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Los libros de los otros
Por Jaime Pinos
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Tal vez, lo más pertinente es empezar por el examen de algunas ideas que, me parece, dominan aún sobre la definición de la crítica y el crítico. Creo que son fundamentalmente dos.
La primera: la crítica es un género o un registro distinto de la literatura misma, de la literatura creativa. Una suerte de especialidad cuya función sería verla desde afuera. Ese distanciamiento es el que le permitiría desentrañar el sentido verdadero de una obra. Establecer qué dice.
La segunda: el crítico es un juez. Su papel es asignar valor, sancionar cuál obra lo tiene y cuál no. Jerarquizar según esos valores y discernir las obras que son menores, la inmensa mayoría, y las que son mayores. Determinar los escalones de esa escalera entre el cielo y la tierra que llamamos canon.
A este perfil responde, en mayor o menor medida, el quehacer de la mayoría de los críticos que escriben hoy en nuestros medios. Lo suyo es el juicio del especialista. Su personaje es el árbitro que dice: esto sí, esto no. Esto debe leerse, esto no.
¿Qué es la crítica? ¿Qué hace un crítico? Lo que sigue son algunos apuntes al respecto, algunas notas a partir de mis lecturas y de mi propia experiencia, más de quince años leyendo y escribiendo sobre los libros de los otros. El planteo somero de algunos aspectos, algunas preguntas, para complejizar esa definición dominante, a mi modo de ver muy restringida, del quehacer crítico. Ampliar su comprensión como experiencia y como oficio.
La crítica como literatura.
La instancia crítica es para mí inmanente a la literatura. Crítica de la sociedad, crítica de la cultura y, en último término, crítica de la realidad. No hago de la crítica un tema literario, porque creo que un cierto modo de hacer literatura, al que aspiro, es de por sí una acción crítica. Estas palabras de Enrique Lihn, definen una manera de comprender y practicar la escritura crítica que ha sido para mí una referencia y un desafío. La crítica como un cierto modo de hacer literatura, dice Lihn. No como una actividad separada o un ejercicio especializado. La crítica como una forma de la literatura cuyo atributo, como pasa con toda literatura verdadera, es abrir un acceso a la realidad, ensayar nuevas formas de interrogarla.
La crítica como autobiografía.
Cito en extenso a Ricardo Piglia, en Crítica y ficción, me parece que sus palabras son esclarecedoras: Alguien escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas. ¿No es a la inversa del Quijote? El crítico es aquel que reconstruye su vida en el interior de los textos que lee. La crítica es una forma postfreudiana de la autobiografía. Una autobiografía ideológica teórica, política, cultural. Escribir lo que se lee es escribir lo que se vive. No hay separación posible. Continúa Piglia: Digo autobiografía porque toda crítica se escribe desde un lugar preciso y desde una posición concreta. El sujeto de la crítica suele estar enmascarado por el método (a veces el sujeto es el método) pero siempre está presente y reconstruir su historia y su lugar es el mejor modo de leer crítica. ¿Desde dónde se critica? ¿Desde qué concepción de la literatura? La crítica siempre habla de eso.
La biografía como lugar desde donde se lee y se escribe. La biografía íntima, personal, pero también política e histórica. Nadie habla desde el vacío. Tampoco el crítico. Siempre se habla desde un lugar y ese lugar es la vida y la época en que ella transcurre. La crítica se escribe desde un cierto punto de vista cuyas coordenadas son siempre subjetivas. La pretendida objetividad del crítico, su distanciamiento, es un efecto óptico. Todo trabajo crítico es la escritura de una historia personal de la literatura.
La crítica como investigación.
La crítica interroga a los textos, se pregunta de qué y cómo están hechos. Intenta reconstruir los procedimientos con que operan y las circunstancias en que fueron escritos. En esos términos, la crítica puede ser comprendida también como una actividad de investigación. Tal como en el campo del conocimiento científico, la crítica literaria debería ser una empresa de exploración permanente. Un dispositivo que genera preguntas y establece problemas. Que revisa y busca nuevas relaciones entre textos y autores actuales y es capaz de identificar corrientes y constelaciones, procesos en curso. Así como también una manera de releer la tradición para rescatar y actualizar la obra de autores que fueron marginados en su época u olvidados en la nuestra. Autores cuyos textos adquieren un nuevo sentido a la luz de una lectura nueva.
Vuelvo a Piglia: A menudo veo la crítica como una variante del género policial. El crítico como detective que trata de descifrar un enigma aunque no haya enigma. El gran crítico es un aventurero que se mueve entre los textos buscando un secreto que no existe. Investigador privado o detective. El crítico como aquél que hace preguntas, que busca pistas para resolver un caso. Que busca ese secreto que no existe. Esa búsqueda imposible es justamente el motor de la experiencia crítica.
El crítico como lector.
El crítico es, esencialmente, un lector. Un superlector, podríamos decir. Alone en un texto sobre cómo nace un crítico: Ese lector, ese hombre, podemos suponerlo joven, que abre un libro y lee por placer, está en el primer grado del conocimiento literario, es el caminante que empieza a viajar. Si su placer se prolonga e intensifica, si le ocupa la vida, si no le basta disfrutarlo solo, sino que necesita, para aliviarse, transmitirlo, entonces viene el segundo grado: dentro del simple lector comienza a apuntar el crítico. Un crítico es un lector que ha leído tanto, que ha llevado la lectura al punto de ocuparle toda la vida. Es un viajero que sigue leyendo, que contra viento y marea, sigue su camino.
El crítico como escritor.
La crítica es escritura literaria, creativa. Trabaja con las palabras, dice con las palabras. Es literatura y, como tal, comparte las mismas exigencias y debe correr los mismos riesgos que cualquiera de sus formas. Un crítico es un escritor. Alguien que, en vez de escribir poesía o prosa, escribe sobre los libros de los otros y lo hace con la misma pasión y el mismo cuidado. Dice al respecto Manuel Rojas: El crítico debe ser, sino superior, igual al escritor en su especialidad y realizar, dentro de su órbita, un trabajo que se equipare en pensamiento, en intensidad filosófica, al del escritor. Debe ser un creador. El verdadero crítico se enfrenta y asume esa exigencia. Su escritura debe, ineludiblemente, tener valor, calidad literaria. Un crítico debe ser, como cualquier escritor y tal como dice Rojas, un creador.
Sin duda, más allá del alcance limitado de estas líneas, sería interesante abordar otros aspectos. Algunos relacionados con la contingencia actual, con las formas efectivas de práctica y circulación crítica en nuestro país. La situación y las relaciones entre los medios de comunicación y la academia como ámbitos donde ésta actividad crítica se ejerce, por poner un ejemplo. O la mediación del mercado entre textos y lectores, sus consecuencias y su desarrollo posible.
Sin recepción crítica no hay literatura. El circuito entre escritores, textos y lectores, entre los distintos momentos y actores de esa experiencia compartida que es la literatura, se interrumpe. Se escribe crítica para alimentar esa vitalidad que es la literatura. Para ser parte de ese juego de generosidad y comprensión que debería ser. Para eso se lee y se escribe sobre los libros de los otros.
Valparaíso. Diciembre de 2014