José Miguel Martínez y Tomás Arriagada unieron sus esfuerzos para crear un universo, donde el primero se encargó de escribir nueve cuentos de ciencia ficción, y el segundo, de musicalizarlos. Los relatos incluyen un código QR que lleva directo a la música, en clave "Rock espacial". En conversación con Culto, la dupla desmenuza el proceso de creación de proyecto, sus inspiraciones y cómo fue darle cuerpo a una idea, literalmente de otro mundo.
Hay veces que la música y la literatura se han unido. Claro, en base a biografías de músicos y bandas; o en relatos donde autores despliegan su fanatismo por un género (cómo olvidar El perseguidor, de Julio Cortázar, inspirado en Charlie Parker, uno de sus músicos jazzeros favoritos). Pero rara vez se ha dado que un proyecto una conjuntamente sonidos y textos, pensados de manera complementaria.
CERES es una idea que une ambas cosas. Se trata de un libro de 9 relatos, escrito por el narrador José Miguel Martínez y que ve la luz vía editorial Minotauro. Cada uno de los relatos viene con un código QR, que al escanearse lleva a una canción instrumental pensada especialmente para el texto. La música fue compuesta por Tomás Arriagada.
Según cuentan ambos a Culto, la idea nació a principios del 2019, por iniciativa de Tomás. Él le propuso a José Miguel crear un proyecto de ciencia ficción con el fin de fusionar sus principales pasiones: la música y la literatura.
“Nuestro objetivo era crear una experiencia literaria-musical de ciencia ficción; para que esto fuera posible, teníamos que asegurarnos que quien leyera el libro supiera que detrás de cada relato había una interpretación musical que ayudaba a potenciar dichas historias, pero desde otra perspectiva, extendiendo la forma en cómo el lector o lectora pudiese imaginar el universo de CERES. Los códigos QR nos permitían entonces hacer esa conexión de forma directa; por lo mismo, decidimos incluirlos al inicio de cada relato, con el fin de invitar al lector a sumergirse en una forma complementaria para experimentar las historias de CERES; mediante su música”, cuenta la dupla.
Como decíamos, José Miguel Martínez fue el encargado de escribir los relatos. En esta parte, responde las consultas de Culto sobre el proceso de escritura.
El narrador José Miguel Martínez
—Los cuentos están ambientados en un planeta ficticio, CERES, y en ellos, desarrollas temas como la explotación de los recursos naturales, guerras civiles, drogas, pero todo en un contexto futurista y de ciencia ficción, ¿qué referencias tomaste para estos cuentos? —CERES tiene referentes muy variopintos, porque cada relato lo trabajé, en primera instancia, como una unidad cerrada en sí misma y luego como parte del todo. El referente base, que está en el epígrafe del libro, son las Crónicas marcianas de Ray Bradbury: de ahí tomé la estructura, la idea de una serie de cuentos interconectados —y a veces de tonos muy distintos entre sí— que narraran el arco de colonización de un planeta por parte de la humanidad. Pero cada relato individual presenta sus propios referentes fílmicos y literarios, los cuales son más contemporáneos que Bradbury; en La garganta de Occator, por ejemplo, que es la nouvelle que abre el libro, lo que yo quería hacer era una mezcla entre Por un puñado de dólares de Sergio Leone y Aliens de James Cameron; en Estudio de las sombras, el segundo relato, los referentes fueron Stalker de Tarkovsky y La ilusión monarca de Marcelo Cohen; y en El cuerpo de Paul Varlotta, por decir un ejemplo más, trabajé usando de influencia el tono de escritores neuróticos y paranoides como son Mario Levrero y Philip K. Dick. De modo que el libro es una mezcolanza de lo que yo considero como ciencia ficción, o lo que a mí me gusta del género. Siempre he admirado, en última instancia, a los escritores y escritoras que han creado sus propios mundos sobre los cuales escribir; Úrsula K. Le Guin y las novelas del Ciclo Hainish; Marcelo Cohen y los relatos del Delta Panorámico, por decir algunos. Eso también influenció el resultado final.
—¿Cuál es tu relación con los relatos de ciencia ficción?, ¿lees autores del género? —En general, me gusta mucho la literatura de género —la novela negra, el wéstern y la ciencia ficción— en el más clásico de los sentidos. Lo que más valoro de la ciencia ficción es que, como género literario, me da la impresión de que puede abarcarlo todo —las ideas más delirantes— y, a la vez, ser un reflejo de la época del autor o autora. Asimismo, otra cosa que me gusta son sus diversas atmósferas y subgéneros, que es algo que también quise abordar en la escritura de CERES: el cyberpunk, el viaje en el tiempo, la distopía, etc. Los libros que más he disfrutado del género son las novelas de Úrsula K. Le Guin y de los hermanos Strugatsky, y los cuentos de Alice B. Sheldon y de Stanislaw Lem, entre muchos otros.
—¿Qué consideras más difícil de escribir un relato en clave de ciencia ficción? —Dar con el tono. A veces hay ciertas ideas muy descabelladas que, si uno no encuentra el tono con que narrarlas, se desarman y caen con mucha facilidad en el terreno de lo inverosímil (o peor aún: de lo ridículo). Pero una vez que das con el tono, con la respiración del relato, la idea funciona sola.
—Quiero tomar eso que dijiste, ¿cómo se le da sustrato al relato para que no caiga en lo inverosímil? —A mí en lo personal me tomó años considerar ciertos borradores de CERES como relatos terminados. Tenía una sensación difusa de que algunos de ellos no eran lo suficientemente verosímiles, pero con el tiempo —con los años— me fui dando cuenta de que entre más los empujaba al terreno de lo fantástico, más funcionaban. El problema, como mencionaba antes, era una cuestión de tono: Levrero solía decir que, sin importar si en un texto habían extraterrestres o fantasmas o enanos multicolores, lo que valía era que el lector perdiera de vista el hecho de que estaba leyendo y creyera que esas cosas que se transmitían a su cerebro estaban sucediendo realmente. La verosimilitud, por lo tanto, concluía Levrero, significaba que el autor había engatusado al lector, independiente de la anécdota. Por otra parte, el trabajo minucioso de las atmósferas fue algo que, espero, terminó por darles un espesor suficiente a estos relatos. Un referente importante ahí, para algunos de los climas claustrofóbicos que hay en CERES, fueron películas de John Carpenter como Escape de Nueva York y La cosa.
—En general, los cuentos tienen un tono bastante sombrío, ¿es así como percibes el futuro de la humanidad? —Aun cuando soy un escéptico —no puedo evitarlo—, siempre trato de ver las cosas con un lente humorístico; el humor vuelve todo más soportable. Ahora bien: no es que yo vea el futuro de la humanidad como algo sombrío, porque ciertas historias de CERES no son tanto una proyección sino más bien un reflejo de síntomas que, según mi parecer, eran propios del presente; estos síntomas tenían que ver con posturas discriminatorias que yo percibía en un grupo específico de la población —he ahí el conflicto esencial entre orgánicos e inorgánicos del libro—, pero también con una suerte de crueldad inexorable que escondía el modelo de desarrollo. El primer relato de CERES, por ejemplo, plantea que la colonización del planeta enano no se habría dado por un afán humano o patriótico, sino que se trataría de una competencia implacable entre empresas privadas; el último relato, muy influenciado por Blade Runner y The Wire, plantea que muchas veces la injusticia y la corrupción en una sociedad están conectadas en todas las capas de su estratificación social.
Mi punto es que los problemas humanos, independiente del avance tecnológico y de si nos situemos en una sociedad futurística, van a seguir siendo los mismos —desigualdad y discriminación, entre otros—, porque lamentablemente forman parte del cómo nos relacionamos (nos guste o no, todos/as alimentamos la sociedad en que vivimos); pero, a la vez, me parece un alivio contar con la ciencia ficción para poder mirar el presente a través del espejo deforme que es el género, y así examinar críticamente sus vicios desde una perspectiva nueva y familiar al mismo tiempo.
Tomás Arriagada, músico y compositor
Tomás Arriagada fue quien compuso las 9 canciones instrumentales, muy en la clave del space rock que acompañan los relatos, prácticamente un álbum, y que se pueden escuchar en los streaming de música Spotify, Apple Music y YouTube. Aunque, según reconoce Arriagada, lo del streaming es solo momentáneo, “mi intención es sacar formatos exclusivos en cassette, CD y Vinilo más adelante”.
—¿La idea es que el lector lea mientras escucha la música?, ¿antes, después? —Inicialmente la idea era que ambas obras se pudieran experimentar de forma separada y no necesariamente en paralelo. Esto ya que la música no tenía la duración de los relatos y, a su vez, se trataba de una interpretación sonora de los mismos, a veces inspirándose en la psicología de sus personajes, en escenas más emblemáticas y/o en las secciones que cada historia proponía. Por lo tanto, desde su génesis, no concebía la idea de leer el libro y escuchar el disco al mismo tiempo, ya que pensaba no iba a funcionar. Sin embargo, tampoco quería dictaminar el ‘cómo’ debía experimentarse CERES, para no coartar o influenciar en las decisiones de potenciales lectores/auditores. Para mi sorpresa, muchos nos han comentado que leyeron las nueve historias del libro mientras escuchaban las canciones y que les había funcionado bien, a veces dejando en loop algunos de los temas, por ejemplo, y no solo eso, sino que también les había ayudado a comprender de forma más completa el universo de CERES. Por lo mismo, nuestra postura actual es dejar que la experiencia fluya y que cada cual la experimente como crea más adecuado. Eso me parece más atractivo e interesante, ya que entrega más flexibilidad al lector/auditor.
—¿En qué bandas y discos te inspiraste para crear la música? —La música de CERES tiene influencias muy variadas y de distintos géneros musicales como son el synthwave, el cyberpunk, la música clásica y el rock progresivo. Mi intención era transportar al lector a una experiencia que reviviera elementos de la creatividad y visión del arte de ciencia de ficción de los 80s, con influencias de artistas como John Carpenter, Hans Zimmer y Matt Bellamy (MUSE), entre otros referentes. Todos los sonidos e instrumentos utilizados fueron elegidos para dar con el tono y atmósfera de cada una de las historias del libro; de esta forma, cada canción tiene su propia personalidad y busca transmitir ciertos pasajes además de la esencia de cada historia, manteniendo una consistencia sonora en todo el disco. Busqué darle un tono cinemático y una atmósfera de ciencia ficción mediante el uso de orquesta y sintetizadores futuristas, pero también un tono expresivo y energético a través de guitarras estridentes, estilo que me gusta denominar como “Rock espacial”.
—¿Cómo fue el proceso de grabación y producción? —Si bien el proyecto comenzó el 2019, gran parte del proceso creativo de CERES sucedió durante la pandemia, siendo el 2020 un año que me permitió analizar, profundizar en la producción musical de la obra y repensar muchas de las decisiones creativas que había tomado el año anterior, teniendo espacio para madurar y crecer musicalmente. Una de esas decisiones fue ser el productor musical del disco, para tener total control creativo en las decisiones de composición y no depender de terceros. Otra decisión que tomé fue la de grabar y producir todo en mi propia casa, lo que significó inversión de mucho tiempo y estudio para alcanzar el sonido que buscaba lograr; tomé clases con Mariano Pavez (2X, Canal Magdalena, Glup, Gonzalo Yañez). Me rodeé de músicos expertos para aprender de ellos y renové mis equipos de sonido e instrumentos musicales.
Todo esto me permitió tener más tiempo y flexibilidad para madurar la obra musical, conforme lo trabajaba junto a los relatos de José Miguel, quien, apenas finalizaba una historia me la enviaba y yo procedía a instrumentalizarla, creándose un diálogo constante entre escritor y músico para dar con los tonos y ambientación necesaria. Finalmente, invité a participar del proyecto a destacados músicos chilenos como Camila Milla, Andrés Garib, Tomás Oyarzún y Gonzalo Eyzaguirre, quienes colaboraron en algunas de las canciones del disco.
Una vez finalizada la producción musical, procedí a grabar todos sus instrumentos y luego a hacer el proceso de mezcla. La etapa final de post mezcla y masterización decidí externalizarla con Nacho Ramírez y Nico Parra del connotado estudio chileno BlackVitamina.
En CERES, hay prácticamente un universo, ¿está contemplada una segunda entrega? Ambos responden: “Es muy pronto aún para pensar en eso, pero nos entusiasma pensar en todo el potencial que un universo como este trae consigo. En principio queremos vivir esta experiencia, ver qué dicen los lectores y lectoras y quienes escuchen la música de CERES. Por el momento, tenemos pensado expandir su universo a través de un podcast donde hablaremos del género de la ciencia ficción en relación al proceso creativo del proyecto, dando a conocer los referentes que inspiraron cada una de las canciones y sus atmósferas, además de profundizar en las tramas y personajes del libro. Hay mucho material que, esperamos, será de valor para quienes disfruten de nuestra propuesta literaria-musical, por lo que nos focalizaremos en desarrollar eso”.
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CERES: el proyecto que une cuentos de ciencia ficción con música instrumental
Por Pablo Retamal
Publicado en La Tercera, 25 de mayo de 2021