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Lota, 1960. La huelga larga del carbón
Una luz enterrada
Por Jaime Pinos
http://www.jaimepinos.blogspot.cl/
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Lota. 1960. La huelga larga del carbón. Más de tres meses de paralización. La gran marcha. 35.000 personas, cientos de familias, hombres, mujeres y niños, caminan los 40 kilómetros que hay entre Lota y Concepción para manifestar su voluntad de lucha. Con el correr de las semanas y los meses, frente a la necesidad apremiante de alimentos, los mineros deciden enviar a sus niños a Concepción y Santiago donde son recibidos por la solidaridad de las familias de trabajadores gráficos y suplementeros. Luego vendría el gran terremoto del año 60. La imposibilidad de continuar con la huelga. El retorno al trabajo habiendo obtenido tan solo conquistas menores.
Esta es lista somera de los hechos, la crónica resumida de uno de los movimientos sociales más importantes del siglo pasado en nuestro país. Es este hecho el que sirve de base para este libro que es, a un tiempo, recuperación y recreación de la historia a través de la palabra y de la imagen. Seis relatos gráficos, de distintos autores, todos con guión de Alexis Figueroa. Me parece pertinente recordar aquí la importancia de la visualidad en la obra poética de Figueroa, pienso especialmente en Virgenes del Sol Inn Cabaret. Como otro antecedente de este trabajo podría considerarse la novela gráficaInforme Tungunska, publicado hace pocos años, libro que continúa la colaboración entre Figueroa y Claudio Romo, coeditor y autor de uno de los relatos de este libro.
Un par de ideas, dos apuntes breves que me sugiere su lectura.
Dice Alexis Figueroa en una entrevista sobre este libro: Quisimos hacer un producto sobre una historia épica, pero no contada a través de sus protagonistas épicos, sino a través de ojos, voces y recuerdos de personas que, generalmente, están ausentes en este tipo de relatos: los niños y las mujeres. Esto me parece central respecto al punto de vista adoptado por todos los relatos que componen este libro. Esto es historia social. Pero la perspectiva desde la cual es relatada esta historia es la de aquellos que no suelen ser vistos como sus protagonistas. Niños, mujeres. Los perros quiltros que marcharon junto a las familias hasta Concepción. Los actores siempre secundarios para una forma ya desgastada de comprender y relatar la historia. Una épica obrera siempre masculina y ejemplar hasta la caricatura. Por el contrario, este libro, el montaje de relatos e imágenes que lo componen, se juega por ver y recordar desde otro lugar. El de los ojos, las voces y los recuerdos de los invisibles, de los más olvidados. Los que fueron parte de esa lucha, la lucha de todo un pueblo, sin ninguna aspiración al heroísmo o a la posteridad.
Desde luego, la ciudad de Lota que nos muestra este relato, la ciudad minera de los sesentas emplazada en un territorio de grandes complejos industriales, ya no existe más. Sólo sus ruinas, tal como Chiguayante o Tomé. ¿Qué queda entonces? Se pregunta Figueroa en uno de los textos. Y responde: La memoria. Una memoria que exige un delicado y paciente trabajo de reconstrucción. Una memoria que debe erigirse entre las ruinas para recuperar la vida que allí tuvo lugar y que ahora se halla oculta bajo el polvo y el olvido.
Acaso el transporte del pasado físicamente más feble sea la memoria, pero a la vez es lo único que nos permite –aún más que identidad– la noción de ser algo más que nuestra propia percepción, aislada y sola, ajena al otro, y así, sin continuidad ni historia, colectiva o personal. Hemos elegido entonces este episodio justamente como un hito, una inscripción, una grafía. Un episodio que habla y narra una voluntad de lucha y esfuerzo colectivo, una historia entonces no solo de coraje, sino esencialmente de comunidad. Cito en extenso las palabras de Figueroa porque me parece que definen con claridad la poética de este libro. La memoria es frágil, feble. Sin embargo, es la única herramienta de que disponemos para evitar el aislamiento individual y para recuperar el sentido de lo comunitario y lo colectivo. Una inscripción, una grafía, dice Figueroa. El signo de la memoria que, a sabiendas, se escribe sobre el agua. Y sin embargo, sostiene la posibilidad de otra vida, imposible de imaginar sin el conocimiento del pasado. Sin descifrar sus señales borradas sistemáticamente por la amnesia de ésta, nuestra época.
Termino. Se menciona en el libro el documental que filmara Sergio Bravo sobre la huelga larga. Un documental extraviado luego del golpe de estado, perdido hasta el día de hoy. De alguna manera, este libro contribuye a reponer esas imágenes perdidas. A darle una imagen a lo que esta historia metaforiza. Sus señales ya casi invisibles. La identidad popular. La Solidaridad. El sentido de pertenencia a un colectivo. La memoria, familiar y política, organizativa y sentimental, de los trabajadores chilenos. El carbón es luz, luz de estrella enterrada, dice unos de los personajes de esta narración. Eso es lo que hace este libro. Convocarnos a recordar. Desenterrar esa luz para ayudarnos a iluminar las galerías de este presente.
Valparaíso. Mayo de 2015.
Lota, 1960. La huelga larga del carbón.
Díaz, Echeverría, Figueroa, Muñoz, Rivas, Romo, Plaza.
Novela gráfica.
Ediciones Nébula/LOM