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Carlos Droguett
La poética del terremoto
Por Jaime Pinos
Publicado en suplemento literario Grado Cero. Periódico El Ciudadano. Mayo de 2011
Opino, pues, reiteradamente, que la literatura chilena, y en esto también me incluyo en la parte que me corresponda, es frívola, espiritualmente pequeña, irresponsable, no tiene garra, no tiene coraje, no tiene imaginación, profundidad ni estilo, vive de espaldas a la realidad chilena, no sólo la realidad histórica sino la realidad no escrita, desgraciadamente no escrita, que pasa por ahí afuera en estos momentos o que pasará mañana o esta noche cuando baje el viento de los cerros. Eso escribía Carlos Droguett, hace cuarenta años, en un texto titulado La literatura chilena de espaldas a la realidad nacional. Un diagnóstico lapidario. Aunque, desde cierto punto de vista, su validez pasada y actual depende de cuán grande o trivial sea la exigencia que se le hace a la literatura chilena.
Hoy, en tiempos de complacencia, pasotismo y espectáculo, escasean escritores como Carlos Droguett. Escritores que se lo exigen todo a la literatura. Valentía, por ejemplo. La primera de las virtudes políticas, según Hannah Arendt. Creo que, en el caso de Droguett, valentía significa, esencialmente, dos cosas: realidad y compromiso.
Desde luego, hacerse cargo de la realidad de este país es un gesto de valentía. Hacerse cargo, en el sentido de escribir sobre la larga historia de violencia que, como un reguero de sangre, ha marcado a fuego la vida chilena. Hasta hoy. Escribir sobre eso, haciéndose cargo de todas esas muertes. Asumir la realidad como pie forzado. Los temas míos los cojo de la vida, y la vida es violencia, miseria e injusticia dice Droguett. Ser realista, enfrentar la muerte para evitar la impunidad, la muerte definitiva que es el olvido. Para reivindicar todas las sangres de todos los crímenes oficiales y particulares que en nuestra tierra se han vaciado con silencio o con ruido. Una escritura contra la impunidad, contra la amnesia. Una escritura apostada a la certeza de que no estamos solos mientras recordamos.
En cuanto al compromiso, una idea extemporánea a la luz de los tiempos que corren, Droguettdefiende una escritura que involucra a quien escribe de forma total. Antes que una adscripción partidaria o burocrática, el compromiso es para Droguett una actitud y una práctica que igualan la literatura y la vida: Creo profundamente que solo hay literatura comprometida. Para mí la literatura es un acto total que interesa al cuerpo y al espíritu del escritor, en términos teológicos, como un sacramento, en términos psiquiátricos, como un suicidio. Un sacramento o un suicidio. Escribir como un acto que tiene esa trascendencia. Que anula, en la radicalidad de su sentido vital, cualquier frivolidad. Jugarse la vida en la escritura. Escribir como se respira, con la misma extrema sencillez que lo hace esa estupenda improvisadora que es la vida.
Pero, sobre todo, cuando constato lo escasos que son en estos días escritores de la estirpe de Carlos Droguett, pienso en la dignidad y la entereza moral que tipos como él representaron, en los dichos y en los hechos, para la literatura chilena. Demasiado mordaz, demasiado punzante, demasiado intolerante. No hizo nunca nada por alcanzar favores, honores, distinciones. Así describe Luis Iñigo Madrigal a Droguett. El mismo que definió como un soberano bledo el Premio Nacional. El mismo que siguió sospechando, aún en la hora del reconocimiento, de cualquier instancia de legitimación más allá de la prueba irrefutable del tiempo. El único jurado valedero para dirimir la trascendencia o intrascendencia de un texto: el único jurado a prueba de influencias, humores, presiones y frivolidades es el más remoto futuro.
Vivimos en la catástrofe. Una catástrofe social, cultural y, más allá de nuestra fronteras, civilizatoria. La violencia, la miseria y la injusticia, siguen siendo tema. Frente a esa catástrofe, la literatura chilena se halla en la misma encrucijada que describiera Droguett hace cuarenta años. Darle la espalda o hacerle frente.
Los terremotos en nuestro país van jalonando los siglos matando gente. Con la limpieza de una industria, matando gente, pero dejando a Chile vivo, cada vez más vivo y despierto. Histérico como es, atormentado y callado, esencialmente nocturno. Este artista es nuestro mejor cronista, el gran novelista chileno. Una poética del terremoto, la recurrente metáfora nacional de la catástrofe. Eso es lo que encarna, en su literatura y su vida, Carlos Droguett. Una literatura escrita, palabra a palabra, en medio de la limpieza industrial y mortífera de un desastre humano llevado a estas alturas al nivel de la sofisticación.
¿A quién le será permitido hacer el comentario de la catástrofe? preguntaba el filósofo Patricio Marchant. A los que tengan la valentía para hacerlo, respondería Carlos Droguett. A los que asuman la poética del terremoto. A los que den la cara y afronten, sin desviar la vista, la realidad por dura o aciaga que sea. Los que le pongan el cuerpo y la letra a esa realidad que pasa por ahí afuera en estos momentos o que pasará mañana o esta noche cuando baje el viento de los cerros.
Valparaíso. Abril de 2010.
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Link al texto de Carlos Droguett: http://www.lanzallamas.org/blog/2006/08/la-literatura-chilena-de-espaldas-a-la-realidad-nacional/