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Comentario crítico de “Christi” de Javier Ossandón
Por Francisco García Mendoza
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La primera obra de Javier Ossandón (1990), Christi (2016), publicada por Alarido Ediciones, habla de un Cristo atravesando un Vía Crucis (pos)moderno.
La primera parte de la obra, titulada "Salmoliloquio", apela a una relación, en cierto sentido, incestuosa con el padre al que se interpela no desde la rabia, sino más bien desde un intento por comprender las razones de ese mismo Padre, con mayúscula, como el Cristo que, al estar agonizando en la cruz, no entiende el por qué del abandono. Luego de un instante de duda, de enojo y de dolor, comprende que los actos del Padre son quizá un acto de amor piadoso.
El Christi de Ossandón evade el género (en latín, origen de nuestro actual castellano, el neutro era un género posible) y es interpelado por sus acciones contrariaras a la norma: "EXCITACIÓN DE LA VIOLENCIA.../ POR ANDAR DESNUDE Y LANZAR ORGÁSMICA Y DELIBERADAMENTE PIEDRAS A UNA MULTITIENDA.../ EVASIÓN DEL TRANSPORTE PÚBLICO... (28)". Sus acciones revolucionarias escuecen al poder. Poder no representado por el Imperio Romano ni por las cúpulas obedientes al Sumo Sacerdote judío, sino por su desacato al Padre, representación lógica del Estado, de la élite o de cualquier otra institucionalidad con la que se pueda nadar en contra (el patriarcado, por ejemplo, y es un acierto que el poeta no lo nombre).
La contradictoria relación con el padre y la tensión padre/poder recuerda acaso también las relaciones amor/odio, violencia/dependencia y otras polaridades que insisten en atraerse: "El padre le decía que ella no/ En silencio se hacía la tonta pensando/ sí sí sí oh sí/ La madre tiene el poder y no lo entiende/ La madre es el padre y el padre nunca lo supo/ La hembra no es el hambre es el hombre (35)".
El sujeto cuestiona el propio discurso revolucionario al mencionar con ironía: "En acto de rebeldía te hacíai el anarco cuando no pasabai la tarjeta bip Jugabai a apilar neumáticos cinco minutos en la alameda... (36)". O cuando el sujeto utiliza el neutro "COMPAÑERE" (que bien mal suena por lo demás y que por suerte no se vuelve a insistir en el recurso, puesto que lo suyo es más bien una crítica), para luego de inmediato sentenciar: "Yo no quiero mi vida sepia en un futuro pareciendo como francesitas las "e"... (38)". Esta contradicción discursiva, en plena discusión consigo mismo, enriquece y potencia el texto de Ossandón, lo que lo vuelve, sin duda, un notable acierto poético.
La segunda parte del texto es un recorrido por las estaciones del Vía Crucis local, en donde ciertos discursos actuales se cruzan con la iconografía religiosa y cristiana. Aparecen las bombas sobre Siria, un Caupolicán atendido por Fresia en la Estación XI del martirio o un iPhone sutilmente añadido en la versificación del dolor, para finalmente cerrar el poemario con Christinoamérica, o el sincretismo entre el cuerpo humillado de Christi y la historia de nuestro saqueado continente.