la construcción de proyectos propios que no pasen por la
censura o el interés político inmediato ni que sean meros medios para la venta de
productos o promocionar el mercado. Tiene que existir una simbiosis, una propuesta
que yo denomino proyecto país. Creo que uno de los elementos clave es entender
que vivimos en un mundo de temores, con gran ansiedad de lo que nos depara el
futuro y un presente catastrófico. Se requiere interactuar y la cultura es patrimonio
de todos, es allí donde existe un vínculo de encuentro y donde los seres humanos se
escuchan, dialogan, articulan un sueño. El centro de un proyecto no es la suma de los
aportes monetarios, sino las ideas que envuelven un destino común y que deben expresarse
como referente para todos.
- ¿Cuáles son tus mejores y tus peores experiencias en esta labor? ¿Has deseado botar
la gestoría para buscar formas más gratificantes de vida? Háblame de lo que significa
para ti vivir en Chile y pensar en lo que otros escriben, y también en lo que otros piensan
de tu trabajo.
- En Chile es mucha la envidia hacia una persona que se destaca, y más aún para
alguien que realiza proyectos que involucran distintos estamentos y miles de personas
participando. La mejor experiencia—aparte de mi trabajo poético—es haber
cambiado el concepto de recital poético y haberlo transformado en un evento público,
de masas, donde se utiliza el espacio público como soporte espacial, artístico
y político.
Por ejemplo, utilizar el palacio de gobierno y que desde sus ventanas los poetas
reciten a la multitud; ocupar el entorno de edificios para que los poetas reciten desde
distintos lugares y alturas; bombardear con doscientos mil poemas La Moneda
como una forma de sanar la memoria colectiva y el espíritu del país; conseguir un rompehielos con la armada y hacer la entrega del premio de poesía para poetas jóvenes
en una travesía, en medio del mar; realizar un recital de poesía y una reflexión
enVilla Grimaldi, el principal centro de tortura y desapariciones; realizar el recital en
la Escuela Militar, tan incomprendido por los reaccionarios de izquierdas y derechas.
He demostrado que para la poesía y su proyección en el imaginario colectivo no
hay nada imposible. Es una labor agotadora pero fructífera, que ha reposicionado el
género. Para mí, vivir en Chile es construir, es vivir dentro de mi memoria y afuera
en mi realidad. La poesía chilena tiene una tradición contundente y notable; por generación
surgen de diez a quince poetas que tienen un lenguaje propio, un sello. Ser
poeta no es fácil, pero si superas tu propia desesperación de juventud y las trabas y
zancadillas, y trabajas tu obra con rigor, ésta será reconocida. He sido desde muy joven
un poeta que ha logrado reconocimientos en forma temprana, tanto en Chile
como en el exterior. Pero estoy en la mitad de mi proyecto escritural y he escrito
once libros. Tengo buena relación con mis pares, salvo con aquellos que creen que
escribir poesía es una carrera de caballos y una competencia, a esos los desprecio
atenta y desatentamente.
- Vamos entonces un poco atrás, al paisaje que conociste en tu infancia, al sentido de
las fronteras entre países aparentemente semejantes y aparentemente distintos: Chile y
Argentina. ¿Cuál fue tu noción escolar de país, nación, patria, individuo?
- La verdad es que el sentido de las fronteras no me interesa. En un poema fui muy
claro al plantear que “Me es claro en la conciencia, que la patria / es sólo la desesperación
de los poderosos. / Yo no tengo patria. Vago por mi mente, / en silencio,
aterrado, pero libre al fin. / La única patria que reconozco, es la circunferencia de la
tierra.”
Mi familia—por el lado de mi madre—son descendientes de Mapuche, tienen
más de quince mil años en la zona. Soy de la zona de Araucanía: La Frontera. Ése es
su nombre. La delimitación geográfica actual fue impuesta por conquistadores, chilenos
y colonos; la humana y la de la memoria diaria permanece inalterable: lengua
propia, dioses propios, una relación con la naturaleza, tanto por el lado argentino
como por el chileno, me refiero a mis ancestros.
Los lugares de mi infancia fueron Padre Las Casas, Curacautín, Quitratúe y Temuco,
la frontera de tres culturas: la mapuche, la chilena y la alemana (los colonos).
En esa época el lugar estaba pleno de bosques nativos, los trenes eran con locomotoras
a vapor, todo era un gran trueque, un far west. Una imagen poética que aún se
mantiene en algunas calles de Temuco es, por ejemplo, un gran martillo sobre la tienda,
que indicaba que se trataba de la ferretería; una gran olla, cuya relación era para los artículos de cocina; un arado gigante para referirse a los instrumentos para trabajar
la tierra. Neruda habla de ello en sus memorias. En síntesis, fui, soy y seré un
individuo cercano a la naturaleza, con una relación fuerte con la tierra y los elementos
primordiales. Vivo en la ciudad, pero soy un hombre de la tierra. Eso significa
mapuche: hombre de la tierra.
- ¿Qué significaron y significan esas grandes tradiciones de la poesía de tus dos países
en tu formación y en tu desarrollo como lector y como poeta? Sobre todo lo que representó y representan figuras ceñidas a la identidad latinoamericana y aquellas que se esforzaron
por infundir un espíritu de renovación y búsqueda a la poesía sin limitarla a una
ubicación geográfica.
- Es curioso, pero los poetas chilenos tienden a minimizar la poesía argentina y latinoamericana
en general, supongo que por ignorancia y pasar mirándose tanto tiempo
el ombligo. El pueblo, no. Tiende a reconocer a quienes son parte también de su
propia soledad y esperanzas. Y los hace suyos.
La poesía argentina es muy poco conocida y muy poco valorada en mi país. La
tradición poética chilena es “autosuficiente”, entendido esto como tradición isleña,
insular, autoabasteciéndose constantemente de sus propios sueños y frustraciones y
sus delirios de mundo y de reconocimiento.
La renovación es la constante y una gran prolijidad en el manejo del lenguaje su
fuerza. El gran problema de los poetas chilenos es que todos quieren ser fundacionales,
hay un deseo constante de establecer utopías y significaciones globalizantes.
Para mí, Latinoamérica y sus poetas son parte importante de mi vida y de mi literatura.
Desde muy joven comencé a viajar y el hecho de convivir con muchos de los
más destacados poetas jóvenes (de mi generación latinoamericana) y nuestros mayores
produjo en mí un encuentro con todos y una forma de pensar en todos. Lamentablemente
el proceso de mi formación fue atravesado por 17 años de dictadura,
por la lucha política y con casi toda América del Sur y América Central tomada
por los regímenes militares; por ende, se produjo un enclaustramiento que dura hasta
hoy. Recién estamos como países volviendo a reencontrarnos en democracia, volviendo
a dialogar y por fin leyéndonos. Mi aprendizaje fue más por el lado anglosajón,
que era la única literatura “importable y no subversiva” para los censores. A
mi salida en 1981 (y ya en París) logré conformar una biblioteca poética extensa y notable
y ver a Latinoamérica con distancia. Qué maravilla fue volver a tener el macro
y las obras de la diáspora chilena y latinoamericana y del interior de los países. Pero
también fue maravilloso caminar por la Rue Saint Michel o el Pont Neuf silbando,
alegre, sabiendo que nadie te acechaba para matarte.
Por otro lado, las poéticas y obras de Neruda, Huidobro, De Rokha, Mistral y Parra
siempre ofrecían monedas de intercambio, pero a mí me interesaba la voz propia.
Por eso mi poesía ahonda otros aspectos y estoy fuera de esa gran épica chilena.
Para mí lo importante son las obras que crean la tradición, no los poetas. Y allí siempre
hay trazos que enaltecen la condición humana y su respeto. Me interesa una ética
poética y no la sobreideologización poética, y el poeta como ser opinante allí en
su tiempo, pero desde su reflexión, no desde la repetición. En ese sentido soy un
idealista irredento y un luchador que no descansa.
- Estoy de acuerdo con Eduardo Milán al advertir en tu poesía una necesidad de nombrar
la realidad desde su epidermis hasta el hueso, sin sacarle el cuerpo a la ficción, que
también tiene su espacio privilegiado en tus versos. Lo tuyo, pues, no es una apuesta por
la retórica, sino por hacer sentir al lector. Narras de algún modo los hechos de la realidad
o de lo que la imaginación figura como real desde la perspectiva de las emociones. ¿Hasta dónde permites que avance tu pluma sin que ponga los pies sobre la tierra?
- La literatura y la poesía nacen en realidad del dolor. Del impacto que produce en
un creador su territorio mental y emocional. Del profundo desasosiego que el vivir
significa para todos los seres humanos. Estoy convencido que en la extensión de las
fronteras mentales los clásicos nos salvaron de la locura, y que la poesía en especial
nos salva, no en el sentido religioso sino en el profano: cada creador es un pequeño
Dios, pero como dice Parra: “[…] todo lo que se mueve es poesía / lo que no cambia
de lugar es prosa / […] todo lo que nos une es poesía / sólo la prosa puede separarnos
[…]”. Me interesa que mi obra sea inquietante y no complaciente, que sea huesuda,
que se vea la muerte y el deterioro del cuerpo; pero también que el amor esté
presente con su fuerza y su desgarro; que no haya fronteras ilegítimas. Que las cosas
materiales existan porque existen, pero que la amistad sea más fuerte. Que los sueños
sean más poderosos. De una u otra forma el poder quiere que duermas, yo quiero
despertar. Eso significa reconocer el cuerpo como la precariedad y el gozo. No hay
límites en esto, eso es la creación: arrastrarse por la tierra hasta alzar el vuelo y, ya logrado,
finalmente caer. La inmortalidad la encuentro horrible de sólo pensarla. Pero “los realistas” saben que la demencia tiene su poder y odia a la poesía. Saben que
tienen que morir y quieren dinero, bienes, cosas tangibles, y sufren y esclavizan y
asesinan: ya sea con balas o con hambre. Síntesis es lo que necesitamos; belleza y palabras
verdaderas. Un nuevo lenguaje. Lo otro se llama comercio o, sencillamente,
explotación.
- Hay diversas etapas de tu escritura donde se advierte el compromiso social, sin banderas
ideológicas. ¿Cómo logras sacudirte del cuerpo y de la mente la experiencia política,
la ambición de utopías, para que no contaminen y determinen el tono de tu poesía?
- Yo fui del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), pero lo fui como militante,
como persona, como individuo que forma parte de una sociedad que quería
transformaciones y que busca en un partido y su accionar la posibilidad de esos
cambios. Como poeta no me ciño a discursos de partido ni ideológicos; el gran problema
de un gran sector de la izquierda chilena y latinoamericana es que se olvidó
de la cultura y determinó su rumbo por razones ideológicas y partidarias. Y lo que
es peor, por la violencia. Qué error tan garrafal: perdimos la revolución, perdimos el
rumbo y perdimos el presente, cuando el presente siempre fue nuestro, y la derecha
más cohesionada en sus intereses supo esperar y asestó el golpe. Yo sigo siendo un
revolucionario, solitario, pero feliz.Ya no necesito matar a nadie para transformar mi
propio tiempo; la transformación y la revolución no requieren de violencia. Mi poesía
es parte de la desesperación de mi época y de la comprobación de un futuro posible,
pero trato que la acción que surja de ella o el mundo que crea sea para todos
los seres humanos sin distinciones. No escribo poesía para grupos, escribo para mi
goce estético y el de todo ser humano sensible.
- Háblame de dos aspectos muy específicos en tu poesía. Por un lado, la utilización de
la fauna como lo haces en El rastreador de lenguajes y en otros libros para situar la condición
humana, y el empleo de la ficción y la historia, como en El duelo (Los sueños,
el eros y la muerte de sor Catalina en el Convento del Biógrafo), para desatar las
fuerzas del pecado, es decir, la noción del bien y del mal en la cultura cristiana, mayoritaria
en nuestras sociedades latinoamericanas.
- La fauna somos todos, distintas especies sobre la Tierra, y los depredadores mayores:
los seres humanos. El homo sapiens intenta ser diferente y lo es, pero en tan
mínima proporción que no se da cuenta que destruye lo que le rodea y a sí mismo.
Todo lo que logramos en miles de años de cultura es saber que tenemos pocas posibilidades
de sobrevivir como especie, y ahí se engarza la relación con la fauna, nuestros “compañeros de ruta”. Nuestras acciones y naturalezas son predecibles al igual
que en el reino animal, porque somos todos animales. Eso nos da una gran oportunidad:
recuperar lo primigenio, la inocencia. Ésa es la posibilidad de recobrar el futuro.
La representación de situaciones humanas a partir de bestias ofende a veces más
a las bestias que a los seres humanos. Por otro lado, “la fuerza del pecado” es la tragedia
de América Latina, el sentido de la culpabilidad por sobre la responsabilidad. La
mentira y el embuste como forma de articular una vida y el concepto de nación. Yo
amo la ficción porque pertenece un poco a los dioses y no tiene nada que ver con algo
humano. Eso es notable, la libertad de la mente es notable, pese a la televisión.
Después de tanta represión era necesario un libro así. El duelo recrea el fin del poder
o cree hacerlo. Pero lo más importante es que permite que el goce, el eros se instale
sin culpabilidad, me refiero a Chile. No hay nada más dañino para la mente y
las sensibilidades y las culturas que las dictaduras y la Iglesia católica. A veces creo que son lo mismo. Si no me creen, revisen cuántas lenguas y dialectos hay en nuestras
culturas en América Latina, cuántos dioses por nación, cuántas naciones y cuántos
estados. La homogeneidad significa nuestra muerte, la diversidad nuestra vida.
- ¿Piensas o adviertes que tu poesía,mostrada en Años en el cuerpo. Antología personal,
1974
-2005, acusa cambios derivados de tu experiencia personal, de tu situación
histórica, del paso de los años y el vínculo con otros poetas, otros horizontes?
- Yo creo que la confirmación de la muerte, represión mediante, ha marcado mi
obra. Pero también la ha marcado ese afán de libertad. Mi primera experiencia con la
represión de Estado fue a los 15 años, en 1973 en Chile, y estaba Allende y llegó Pinochet
con su golpe. Nos tomaron presos unos carabineros por supuestamente fumar pitos (marihuana)—cosa que era verdad—y fuimos torturados a golpes y corriente
eléctrica en una comisaría de Temuco, en la calle Claro Solar. Aún así recuerdo los
años de Allende como la libertad, fue notable ese proceso, la gente estaba feliz, el pueblo
parecía ser dueño de su destino. Pero el desorden era total: decenas de dirigentes
políticos de todo el espectro ideológico —“bomberos locos”, así les decimos a los termocéfalos
políticos enmi país— llamaban a incendiar Chile, y sucedió lo que todos
no queríamos que pasara: una dictadura de 17 años.
Ahí me di cuenta, tempranamente, que debíamos pensar más que luchar, luchar
ya lo habíamos hecho durante casi cien años como clase. Estaban acostumbrados a
matarnos. No temo contar esto porque creo que no hay que esconder la fragilidad.
Siempre se ha torturado en Chile y es una desgracia para nuestro pueblo. Mi poesía es parte de mi vida y lo que soñé para mejorar mi vida. Siempre tuve noción que el
futuro me pertenecía: ahora ya se llama presente. Siempre tuve claro que quería ser
poeta y no me equivoqué.
- Por último, José María, quizás recuerdes que con Rodolfo Hinostroza comentaban
ambos de la fuerza de la tradición y la vigencia de una producción poética en sus respectivos
países y en México, sin dejar de lado otros países con notables catálogos y generaciones
de poetas. ¿Cuál es tu visión de la actual poesía iberoamericana? Incluyo por supuesto
a España, Portugal y Brasil.
- Creo que se está reproduciendo el repoblamiento poético hispanoamericano. De
todas las escenas posibles, la poesía española contemporánea me parece que es la
que está en peor pie. Demasiada complacencia, demasiada retórica, demasiada mafia.
Están convertidos en unos autocomplacientes y sin obras valiosas, salvo excepciones.
Brasil es una perla desconocida enAmérica Latina, debemos gozar de su notable
poesía: Ferreira Gullar, Lêdo Ivo, Romano de Sant’Anna, Floriano Martins,
Régis Bonvicino, refiriéndome tan sólo a algunos de los poetas vivos.
América Latina en la actualidad tiene un lenguaje poético de excepción, no necesitamos
compararnos con nadie. Porque sabemos que en todas las culturas hay poetas
notables y obras que prevalecerán hasta el fin de la especie. Pero tenemos un gran
problema: en la mayoría de nuestros países no existe crítica, entendida ésta como el
afán de ahondar en la memoria, en la ficción y en el alma, que no es otra cosa que
el ánimo. Y no me refiero tan sólo a la crítica literaria.
Un país no se construye sin debate, tampoco una literatura. Son las herencias y
vacíos que nos han quedado de las dictaduras. Pensar no puede ser la opción de unos
pocos elegidos. Quienes piensan diferente a la derecha están condenados a la orfandad
y al exilio interno, por eso la necesidad de construir un mundo propio que nos
pueda nutrir, pero también crear los espacios para crear y reflexionar.
Hay que vencer diariamente el peso de la noche. En ese derrotero he realizado el
Foro de las Ideas —en el contexto de la Fiesta de la Cultura y de los Carnavales Culturales
de Valparaíso, por ejemplo—, con la presencia de notables poetas, intelectuales,
artistas y literatos chilenos, discutiendo sobre la cultura, la política y nuestro destino
como país, como país que vuelve a mirarse después del peso de la noche.
La poesía no puede ser ciega, sorda y muda, como lo ha sido la justicia en nuestros
países. Creo que el poeta en nuestras sociedades no puede tener un relativismo ético
cuando se trata de la condición humana y sus derechos. Los poetas no podemos ser
un espejismo para nuestros pueblos y menos la mudez de nuestras lenguas. Nuestras
obras tienen que romper el silencio. La memoria es el latido de la mente y del futuro.
Hay que abrir los ojos: “Lo hermoso de la oscuridad es cómo te permite ver.”
José MaríaMemet. Fundador y director del Encuentro Internacional de Poetas Chile Poesía.
Entre sus libros publicados destacan: Poemas crucificados (1977), Bajo amenaza (1979), Cualquiera
de nosotros (1980), Los gestos de otra vida (1985), Canto de gallos al amanecer (1986),
La casa de la ficción y otros poemas (1988), El duelo (Los sueños, el Eros y la Muerte de sor
Catalina en el Convento del Biógrafo) (1994), Un animal noble y hermoso cercado entre ballestas (1995), Amanecer sin dioses (1999), El rastreador de lenguajes (2004), Años en el cuerpo.
Antología personal, 1974-2004 (2005).