El renacer del tamarugo
Entrevista a Cecilia Vicuña
Por Jaime Pinos
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Dos proyectos ocuparon a Cecilia Vicuña durante su reciente visita al país. El primero es la edición del libro El Zen Surado. Textos escritos entre 1965 y 1972 que demoraron cuarenta años en publicarse y dan una especial perspectiva de esa época. El segundo es una exposición que recrea su rol como fundadora de la agrupación Artists for Democracy, creada en Londres el año 1974 para apoyar la resistencia contra el Golpe Militar. Aquí habla de la vigencia y la conexión de estas experiencias con la irrupción actual de la voz y la imaginación crítica de los jóvenes, así como de algunos de los fundamentos de su poesía y de su arte.
Un libro rescatado al mar
Imagínense un tiempo en que Chile era un lugar donde todo era posible. Aparece Alfonso Alcalde, gran poeta, que pasa a hacerse cargo de una colección de Quimantú que se llamaba Nosotros los Chilenos. Libros más baratos que una cajetilla de cigarrillos, para que los leyera todo el mundo. En los tres años en que Alfonso se hizo cargo de ese proyecto, Chile se convirtió en un campeón mundial de la producción de libros. Yo no sé, leí o supe no sé cómo, me imaginé quizás, que también era un lugar para la poesía. Fui a ver a Alfonso Alcalde. Llego yo, una cabra chica, muy fresca y campante, con un manuscrito de más de cien poemas. Me presento. Alfonso me mira, no nos conocíamos, por supuesto. Bueno, le digo, tengo aquí este libro. Déjame leerlo, me dice. Le dejo mi teléfono. A los pocos días me llama y me dice, Cecilia ven de inmediato. Alfonso estaba totalmente fascinado, deslumbrado. Se levantaba de la silla, se sentaba, sudaba, se agitaba. Lo veía como un animal de pelos erizados, pero de fascinación frente a un fenómeno nuevo. Ese fenómeno nuevo era el sexo. El erotismo de una mujer sin vergüenzas. Lo malo es que nosotros acá en Quimantú no publicamos poesía, me dijo. Quiero publicarlo en la editorial Ediciones Universitarias de Valparaíso, donde mi amigo Oscar Luis Molina que está haciendo unas ediciones fabulosas. Me trajo para acá, firmé un contrato en Valparaíso para publicar ese libro. Eso fue el año 71. Qué sucede después: me dieron una beca, me fui a Londres. El libro no sale, no sale, no sale. Llega el golpe militar. Pasan y pasan los años. Me entero de que Oscar Luis Molina, que fue perseguido y exiliado, dice que agarraron los libros de la editorial y los tiraron al mar. Imagínense a este pobrecito manuscrito, totalmente desnudo y del cual existía solo una copia, tirado al mar, como tiraron los cuerpos de los desaparecidos. Después pasan casi cuarenta años y me encuentro con Zurita. Él me cuenta que Oscar Luis Molina le dio mi manuscrito a leer. Que tanto él como Juan Luis Martínez leyeron este libro en formato manuscrito. O sea, este manuscrito fue prohibido, pero fue leído al menos por dos poetas, Zurita y Juan Luis. Pasaron los años y me olvidé que existía este libro. Hasta que hace poco, Julieta Lynd me pide permiso para leer materiales en mi archivo y llega a mi casa en Nueva York. Encuentra este manuscrito y me dice: ¿y esto? Yo le digo, sí, sí, ahí está. Entonces ella me dice: acá hay una conexión con el movimiento de los estudiantes de ahora.
Socialismo erótico
En esa época vino a Chile Roberto Matta. Le vino un entusiasmo descabellado cuando supo del triunfo de Allende y se vino a instalar acá. Hacía las declaraciones más extraordinarias y maravillosas. Cuando hablaba, sus palabras eran verdaderos poemas encarnados en la locura ilimitada de su genialidad. Estar con él, escucharlo, era algo maravilloso. Nemesio Antúnez invitó a algunos artistas a conocerlo, a conversar con él. Me acuerdo que una de las cosas que decía era que el socialismo tenía que ser erótico. Me invitaron a hacer una exposición en el desierto, en Antofagasta, y me entrevistaron. Yo era una cabra chica, veintidós años tenía. Y me preguntan qué pensaba yo del socialismo. Entonces cito a Matta y digo que el socialismo debía ser erótico. Al día siguiente, la cuestión sale en un diario de Antofagasta de titular: “Esta sí que es buena, El Socialismo tiene que ser erótico” O sea como cagándose de la risa de Matta, de mí y de nosotros. Sin embargo, así era la vida para nosotros, así vivíamos. Estos poemas reflejan eso.
La desnudez
Me empecé a meter a google con mucha más intensidad que antes y empezaba a encontrar esta idea de que los estudiantes chilenos, hombres y mujeres, se empelotaban para salir a la calle. En Concepción, en Santiago y posiblemente en otras ciudades. Cuando veo eso me vino como una felicidad sobre natural. Como si yo hubiese sido el arbolito muerto que brotaba otra vez. Me imaginaba esos tamarugos del desierto que están secos por cincuenta años y les cae una gotita de agua y vuelven a brotar otra vez. Esa fue la sensación que sentí cuando vi las niñas en pelota, me reconocí. Porque cuando yo era joven y no me daba frío, escribía en pelota porque ese era mi estado natural. Esa era la forma en que el poema fluía en forma total. Yo buscaba una desnudez de adentro y de afuera. Una desnudez de las palabras, una desnudez de conceptos. Buscaba sentir una totalidad entre yo y lo que estaba siendo sentido, que me sentía a mi como yo lo sentía a ello. Esa es la conciencia verdadera. La conciencia que no está en uno, sino que está en todos. Uno participa y la siente. Yo sentí que esa conciencia había vuelto a Chile. Era la primera vez que sentí que la dictadura había fracasado. Si existía gente joven capaz de creer, pensar y decir, la dictadura no había triunfado. A pesar de todas las apariencias, a pesar de que todavía estemos bajo el poder de esa constitución maldita, si los seres son posibles como seres libres, entonces la dictadura no triunfó.
Artistas por la democracia
Cuando terminé la Escuela de Bellas Artes, postulé a un trabajo acá en Valparaíso y no me lo dieron, me encontraron muy rasca o muy recién nacida. En vista de eso, postulé a una beca imposible de conseguir en Londres porque yo tenía menos de la edad estipulada, tenía 23 años. Pero, increíblemente, me dieron la beca. Estaba en Londres cuando fue el golpe militar. Hay una historia que le ha sido robada al pueblo chileno: la pasión que causó Allende y la Unidad Popular en el mundo. Cuando yo llegué a Londres, a fines del año 72, me encontré que esa pasión estaba en todas partes. Los obreros, los sindicatos, el partido laborista, los artistas, los intelectuales, los músicos, todo el mundo. Era como una especie de foco, como si Chile fuera un farol. Era una luz en el mundo como un punto democrático de revolución dentro de la ley. Algo insólito, nunca visto. Por supuesto, había la posibilidad de que la ley se juntara con la poesía, de que la ley se juntara no con el poder del 1 %, sino con el poder del pueblo. Era algo que realmente entusiasmaba a todo el planeta. Después del golpe, en Londres, me convertí rápidamente en vocera de la Unidad Popular, de esa tragedia, de ese borrón de una posibilidad humana. Empecé a hablar en reuniones de artistas y hablé siempre con tanto dolor de lo que había pasado, que los artistas de inmediato se juntaron en torno a mí para decirme: qué podemos hacer. Yo les propuse hacer una nueva organización, inventar un festival para la democracia en Chile. Así se fundó Artists for Democracy. Es interesante que toda esa historia se haya borrado por completo. Yo creo que se borró porque fue necesario, a mediados de los años setenta, cuando se instalan todas esas dictaduras acá en Latino América y también se empieza instalar el neoliberalismo en Europa. Era necesario borrar todo ese movimiento. Una movilización espontánea y no institucional de artistas jóvenes de todo el mundo. A Chile había que borrarlo. A todo ese movimiento extraordinario que culminó en esa marcha en Trafalgar Square con más de diez mil personas y donde estaba la Tencha Bussi, los sindicatos, los trabajadores.
Arte multidimensional
A veces pienso que soy como un animal en extinción. Aunque yo fui a la escuela de Bellas Artes, gracias a que estudié pedagogía, nadie me trastocó la cabeza, nadie se metió o se logró meter en mi imaginación. Yo seguí como una animal silvestre imaginando el mundo, sin divisiones y sin separaciones. Yo no pensaba que había una cosa que se llamaba la performance y otra que se llamaba happening y otra que se llamaba la danza. Pensaba que había una cosa que era un ser o un existir en totalidad. Que la belleza, y el gozo, el salvajismo de mi imaginación ilimitada, era no solamente nuestro derecho, sino nuestro verdadero ser. Nuestra verdadera naturaleza. Creo que esa es la herencia precolombina, la herencia innata de las culturas milenarias de las cuales nosotros somos los mestizos herederos. Me siento completamente heredera de esa tradición. También pienso que la tradición europea, que constituye mi otro lado, también tiene esa línea silvestre, pero la tiene más sepultada. Pero es cosa de rascar un poquito. Por eso existe el surrealismo, por eso existen los poetas románticos alemanes. Basta sacarle un poquito el polvo y esa energía está presente en todas las culturas humanas. Otra cosa que está presente en todas las culturas humanas es la necesidad del colectivo, de la colaboración, del trabajar juntos. Ese aspecto multidimensional de mi arte, que no reconoce género, ni divisiones, ni límites, también opera en cuanto a que siempre, desde el primer momento, siempre, inventé colaboraciones o me abrí a colaboraciones o recibí colaboraciones. Eso fue igual en los años sesenta cuando yo era una chica chica y ahora que soy una vieja chica. Es igual, yo sigo trabajando siempre en colaboración. Lo que no quita que trabajo la mayor parte del tiempo en mi soledad y en mi silencio. Eso también es parte de la colaboración. Colaboración es estar vivo, es respirar. La colaboración es pensar en una palabra que uno ha heredado, que fue creada hace miles de años y que nosotros la pronunciamos, la acariciamos con la saliva. Mi último libro en Estados unidos se llama Templo es saliva. Eso es el habla para mí.
(Entrevista realizada en Casa Museo La Sebastiana. Valparaíso.
Verano de 2014.
Publicada en Revista Cuaderno. Número 70)