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José
Miguel Varas:
''Le tengo respeto a la
gente que se dedica a la chifladura de escribir''
Por
Ximena Jara
El Mostrador, 6 de
junio de 2006
Es uno de los principales candidatos para el
Premio Nacional de Literatura, tras una carrera literaria que ya suma
seis décadas. Asegura que le parece incómodo el proselitismo
al que se obliga a los posibles galardonados, y elige a sus favoritos,
en caso de que él no sea el premiado.
Termina de corregir un texto, tiene el computador abierto.
Aunque todavía conserva el hábito de decir ‘la máquina’,
no es de los que aporrean el teclado con los índices a fuerza
de costumbre. Revuelve un café. La puerta se abre de golpe
y entra, como un cascabel humano, Antonieta, de casi tres años,
a darle un beso a su abuelo. Él mantiene la compostura, pero
los ojos le brillan
locamente. Ella se va sin decir adiós y él, relativamente
serio –es decir, parcialmente risueño-, retoma el café.
Su nombre es uno de los que suenan más fuerte
cuando se habla del Premio Nacional de Literatura, junto con el de
Germán Marín y Diamela Eltit, dentro de la narrativa,
que es el género al que –según una tácita alternancia-,
le correspondería ahora el galardón. José Miguel
Varas sabe que esta vez el premio podría ser suyo, que sus
posibilidades son más altas que hace cuatro años, cuando
también lo postularon.
Su extensa obra –desde que publicara Cahuín en 1946,
hasta Los sueños del pintor, el 2005- lo avala en novela,
cuento y crónica periodística; como plus, tiene una
profunda amistad con el poeta y ensayista Armando Uribe, quien ganó
el Premio Nacional el 2004, y que probablemente le dará su
voto esta vez. “Eso es algo que no se pregunta”, dice, austero, pero
asume que es una posibilidad cierta. El tema, en cualquier caso, no
lo inquieta demasiado. De hecho, le molesta el proselitismo al que
este sistema de postulación obliga.
El oído
narrador
Ha sido definido por el mismo Uribe como el mejor cuentista chileno.
Él, sin tomarse en serio el halago, explica que su talento
principal es saber escuchar. “Creo que finalmente, la única
clave para hacer literatura es tener buen oído, escuchar a
la gente. Uno escucha y empiezan a aparecer los cuentos. Casi todos
mis cuentos son temas surgidos de relatos de otra gente, de experiencias
personales”, dice.
Ser periodista le ha servido para entrar en la disciplina de escribir
regularmente, cuenta, y asegura que, a diferencia de otros autores,
nunca ha sentido el vértigo de la página en blanco.
Siempre tiene temas esperando, y a veces los anota a manera de título,
para recordarlo, aunque esa ‘maña’ le ha generado uno que otro
contratiempo: “a veces se me olvida qué cuento era. Me pasó
con un cuento que se llamaba “La cama”; nunca más me acordé.
Hice otro cuento, que se llama “La Marquesa”, pero sé que no
es el que quedó pendiente.”
-¿Se siente, como ha dicho Armando
Uribe, “el mejor cuentista en lengua chilena”?
-No me siento el mejor de nada. Es un elogio cariñoso de alguien
que lee con atención lo que escribo, y que además es
muy amigo. La recomendación viene de cerca. No está
en mi ánimo ser el mejor; hago los cuentos como puedo, y tengo
la alegría de que hayan sido bien acogidos. Pero hay otros
cuentistas chilenos muy grandes, como Manuel Rojas, José Santos
González Vera, Francisco Coloane, Mariano Latorre, Federico
Gana... hay una sólida tradición de cuentos en Chile.
También hay gente joven que escribe buenos cuentos, como Jaime
Collyer, Sonia González, Marcelo Simonetti.
-Usted empieza a escribir muy tempranamente,
en el colegio. ¿Qué puntos de encuentro tiene hoy con
esa literatura tan inaugural?
-Antes de Cahuín publiqué algunos cuentos en
el boletín del Instituto Nacional, y varios están en
Cahuín. Releí ese libro con curiosidad, considerándolo
como lo que es: una expresión de literatura incipiente y escolar.
No me pareció malo. Me dio un poco de vergüenza, pero
no mucho.
“Hay cierto desequilibrio
en el Premio Nacional”
-Usted es uno de los que lideran las preferencias.
¿Le da cierto vértigo?
-No estoy seguro de que yo lidere nada. Eso es relativo. Hay un grupo
de gente amiga mía que se ha propuesto hacer una serie de cosas
en relación con el premio, y yo les agradezco mucho. Pero es
muy antipática la exigencia de la postulación, y el
modo en que se hace, que es un poco burocrático.
-¿Qué le parece la polémica
que se ha generado?
-Son cosas que pasan siempre. Creo que lo útil es discutir
acerca de la composición del jurado, por ejemplo, porque es
un jurado al menos extraño, por no decir algo más. Creo
que la Sociedad de Escritores de Chile tiene un grado importante de
representación. No es la única entidad, pero representa
más a los escritores que otras instancias.
-¿Como el Consejo de Rectores?
-Como el Consejo de Rectores o la Academia Chilena de la Lengua. Son
unos caballeros depositarios de cierta tradición; no me molesta
que estén ahí, pero creo que, indudablemente, debe estar
la Sociedad de Escritores.
-Si no gana usted el premio, ¿quién
le gustaría que lo ganara?
-Creo que Germán Marín tiene méritos notables
como escritor; yo le tengo mucho respeto. He leído no toda
su obra, pero sí muchas de ellas. Círculo vicioso
me pareció notable. Además es un buen cuentista. Me
parece que si se le da el premio a él, va a ser un premio bien
dado. Diamela Eltit también tiene méritos notables,
ha hecho una literatura experimental y de difícil acceso para
muchos lectores. Le tengo mucho respeto como escritora, y también
me gustan mucho sus artículos de opinión. Además,
es una persona con la que comparto muchos puntos de vista. Orlando
Millas decía que “en las condiciones de un país como
Chile, toda persona que se dedique a la literatura merece respeto”.
Yo le tengo respeto a la gente que se dedica a esta chifladura, afición,
adicción, manía o como se llame esto de escribir, tomando
en cuenta sobre todo que es una actividad muy minoritaria, que se
traduce en ediciones limitadas, generalmente de mil ejemplares. Si
pensamos que hace 40 años solían ser de 2 mil, no vamos
avanzando mucho. Hay excepciones asombrosas, como Isabel Allende,
que también suena como candidata al premio, y que tiene un
primer libro -La casa de los espíritus- muy bonito;
también tiene cuentos interesantes. Otros libros posteriores
de ella me interesan menos, esa es la verdad. Creo que el éxito
no le ha hecho bien, aunque le ha hecho muy bien económicamente.
Es un caso sorprendente la aceptación fantástica que
tiene en Alemania, Estados Unidos y otros países del mundo.
Ser best seller en sí mismo no puede considerarse una
injuria; todos los escritores aspiramos a ser leídos.
-Germán Marín dijo que le
parecía un premio un poco ‘rasca’, considerando que se da en
reconocimiento por toda una trayectoria. ¿Está de acuerdo?
-Es un premio importante para cualquier escritor, porque además
de una suma en dinero, significa una renta mensual, no es grande,
pero es importante que exista, porque la mayoría de los escritores
no nada en la abundancia. En cualquier caso, uno pensaría que
el premio nacional debería significar por lo menos un volumen
de dinero suficiente para que alguien compre por lo menos una casa,
y eso significa cuatro o cinco veces más de lo que es el premio;
en ese sentido, es un poco mezquino. El Fondo del Libro da un premio
todos los años, y es más o menos la mitad; pero se da
por una obra específica. Hay cierto desequilibrio.
-A Armando Uribe le corresponde votar ahora,
porque fue el último premiado... eso es casi una certidumbre
de voto para usted.
-Uribe es impredecible, y es poeta. Es muy partidario de que se distinga
a ciertos poetas, así que no sé a la hora de la decisión
lo que pueda hacer, pero supongo que va a votar por mí.