La poética de Peralta camina por Santiago a paso quiltro, pero dónde está la raza de esta poética, dónde sus valores estéticos, cuando la constante temática del tono es la desesperanza mortal de lo marginal en la crítica negra de la sociedad de consumo, la cual, como marginal, solo es posible sobrevivir a través del tamiz del alcohol y las drogas; parece decirnos el texto que la maldición de estar lúcido ante la injusticia social se paga con la abyección, con la caída en lo más bajo de esta posibilidad, con “el tocar fondo” a través de los excesos que prodiga justamente lo peor de nuestra realidad social.
Pero ahí lo fascinante porque lo peor de nuestra realidad social puede dar pie a un buen texto poético, que funciona como un punto en el aire que va pasando revista a la ciudad con una poesía que sabe a metal, a borrachera, donde el sonido es importante, nos parece que hay pura rudeza, las cosas no están con blandura dichas, quizás sus mejores frases se dan cuando se aleja del rock, porque el tono del rock ha sido una plantilla demasiado explotada.
Toda su poesía causa extrañeza, es rica en imágenes; logrando mantener un buen nivel de construcción sintáctica; un corte de versos y un buen manejo de los blancos en el respirar de la palabra. Y de telón de fondo, un tono negro, desesperanzado, provocador, donde le sirve lo escatológico en tiempo de rock. Como palabra en sí, logra salir del lugar común del amalditamiento gótico (de cierta poesía joven), cuando se plantea como escritura consciente de que el paroxismo en la saturación de lo negro del feísmo, se supera felizmente cuando el decir se hace revelador en una extrañeza filosófica y existencial, generando un contrapunto que acierta en un decir de otro color, que ya no es el negro, son quizás los grises que se escurren por los brochazos de una metáfora asertiva o simplemente por el dibujo de una imagen expresionista bien lograda. Hay altos y bajos en este trabajo; los bajos —en menor grado—, cuando la saturación escatológica y/o negra, no se supera, al no salir del simple lugar común (el cliché); los altos —en mayor grado—, cuando sí se supera.
Vemos en el comienzo del libro con el poema “Otro año más” un asqueamiento general, Otro año más, a la izquierda del mundo, /desnudo en el crepúsculo,/ llegando tarde,/no figuro en las listas que es coronado acicaladamente con una visión de la muerte que le espera con nostalgia, todo sostenido con un mosaico de imágenes críticas, que son vomitantes, pero a la vez profundas, alcoholizadas, todo es lisérgico, como en el poema “Delirio”, donde Peralta aúlla: Destrozado por la amalgama/efervescente de las botellas/ordenadas anárquicamente/por el ego dipsómano de quien las bebe,/Mi sensibilidad en la postrimería aúlla/desnudada en pulsiones de mal estar. Ya acá se advierten influencias de Pablo de Rokha y Baudelaire y esto queda más a la vista en su último poema “Quiltro”. Como perro marcando territorio, esta hostil ciudad, Peralta dice: La ciudad derrotada cae sobre mis hombros diariamente/ y cargo con los escombros de la angustia marginal/perdido en la vanguardia de la trayectoria mestiza/me hundo con el esqueleto del continente/hacia la muerte que me espera con nostalgia. Esta poética contradescriptiva parece querer acabar con todo y quizás, quizás recomenzar.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Javier Peralta… A paso quiltro.
Mago Editores 2005.
Grupo Casa Azul