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En el patíbulo de los malditos
me divierto con otras ánimas desdentadas
en un encaprichado juego de azar
resucitados por el desaliento
heridos por la violencia de la espera
permanecemos en nuestros puestos
sin desertar jamás.
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Soy una bestia social sin contrato
no apto para reuniones familiares
ni asados de camaradería
Profeso una peligrosa pastoral
transformadora
y el error me ha fogueado hasta
la médula
Algunos me señalan con el dedo
otros me han borrado de sus nóminas
cuando el karma se me ha puesto
turbio
No poseo currículo ni números que me
identifiquen
la identidad me suda en el cuerpo
sorteo escurridizo las trampas
que intentan disecarme el gesto
Provengo de la cuna del fracaso
pero mi insolencia no permite derrota
inconcluso hablo el idioma salvaje
que he adquirido en sitios de baja renta
Nunca llego a los horizontes
cuando la noche me muta
y el apocalipsis se desviste
dando a luz a sus hijos ciegos
Y germino en delincuente
en predador periférico
hasta que la existencia se me seca
en el desborde de lo social
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Las gasolineras huelen a libertad
Nos volamos con bencina frente a la carretera norte-sur
hasta que el cuerpo se nos llena de telas de araña.
El profeta alucinógeno nos trae otro bidón de regalo
de la población del Más Allá.
Y miramos cómo pasa Manuel Rodríguez
galopando
entre los vehículos con agilidad.
Pero ya es tarde para la revolución
y cae acribillado por los aviones rasantes
5
En el supermercado de la vida
me encontré con el anticristo
conversaba con un ángel punga
ambos de falda y sostenes vacíos
yo tenía hambre de todo y nauseas de nada
había palomas pobres
fetos con alas lamían tarros de conserva
la tarde estaba hedionda a capitalismo.
En la plaza triste al lado del carro de completos
unos olvidados aspiraban pegamento
con las coronillas pegadas al cielo
con la muerte en las pupilas
asoleándose en el anti jardín
sin nada que perder.
Yo tenía hambre de todo y nauseas de nada
6
A mí no se me abrió el paracaídas
del pequeño dios
y me azoté contra el pavimento
en Av. Matta con San Diego
caí por mi propio peso
en un solo de guitarra
a voluntad.
A las ánimas robé
sus únicas monedas
y culebras me sacudí de las manos
compré cigarros sueltos.
Canté mi propia canción:
mi voz no tiene eco
suena de una vez y para siempre
esculpiendo los tímpanos de la memoria
de la ciudad sin horizonte.
Comiendo pan duro
sicoseado en la plaza de los muertos
el rey de copas me alumbró
con un botellón de odio
chorreaba vino en los rayos de sol
con una sonrisa de espuma de mar
me tiró las cartas.
Nunca tuviste suerte
me dijo.
Colgaron ojeras de la noche
y los días se apolillaron bajo la sombra de los puentes
vi el matrimonio de la democracia con la dictadura
a la salida de una capilla inválida
apenas sujeta con las muletas de la teología.
Pegaron un póster con Neoprén de un arco iris
pudriéndose en el cielo de estrellas muertas.
Seguí caminando por ese borrón forzado
cuando era tarde para corregir
un paso nunca es igual al otro.
A mí no se me abrió el paracaídas
del pequeño dios
y me azoté contra el pavimento
mis recuerdos sangraron
la globalización no me alcanzó
me quedé en las llagas de la calle
oliendo un ramillete de flores de alquitrán
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Cuando al trafica se lo llevaron en cana
nos pusimos tristes.
Subimos a la cordillera de los Andes
en pleno toque de queda
locos de remate
con el cuerpo hecho trizas.
Cruzamos ríos sementales que luego sangraron
Con los dedos teñidos con resina
escarbamos entre la piedras
y no había nada
ni pueblos ni cementerios
sola la pacha mama sin promesas
y unas cuantas balas y cartuchos todavía tibios.
Pero estábamos tristes
la legal hermano
qué íbamos hacer sin un antenazo
que nos devolviera la existencia por unos pocos segundos.
Te multiplicaste en estrellas en la madrugada de una calle
a 100 por hora lloramos
dándote a la fuga sin resguardo
te perdiste en el vuelo de un cóndor.
Todos nos fuimos a negro
Que día más puto pensé
mientras se me arruinaban los ojos
de tanto mirar la lucidez de las sombras
y despellejarse las horas.
Nos dejaste guachos
Allá abajo el país era una fosa común
ni un brillo.
Los teléfonos lloraban esa madrugada
en las avenidas pudientes
donde se prostituían los muchachos
al mejor postor
rematando el sexo
por unos papelillos de locura.
Me senté a mirar tu esqueleto estrangulado en la luna
en la cuneta de tus ojos giraba el carrusel de la adicción
el eterno retorno del drogo
macheteando unas monedas
en los almacenes del barrio
con la ropa oliendo a plástico recién quemado
Dimos jugo a nuestras madres
sin acertar nunca con la vida correcta
amigos del sueño y de la muerte
con 37 años de Estado de Sitio
más encima
cargando con los escombros de la historia
que nunca hicimos
fotografiada en álbumes crasos
guardados en un escritorio
en lo alto de una montaña
disecándose al sol
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Los poetas sin público
en el circo pirata de la subamérica
son un solo verso de cobre que no se negocia
aunque el rigor pulento de la muerte
haya hecho fruto en sus carnes
antes de que abrieran la primera puerta al abismo
con sus manos de cemento y el rostro lleno de tics
porque el animal de la discordia no se puede adiestrar.
La moneda falsa
de los apóstoles renovados
suena y suena en sus bolsillos
pelándonos el cable con el desarrollo y la privatización
Vender vender vender
vender vender por sobre todo
la muerte también tiene plusvalía
Tal vez nos encontremos por ahí
en cualquier esquina
tomemos una pilsen
y el tiempo se detenga en el cuarto creciente
hasta que la luna se hunda en el cerro más lejano
y dé paso a la noche cuática
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Los cabros con sus bolsas de tolueno
están ahora abreviados en las rocas húmedas
de la mar del Quisco.
Escribiendo con la mente
un trozo flaite de la ciudad
la semilla de cemento
adquirida durante años bajo la sombra de un árbol lluvioso
en los aburridos veranos eriazos mirando la gran Copa de Agua
por si chorreaba algo de líquido porque todos teníamos sed
y el domicilio a esas alturas ya no importa o era una deuda
que la mámi pagaba a crédito, llorando.
El oleaje repite una extraña sensación de ser
siempre rotos inconclusos
con moscas en el pensamiento.
A la diestra familias adiestradas comían hamburguesas
en los Moles
servidas por promotoras de cuerpos falsificados
brillándoles la fecha de vencimiento en las orejas.
Adentrada la noche
las ampolletas del delito se prenden en la primera comisaría
apaleando a los detenidos por sospecha
hasta romperles los huesos de la memoria.
El oleaje repite una extraña sensación de ser
siempre rotos inconclusos
la angustia de la diferencia.
Y en la tele
el presidente dice que nos vendió a todos gracias a dios
echando una meada a lo perro
en la esquina de su sistema entero pitiao.
Allá en el zoológico hicimos til
las camionetas municipales no nos dejaban tranquilos
querían robarnos hasta lo irrepresentable
algunos no aguantaron más
aparecieron colgados en los juegos de la plaza
el conteo de los muertos es la historia
hay más muertos que vivos
resplandecientes en cuadras y cuadras de frutas podridas.
El mar se tornó en aceite
nos devolvía cuerpos de baba sin huella
el pasado presente futuro
repetía una sensación corrosiva de ser
Al pájaro de nicotina lo consumió el viento norte
la bandera sin estrella flamea
cuando en un parpadear se varó lo oscuro
y un hormigueo apenas nos conmueve
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Coronas de flores pálidas en la calle
estaba perdido entre ataúdes
abiertos a disparos por el narco.
Iban y venían de la esquina a la carnicería
chorreando semen de alquitrán
diablos andinos con chaquetas de cuero
amamantándose de un fármacon
En conversaciones de vagabundos
la muerte me habló al oído para siempre:
estay pedio conchetumare
y un puñado de pájaros negro voló
hacia una perra hambrienta que andaba de feria en feria
El verso Sudaca aguanta
en la capital del capital
El poema es un delito
escrito con el filo de una botella quebrada
por los que ya no tienen vuelta
o andan eclipsados arriba de la pelota
con el corazón palpitando en la mano
Igual me tercié con un groso asado en la cuneta
entre ataúdes y coronas de flores
abiertos a disparos por el narco
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Y ahora qué nos queda
Reír en el tajo abierto más grande del mundo
entre las paredes frías de los Andes que se derriten en lágrimas
tecleando letras en el piano de la escritura
bajo la permanente tempestad de este sur.
La frontera de los sueños cercada por policías
Cobrar peaje en los puentes peatonales
a los pollos picao a choro que marcan el paso
y se creen vivo
en este país que es un cuerpo del delito
donde somos la escritura de un agonizante
de un agonizante
de un agonizante
la palabra caída
que escurre sin miedo
y abre caminos
martillando el pavimento.
Qué nos queda
Poco
Pero aún queda plomo para unos cuantos suicidas
los ángeles de asfalto sin alas
revolcándose en la tierra cruda
enceguecidos por el resplandor del sol occidental
sin un pasaporte para cruzar las fronteras.
Los amigos que se fueron por el desvío
los que se quedaron detenidos contra la pared para siempre
con las manos en la nuca
por tomarse un copete piola
ahí, justo ahí, en la calle de la Transición
en la misma en la que un vago brilla
en la noche entera
sin importarle nada
totalmente virao del formato.
Y qué nos queda,
el escombro
los cóndores colgando como signos de interrogación
de las torres eléctricas
en las carreteras muertas con olor a veneno
La muerte que todo lo vende y no te deja morir
el no estar ahí
la mirada chueca
vivir a puro pulso