Proyecto
Patrimonio - 2007 | index | Jaime
Pinos | Autores |
Anotaciones
a 18 poetas jóvenes de la Región Metropolitana
Jaime
Pinos
Parto agradeciendo a los editores de
Poética.cl
la invitación a presentar este libro. Lo que sigue son algunas anotaciones,
ideas apuntadas en el transcurso de su lectura.
En una mirada panorámica,
sólo eso es posible en estas líneas someras, diría que los
textos de esta compilación demuestran, claramente, la vitalidad de la escena
poética joven de Santiago. Casi todos menores de treinta años, la
reunión de estos autores despliega ante los ojos del lector una amplia
gama de temáticas
y registros. La ciudad, la escritura, la biografía, la Historia y las escenas
cotidianas del Horroroso País. Poemas escritos con un rigor objetivista
junto a otros articulados como proliferante deriva textual. Narratividad y lirismo.
Diversidad de influencias y de búsquedas.
Un escenario muy saludable,
si entendemos la literatura como un diálogo entre voces y miradas distintas
que se enriquecen mutuamente, tanto en la coincidencia como en la confrontación.
En vez de la obsesión de algunos por convertirse en la Voz Única,
vicio de la egolatría tantas veces repetido en la historia literaria chilena,
una actitud abierta a la convivencia, no necesariamente pacífica, entre
diferentes proyectos y experiencias.
No tengo duda de que muchas de estas
escrituras continuarán su desarrollo y que seguiremos teniendo noticias
de varios de estos autores en el futuro. Sólo depende de su persistencia
en un oficio cuya práctica, muchísimas veces, depara el mismo esfuerzo
y la misma soledad de un corredor de fondo. Leer y escribir. Leer. Sobre todo,
leer.
Respecto a la definición de este libro como muestra y no
como antología, me parece interesante rescatar aquí las palabras
de Roberto Echavarren, uno de los editores de Medusario, libro aparecido
hace diez años y referencia ineludible del llamado neobarroco. Medusario
también fue definido en su momento como una muestra. Dice al respecto Echavarren:
La antología tiene esa pretensión de reunir una época,
un lugar, y aquí no se trata de eso; yo lo veo más bien como las
muestras de pintura, en que hay un curador que elige una serie de personas que
quiere mostrar en conjunto porque manifiestan ciertas tendencias, o porque simplemente
es interesante yuxtaponerlas, por contraste, por retroalimentación o por
lo que fuera para enriquecer el panorama de una problemática. Una muestra
de pintura, dice Echavarren. Cuadros que, expuestos en conjunto, adquieren inéditas
significaciones al dibujar nuevos campos de fuerza en los cruces que genera su
montaje.
En mi opinión, esta perspectiva es mucho más interesante
y productiva que el desgastado gesto de la antología. De la antología
como ejercicio de poder o maniobra de instalación. De la antología
como pretensión de establecer los nombres o las coordenadas
explicativas encubriendo, la mayoría de las veces, tan sólo exclusiones
sectarias y reduccionismos. En vez de eso, una muestra, o una colección
de pintura diría Echavarren, abierta en principio a todos los colores y
texturas. Un cuadro colectivo cuya imagen se va componiendo a partir de trazos
y materiales yuxtapuestos, como en una pintura de Tápies.
Inevitable
al leer libros como este, no buscar aunque sea los atisbos de una posible identidad
generacional. Sin embargo, creo que lo verdaderamente importante es discutir sobre
qué bases podría constituirse esa identidad. Respecto a esto, dos
o tres comentarios.
Recuerdo lo escrito por Ricardo Piglia en un texto
bastante antiguo, publicado en la revista Literatura y Sociedad a mediados
de los sesentas: Toda generación tiene una misión. Su destino
es cumplirla o traicionarla. Cabe preguntarse entonces cuál sería
la misión de esta poesía joven y de toda aquella que quiera situarse
en la oscura realidad de nuestros días. La poesía no sirve para
nada, me dicen reza un verso de Elicura Chihuailaf. Tal vez sea cierto. Sin
embargo, paradójicamente, es la larga y poderosa tradición de crítica
del presente e imaginación de otro futuro, lo que ha hecho de la poesía
una de las expresiones mayores de nuestra cultura. La porfiada valentía
de poetas y escritores que, a pesar de saber la inutilidad de su gesto, practicaron
la escritura como parte de esa misión imposible que es, hasta hoy día,
alcanzar la completa libertad del bicho humano.
Pero sobre todo, una generación
se constituye en el trabajo serio y sostenido de reinventar, de reiterar diría
Lihn, la propia poesía. Y eso se hace poniendo buenos textos sobre la mesa.
Cuando le preguntaron a Bolaño cuáles eran los rasgos comunes de
su generación, respondió así: ¿Qué nos une?
Bueno, todos escribimos, con mayor o menor acierto. Más bien la pregunta
es ¿qué nos debería unir? Y la respuesta es muy sencilla.
Obras maestras. Pero, claro, es muy fácil decir obra maestra. Escribirlas
es lo difícil.
A propósito de lo mismo y citando nuevamente
a Roberto Bolaño, un recado para todos aquellos que, por distintas razones,
fueron o serán omitidos de esta u otras compilaciones: Primer requisito
de una obra maestra: pasar inadvertida.
Jaime Pinos
F.
Bar Espantagruélico, Santiago. 12 de enero de 2007