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La condena de Dios en  la obra “Dile a Jesús que tenemos hambre”
de Juan Pablo Cifuentes

María Ester Ortiz Sánchez
mariaesterortiz@gmail.com





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El ser humano es un ser sociable por naturaleza que de manera colectiva construye y domina su entorno para validar por medio de la razón, su actuar y permanencia en el mundo. Desde la Antigua Grecia hasta la modernidad el hombre ha buscado las respuestas que expliciten los grandes misterios de la Tierra. Por ello, DIOS como ser omnipresente fue el gestor del discurso teocentrista que la iglesia ocupó para dar respuestas a las antiguas interrogantes del mundo dictando las normas morales, sociales y culturales que mantuvieran el orden social y político. No obstante,  con el comienzo de la modernidad el hombre se alejó del teocentrismo para adquirir desde la ciencia y la razón el dominio de todo lo que lo rodeaba y con ello los grandes valores y normas morales fueron cayendo como torre de naipes.

Desde entonces, la sociedad ha ido sufriendo una pérdida de razón que va más allá del propio conocimiento científico y el desarrollo tecnológico sino que entre más centró su mirada y quehacer social en el dominio de la ciencia, el ser humano más se apartaba de sí mismo y de sus valores y creencias. Esto hizo prevalecer la idea de la razón por sobre los sentimientos y las normas, transformando la sociedad en una cuna en constante riesgo de ser atacada por los vicios y los anti-valores que de ella misma emanaban, lo cual dio pie para decir que junto con la caída de las grandes instituciones, hoy han caído los grandes valores que forjaron a la humanidad de  antaño  y que hoy es amenazada por la carencia de valores, la pérdida del sentido familiar y donde la dignidad y la empatía ya no tienen cabida en un mundo con poco espacio para sentimentalismos, pues la inmediatez del trabajo, el exceso de tecnología nos ha convertido en seres ciegos que no vemos más allá de lo que los medios comunicacionales nos dejan ver.

Esta, señores, es la paradoja de la humanidad, vivimos en una sociedad altamente tecnologizada, donde el mensaje instantáneo permite que nos comuniquemos con un solo click derribando, incluso, kilómetros de distancia entre un individuo y otro, pero que contrariamente, nos han consumido en soledad. Resulta, frustrante, ver como la tecnología nos ha separado tanto de nosotros mismos, ya no hablamos  de persona a persona, sino chateamos, enviamos mensajes, escribimos en muros de Facebook dejando que lo público domine nuestro mundo privado hasta el punto de relativizar nuestra manera de pensar y actuar con el  fin de encajar en la nueva era social.

Dile a Jesús que tenemos hambre es un grito de hambre, pero no de aquella biológica sino es un grito de dolor humano que converge de las entrañas de una sociedad enviciada, contaminada por el egoísmo, en el cual el hombre se destruye a sí mismo cuanto más vive en ella. El escritor, Juan Pablo Cifuentes, nos expresa en cada verso, el escenario de una humanidad que cojea pero que nadie se atreve a ayudarla a caminar a paso firme sino que se contempla con la lástima y la ceguera y donde cada uno cierra la puerta de su hogar, enciende la televisión y continua nuevamente con su vida. Así comienza una rutina de automatización, en que todo se hace, se destruye y se transforma. Nos dejamos inducir por quienes nos gobiernan, actuamos conforme a las leyes, sin embargo, nos quejamos, sufrimos y nos esperanzamos en la idea de que todo cambiara mañana. Es la pereza, la ira, la imprudencia, la ironía, la avaricia, el orgullo y la pobreza, las que invitamos a entrar en casa como invitadas de honor, cuyos falsos valores sostienen en parte nuestras acciones diarias.Dile a Jesús que tenemos hambre es un reclamo, un llamado de atención, que se cruza en la idea de que, quizás, la única esperanza es pedirle a Jesús que nos salve del hambre moral que nos invade. Esta ironía del concepto religioso no es un discurso eclesiástico sino político, social y cultural, pues nos demuestra que la sociedad perdió las grandes instituciones que la gobernaban, que no existe confianza ni fe en la política ni en las instituciones de beneficencias y donde el discurso hoy huele a mentira y cansancio. Esta obra homónima del escritor yumbelino, nos invita a criticar y a someter a juicio la manera en que pensamos y actuamos. Su discurso poético utiliza a Jesús como elemento testimonial de lo que está sucediendo, lo llama para que actué como ser justiciero frente a la inmoralidad que nos consume, sin embargo, el llamado es un sueño que nunca se concreta, pues es un recurso lingüístico cargado de significado social que sirve como punto de unión para identificar al lector con la obra. “Jesús” “Alá” ”Jehová” es la nomenclatura que todas las culturas utilizan para identificarse en una religión u otra y  es visto como el mesías de la salvación. No obstante, este no es un libro de cristianismo, y quienes crean solo en el título estarán cegados en la idea de que el tema principal se construye bíblicamente. No, señores, está es una obra de protesta social, de espejo moral, que nos invita a auto conocernos desde los antivalores y los vicios y que ironiza a la sociedad actual no solo chilena sino que puede también identificarse con cualquier cultura.

No es casualidad que el texto inicie con el poema “Imprudencia” donde expresa “La imprudencia es lo que mueve al hombre, es lo que lo hace ser tan indigno. Tan poco, prácticamente nada”. En este primer poema pone de manifiesto, sin matices y sin lugar a dudas, la existencia de un hombre indigno, sin nada que justifique y le dé sentido a su existencia. Luego, nos encontramos con “Ironía”, poema en el cual el poeta se burla de la palabra que utiliza como recurso metalingüístico en el que el mismo concepto juega de significado al mismo tiempo “Como un deseo anhelado en la vastedad de la cordura / te vistes de gala para disfrutar de nuestra locura.” La frase te viste de gala es la perfecta burla hacia el recurso utilizado para darle fuerza al mensaje mismo de como el hombre construye sus ideas en mentiras y palabras vacías. Tras continuar con la lectura nos encontramos con “Orgullo” poema que se puede considerar como un retrato de la dualidad que existe en el ser humano, esa mezcla de humildad y orgullo, que sacamos según lo amerite la ocasión: “Pero a pesar de todo no eres un mal tipo /si el orgullo no debe ser mirado como un mal requisito. / Eres así y punto / así como yo soy bueno y estúpido/ tú eres engreído y orgulloso. / Menos mal que somos uno solo” La utilización de una actitud apostrófica da cuenta de la dicotomía que existe en el hombre, es decir, somos una parte de orgullo y otra de humildad, somos verdad y mentira, somos todo y nada. Esa es la ironía de la cual el autor alude a lo largo de sus versos.  Esta obra, es un poemario anarquista, quizás frustrante de la humanidad, pero al mismo tiempo, crítico que busca despertarnos del mundo onírico para hacernos caer de bruces contra el suelo de la realidad que tanto queremos ocultar. Asimismo, al autor se burla de la relatividad, y al mismo tiempo, de la ignorancia,  con que el individuo se mira a sí mismo. Es el caso del poema “Light” en el que el hablante expresa: “No puedo salir a la calle si no estoy peinada/ que no puedo ir a una fiesta sino voy con traje nuevo / que no puedo comer esto porque tiene muchas grasas y proteínas” y termina diciendo “Es el último fruto del hombre / está podrido, pero no esperen demasiado/recuerden que es light”. En estas líneas el autor nos habla del concepto light como aquella palabra gringa que entró a nuestra cultura para referirse a lo delgado y  liviano de los  alimentos pero también alude a la manera  de cómo vemos la vida, donde todo es relativo y puede ajustarse a nuestra conveniencia cuando queramos y por razones justificables o no. 

El poemario invita a que caminemos por un libro cargado de ironías, juegos de palabras que se van mezclando con recursos lingüísticos característicos del escritor y que la hacen ser particularmente atractiva, pues el lenguaje liviano es consecuente con la necesidad de que la verdad debe decirse a todos y en todas las formas y lenguas posibles. Esto significa que su lenguaje es cercano al lector, quien se sumergirá en una polémica carta de infortunios morales, en donde la religión, la cultura, la educación, los vicios, conviven juntos y se burlan de nosotros mismo y nosotros de ellos como un juego de mentiras donde el perdedor nos es el que dice la verdad primero sino aquél que es capaz de apartarse y reconstruirse moralmente de nuevo. 

De este modo, Dile a Jesús que tenemos hambre del escritor Juan Pablo Cifuentes, está con la mirada puesta en la sociedad y en sus vicios y con la apertura de pensamientos donde las ideologías nos permitan contribuir a una mejor sociedad, pues eso es este libro, una crítica, un reclamo y una protesta a voz alzada que tiene sed y hambre de justicia, de amor, de familia, de educación, que tiene hambre de empatía y sueños que ya no quiere promesas de falsos mesías que traerán la paz que tanto se busca, y que por sobre todo, pide que no se le predique más, ya no que se quiere hablar de Jesús, mejor tráiganlo aquí para que nos explique qué sucede y se acabe todo.


“Dile a Jesús que tenemos hambre”, Juan Pablo Cifuentes Palma, Editorial Opalina Cartonera, 1ª Edición (2016), 48 páginas.




 

 

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