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Todo es centro. El palacio no interesa

Por Jaime Pinos



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En el campo literario chileno surge una productividad autónoma, crítica y alejada de la razón metropolitana, una productividad que reivindica prácticas lejanas y deslegitimadas hasta ahora por esa lógica de poder central y omitida por cierto discurso académico y administrativo. Con estas palabras se inicia el texto de fundamentación de este encuentro. Lo que sigue son algunos comentarios sobre esta idea y otras enunciadas allí, en la intención de contribuir al diálogo de escrituras territoriales que se ha planteado como uno de sus principales objetivos.

Desde luego, me parece indiscutible la existencia de esa productividad. Los autores convocados, y otros que no lo fueron, sus escrituras así como su quehacer en los ámbitos de la edición, la crítica, o la docencia, demuestran en los hechos la persistencia de esta literatura hecha fuera de los centros discursivos y burocráticos de este país. Digo persistencia teniendo en mente cierta tradición que podríamos rastrear en innumerables proyectos culturales y literarios anteriores emprendidos en o desde estos sectores supuestamente periféricos. Pienso, por ejemplo, en los grupos y las revistas creadas en provincia antes de la dictadura, en los años sesenta. Tebaida en Arica, Arúspice en Concepción, Trilce en Valdivia. Todas ellas referentes de la producción literaria de su época. Pienso, por ejemplo, en Guillermo Deisler en Antofagasta. Deisler publicando desde allí el año 72, por sus Ediciones Mimbre, el libro Poesía visiva en el mundo. La primera antología significativa de poesía visual publicada en América Latina.

Por supuesto, las condiciones cambiarían dramáticamente después del Golpe. Sin embargo, durante la dictadura, en condiciones de vigilancia y extrema precariedad, se levantaron y sostuvieron en las provincias proyectos y espacios de creación y sociabilidad literaria. A lo que voy: me parece que este surgimiento de una productividad autónoma, crítica y alejada de la razón metropolitana del que se habla en el texto podría ser leído más bien como un re surgimiento. Como un momento de vitalidad que cierta tradición anterior, cuyo rastreo exhaustivo es aún una tarea pendiente, ha hecho posible como política e imaginario.

Sigue el texto: recoger este espíritu de transformación proveniente del ámbito provinciano, lo que incluye resemantizar esta noción (la provincia) que a menudo ha sido secundarizada políticamente. Esto me parece muy importante. El trabajo de resemantizar la propia noción de provincia. De explorar nuevas definiciones y sentidos para esa experiencia vital y simbólica que es vivir en ella, fuera del centro. A este respecto, me parece efectivo que vivimos en pueblos abandonados. Quien podría ignorar la situación de orfandad e invisibilidad casi absolutas que dominan la vida cotidiana en la provincia. Sin embargo, me parece que ese abandono es solo una parte de la cartografía. Aquella parte que sitúa a estos territorios como lugares de carencia o lejanía respecto a determinados centros de poder. La administración central del Estado y la burocracia cultural. Los medios y los circuitos políticos y económicos hegemónicos. La provincia como la zona desmedrada de esta cartografía del abandono.

Sin embargo, me parece también que otras coordenadas, en la idea de una nueva cartografía de la provincia, podrían trazarse desde otro plano. Que justamente esta situación de lejanía del centro hace más posible la emergencia de una literatura radicalmente crítica. Que justamente en estas zonas desmedradas, según la lógica del poder, es donde puede emerger y ha emergido de hecho lo que el texto llama un archipiélago de voces dispersas y colectivas, resentidas y rabiosas, que tienen como blasón la subjetividad, la independencia y la autonomía territorial, como motores de los cambios sociales y de los proyectos emancipatorios en proceso de forja. Comprender la provincia como un lugar propicio para el desarrollo de ese potencial crítico. Abandono, sí. Pero también ese carácter de territorio no completamente colonizado o que al menos aún ofrece brechas para ensayar prácticas culturales y literarias alternativas y emancipatorias. El mapa del poder no es el territorio.

Todo es centro. En el ámbito del lenguaje y la imaginación todo lugar puede ser o llegar a convertirse en uno. Aún frente a la situación de abandono en que se le ha confinado, y justamente para salir de esa situación, una literatura debería ser capaz de articular experiencias y habilitar espacios cotidianos para el ejercicio de la palabra y la comunicación. Aún en la intemperie que suele ser la vida en estos territorios, la literatura debería aspirar a convertirse, como escribió Susan Sontag, en una especie de pasaporte de entrada a otra vida más amplia: La disponibilidad de la literatura, de la literatura mundial, permitía escapar de la prisión de la vanidad nacional, del filisteísmo, del provincianismo forzoso, de la inanidad educativa, de los destinos imperfectos y de la mala suerte. La literatura era el pasaporte de entrada a una vida más amplia; es decir, a un territorio libre. Todo es centro. Toda literatura, aún aquella que ha sido hecha en medio del abandono, puede ser un territorio libre.

Un último comentario.

Una nueva voluntad de escritura, centrada en la independencia y las autonomías locales, y que procura ensayar la reescritura territorial como registro de estas prácticas dice el texto. La idea de autonomía también me parece una idea fundamental. Autonomía como voluntad de escritura. Autónomo es quien se fija sus propias reglas. Quien no sigue otras reglas que esas, las propias. Quien no sigue las reglas dictadas en otra parte que no sea el propio lugar. Una literatura hecha en la provincia debería seguir ese derrotero. Escribir con autonomía. Leer con autonomía. Definirse y relacionarse con la capital desde ahí, como otro centro.

A propósito de esa voluntad de escritura, termino con un texto del libro Las Cosas Nuevas del poeta Ennio Moltedo. Un poeta que, desde su residencia de toda una vida en esta bahía, nunca necesitó del reconocimiento metropolitano para escribir su poesía: No vayas a la capital del reino. Si debes ir a la capital del reino entonces no te presentes en palacio. Si debes ir a palacio cumple los siguientes requisitos: cruza el portón y el patio con paso rápido y, mirando siempre al frente, como si fueras dueño –en verdad lo eres-, sal otra vez a la calle por la puerta de servicio, rumbo al horizonte.

El asunto es la posibilidad de dibujar otra cartografía. Una cartografía alternativa a la dibujada desde el poder que, como todo poder, siempre se pondrá a sí mismo en el centro de todo. El asunto es si seremos capaces de inventar y sostener, en la práctica y en la letra, un territorio libre. Si podremos resguardar nuestra autonomía. Si, en caso de que nos toque ir a palacio, podremos con paso rápido y mirando siempre al frente, cruzar el patio y salir otra vez a la calle por la puerta de servicio, rumbo al horizonte. Esa capacidad, esa voluntad de escritura, podría ser la base para una literatura verdadera.

El asunto, como escribió Ennio Moltedo, es nuestra relación con el palacio. No desde la cortesanía, sólo desde la total independencia se pueden fundar y construir territorios nuevos. Porque, como dijo el mismo Moltedo a propósito de la reivindicación de los pequeños lugares: El palacio no ha interesado nunca en realidad.

Valparaíso. Noviembre de 2013



 



 

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Todo es centro. El palacio no interesa.
A propósito del "Encuentro de Pueblos Abandonados. La otra provincia".
Por Jaime Pinos