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Julio Ortega: Un recorrido por los infiernos narrativos de América Latina
Por Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros
El Mercurio. 21 de agosto de 2016
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Días antes de llegar a Santiago encontró en la muestra que el MoMA de Nueva York dedica a "Dadaglobe" -la nunca publicada antología colectiva que Tzara proyectó como obra maestra del movimiento Dada- un desconocido poema gráfico de Joaquín Edwards Bello. Al reverso de la hoja, el chileno figura, junto a Duchamp, Arp y Éluard, en una lista de 50 colaboradores mundiales del dadaísmo. "Es el único latinoamericano", señala Ortega en un café del Campus San Joaquín, donde se desarrolla el Congreso "Chile Transatlántico", organizado por el Departamento de Literatura y el Centro de Estudios de Literatura Chilena de la Universidad Católica.
De una bolsa saca una fotocopia de "Dessin", firmado por Jacques Edwards. Parece un artefacto antipoético. Representa, mezclando palabras manuscritas y dibujos, un esquema: la mujer es una flor en un jarrón o maceta y el hombre, un absurdo sistema de llaves y cañerías, una de las cuales llega hasta "la mer", sobre la cual navega un barco, tal vez un transatlántico.
Ortega se ríe de la coincidencia y celebra la ironía, el escepticismo y el espíritu lúdico del Edwards de los años 20. "Nadie puede ser dadaísta toda la vida, es una cosa performática, temporal, una actividad que ocurre y desaparece. Es maravillosa por eso mismo: testimonia la fugacidad de todo", dice.
En el congreso que se clausuró el viernes participaron más de 150 expositores, repartidos en mesas de especialistas y en conversatorios entre escritores como Margo Glantz, Julián Herbert y Edmundo Paz Soldán. Por primera vez se realizó en Chile el encuentro que se convoca en colaboración con el Proyecto Transatlántico, que Julio Ortega fundó en Brown University, el año 1996, para estudiar los cruces entre las orillas americanas, europeas y, cada vez más, africanas. No solo interacciones literarias, también políticas, económicas, intelectuales y estéticas, en sintonía con los estudios culturales.
"La iniciativa de hacerlo en Chile provino de Rodrigo Cánovas y de otros profesores que viven en Europa y Estados Unidos. La literatura chilena tiene una presencia más intensa y dialogante que ayer por todas las cosas que han salido en narrativa, poesía y cine", explica Ortega. "Hay un interés también de los escritores extranjeros y de la prensa literaria. Esto no es nuevo. Pocos países tienen dos premios Nobel y varios Cervantes. Nicanor Parra está traducido a casi todas las lenguas. Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y algunos jóvenes, incluso al chino. China hoy es el país que más traduce literatura latinoamericana, según un grupo de investigadores de la Universidad de Colonia que estudia la recepción de la literatura latinoamericana en el mundo global".
Sus memorias: "La comedia literaria"
— El éxito del boom se debió, en gran parte, a factores histórico-políticos. ¿Cómo se explica ahora este interés en la literatura de Latinoamérica?
— Estamos en una etapa de normalidad institucional. Antes eran la revolución cubana, Mayo del 68, los proyectos nacionales-revolucionarios de América Latina, las guerras, las guerrillas. Hoy la revolución es definida como un proyecto de sustitución de importaciones o populismo. Imagínate.
Quien conoció a importantes escritores del boom, editor de obras póstumas de José Donoso y Carlos Fuentes, y amigo hasta hoy de Mario Vargas Llosa, sorprende con una revelación: "Estoy escribiendo mis memorias. Se van a llamar 'La comedia literaria'. Llevo 600 páginas y todavía Borges me está esperando en Austin: aún no he hablado de él". Remarca que son literarias, no personales. "Es la historia de los escritores que encontré por casualidad en mis viajes o en mis estudios, y con los cuales tuve alguna relación o amistad. De muchos conservo una larga correspondencia, incluso entrevistas y documentación. Cuento cosas que dicen algo sobre el autor, su visión del mundo y sus libros".
Se ha prometido no hablar, en cambio, de la trompada de Mario a Gabo, y otros episodios ya conocidos. "Prefiero hablar de Mario e Isabel, a los que acabo de ver. Él, feliz, como un chico. Ella, encantadora; tuve que decirle que nunca había visto tan bien a Mario. Aunque él se queje en el New York Times de que se ha vuelto parte de la sociedad del espectáculo que tanto atacó, y le eche la culpa de esto a que ya no existe la vida privada. ¡Cómo va existir si lleva esa novia! Pobre, tiene que buscar una explicación", comenta riendo.
No cree, en todo caso, que la exposición mediática haya perjudicado la literatura de Vargas Llosa, a pesar de las malas reseñas que ha tenido su novela Cinco esquinas. "Es una metáfora del infierno, porque el diseño clásico de la ciudad, que viene de los manuales romanos, es geométrico y todo debe tener cuatro esquinas. Una quinta provoca una perturbación tremenda: es el espacio infernal, la época de Fujimori, de la cual somos herederos, y el apogeo de la prensa amarilla, que simboliza el fracaso de la comunicación. Confucio decía que cuando las palabras se corrompen, la comunidad se desintegra. Es también una idea clásica de los griegos: la realidad se sostiene como humana gracias al lenguaje. El espacio de la comunicación es lo más sensible que hay en una sociedad", advierte Ortega.
A propósito de la participación de Raúl Zurita y Diamela Eltit en el congreso Chile Transatlántico, el crítico destaca las anticipaciones del Colectivo Acciones de Arte (CADA). "Fue el primero que hizo un arte que hoy está muy en boga: el 'time-based art'; es decir, arte hecho de tiempo. Performances, registros fílmicos y elementos perecibles. La idea de que la materia básica es lo temporal viene de los últimos estudios teóricos de las emociones: son fluidas, cambiantes y sutiles. Lo único cierto, para los jóvenes, porque todo lo demás es ilusorio o institucionalizado. Esta temporalidad ya estaba en el CADA, que era precario y muy político. Desarrolló lo que pudo con la tecnología de ese momento: pequeñas películas, mucha foto interesante y gráfica callejera".
Pocos críticos se mantienen tan al día y demuestran tanta curiosidad como Ortega respecto de la cultura latinoamericana en todas sus expresiones. Entre los narradores más actuales, dice que últimamente lo ha impresionado Mike Wilson. "Es un gran novelista. Cuando me pasó Leñador me asusté porque es un mamotreto, pero empecé a leerlo y me encantó. Qué prosa. Es un fenómeno. Con esos viajes a los bosques y una sabiduría extraordinaria. Es impactante. Hace tiempo que no leía un libro tan bueno de alguien nuevo".
Sus opiniones acerca de otros autores son tajantes. Al colombiano Andrés Caicedo lo califica de "mito local, una especie de héroe cultural que tuvo el talento de morir joven, como Javier Heraud, en el Perú". Por el contrario, el uruguayo Mario Levrero le parece un autor extraordinario: "Yo soy culpable de su gran libro. Nos conocimos por correspondencia, nunca personalmente. Un día le dije que se presentara a la beca Guggenheim y la ganó. Fui responsable de varias de esas becas. Levrero pensó que, a cambio, tenía que escribir un libro. Traté de convencerlo de que no era necesario, pero no hubo caso y así nació La novela luminosa".
Del infierno de Yuri Herrera a "Game of Thrones"
Entre los nombres en boga destaca al argentino Patricio Pron y al mexicano Yuri Herrera. Del primero dice: "Tiene la virtud extraordinaria de narrar y hacer creíble, humana, sensible e interesante una historia sencilla. Es buenísimo en crear la distancia exacta entre el lector y el personaje que te comunica la intimidad de la escena. Son situaciones de excepción, de gente que está fuera de casa, en viaje o en un sitio transfronterizo. Pron es uno de los más agudos escritores en sensibilidad de representación".
A su juicio, el mejor de los nuevos narradores latinoamericanos es Yuri Herrera. "Una mezcla de Juan Rulfo y Tarantino. Me gusta todo. Sus tres libros son extraordinarios. Y además son muy agudos en la representación de dramas nacionales como metáforas de la comunicación: gente que no se habla o lo hace con códigos reducidos y destructivos de la lengua", afirma.
— ¿Cuál es el fenómeno que revelan los libros de Yuri Herrera?
— Que no hay lengua común. Si no la hay, entonces no puede haber sociedad, está destruida. Mi tesis es que los narradores de hoy en día, pero quizás desde antes, después del boom , tienen una concepción de América Latina como del infierno. En Fuerzas especiales, de Diamela Eltit, hasta la tecnología es parte del infierno. En el mundo normal es una liberación, te permite salir de él, pero acá está controlada por la violencia y los aparatos de producción dominantes. América Latina se ha convertido en un infierno porque se ha vuelto ilegible. El infierno de Dante no es infierno porque hace calor, sino porque no tiene articulación y no se puede leer. Para ir de un círculo a otro, se requiere de alguien que te lleve de la mano, si no te pierdes. No tenemos cómo articular América Latina y para hacerla comprensible la literatura provee imágenes de reflexión, análisis, rutas para movernos como lectores en el infierno.
— ¿Los escritores serían los Virgilios?
— No. Los lectores. El escritor es el intermediario que escribe sobre el infierno, pero no busca hacer un mapa para ayudarnos a salir. Sobre todo a los jóvenes, que están desamparados. Antes las mediaciones de amparo eran la política, la ideología, la educación, el éxito social, la economía familiar. Ahora la mayoría carece de esos bienes, porque todo se ha vuelto un privilegio.
— ¿Qué opina de la irrupción de la crónica en la literatura latinoamericana?
— No solo acá, en todas partes. Quizás da una visión pacificada del conflicto que siempre atribuimos a lo histórico. ¿Qué es "Game of Thrones" después de todo? Una crónica telenovelizada sobre la dificultad de la fundación nacional, que siempre ha sido un gran tema nuestro porque está llena de muerte, nuevas clases sociales y exclusiones, sobre todo donde hay mundos indígenas. La formación nacional ha pasado por la metáfora del matrimonio, como estudió en Ficciones fundacionales Doris Sommer. En Lo que el viento se llevó, el norte y el sur es el conflicto de una pareja. Pero ahora vemos que hay en juego algo más que el matrimonio: la violencia. Caín y Abel. Entonces el crimen se convierte en una gran metáfora acerca de la imposibilidad de conciliar una familia nacional. Porque una vez que empieza un crimen ya no para, no termina nunca la serie. Por eso es genial "Game of Thrones". Yo no me pierdo ningún capítulo y hasta la comentamos en clases.