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Un ave imposible de cazar
Sobre “Tordo” de Diego Alfaro Palma (Editorial Cuneta, 2015)

Por Jaime Pinos




 


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Todo rincón ha sido saqueado y quedan los semáforos que caen y marchitan ¿O será que esa oscuridad desplomada sea aun nuestro tordo tratando de tararear su trino? Este libro puede ser leído como una tentativa por responder esa pregunta. Como una exploración en busca del sonido de ese trino a través de un territorio saqueado, en medio de la oscuridad posterior al desplome. Imágenes, fotografías. Fragmentos de la vida cotidiana en los escenarios de guerra donde habitamos. Donde prevalece el lenguaje del dinero, la violencia y el olvido. Donde el tordo, para poder sobrevivir, ha tenido que dejar de cantar.

Como se nos recuerda al inicio, en los relatos mitológicos el tordo es quien resuelve las adivinanzas y responde con verdad. Este libro es el relato de cómo es posible encontrar, aún en la oscuridad de estos días, breves momentos de belleza. La belleza es el brillo de lo que es verdadero, dijo alguna vez Joseph Beuys. Aprender a ver ese brillo. A escuchar el trino de los pájaros en medio del estruendo de la guerra. Como el tordo, aprender a cantar con verdad. Porque la literatura, como escribió Enrique Lihn, no debe engañar.

Hasta acá el breve texto que, a solicitud de sus editores, escribí para la contratapa de este libro. La instancia de esta presentación me da la oportunidad de desarrollar someramente dos o tres aspectos, algunas de las coordenadas de vuelo de este Tordo. Voy a eso.

Un aspecto son las filiaciones poéticas de este texto. La presencia persistente de Enrique Lihn, por ejemplo, citado y parafraseado a lo largo de las páginas de este libro tanto en algunos de sus versos como en poemas íntegros. Pienso en Destiempo o Cementerio de Punta Arenas que, desde cierto ángulo, podrían ser leídos como versiones o covers de los poemas homónimos de Lihn. En cualquier caso, Enrique Lihn es un interés y una influencia que Diego Alfaro ha ido desplegando no sólo en este registro sino también en el ámbito de la crítica, revisando las complejas formas del compromiso político en su obra.

Otras presencias, otras filiaciones: Ennio Moltedo y Rubén Jacob. Dos presencias que me parecen especialmente significativas. Dos poesías mayores, tanto en el plano de los textos como en el de cierta comprensión de la literatura como una ética de la honestidad. Una ética que debía traducirse, cotidianamente, en una conducta de vida. A pesar de las entregas recientes de material de Moltedo, coincidiremos en que se trata de autores cuya poesía no ha alcanzado aún la circulación y el reconocimiento que merecen. Me parece que la mejor forma de revertir esta situación es la que ejercita Alfaro en este libro. Darles a sus poesías un valor de uso. Integrarlas a la propia escritura como un insumo o una herramienta. Escribir a partir de Moltedo, de Rubén Jacob o de Enrique Lihn. Escribir a su manera para hacer más literatura.

Leo una entrevista realizada a Diego Alfaro donde se refiere a este libro: Empecé a pensar en este pajarito negro, y me pregunté ¿por qué no poner este pájaro en medio de la ciudad o en medio de los conflictos del mundo? En cierta forma Tordo fue para mí entrar en este aspecto de un pajarito común y corriente que tiene un significado perdido. ¿Qué puede hacer ese animal que significó para un pueblo el cuidado y la palabra, la verdad? Me parece que estas palabras son esclarecedoras respecto al sentido de este texto, a su forma de comprender y practicar la poesía. Un pájaro en medio de la ciudad, en medio de los conflictos del mundo. La poesía como ese pájaro. Asediado, volando entre antenas y cables, surcando cielos saturados de ruido y de humo. ¿Qué puede hacer ese animal, cuál sería un posible plan de vuelo? El mismo Alfaro ensaya una respuesta que me parece valedera: Chile se ha vuelto un país de oídos cerrados. Y los pájaros tienen un oído muy fino. La poesía como el trabajo de afinar el oído. En medio del espectáculo y la música del dinero que copan nuestro cielo, desde hace mucho ni puro ni azulado, aprender a escuchar. Abrir los oídos y hacer silencio para que la palabra con sentido, aún en medio de la saturación, pueda emerger.

La poesía es el estremecimiento de la palabra y ahí es donde ocurre la acción de llegar a otro, de invitarlo e incluso sacudirlo, dice Diego Alfaro. Estoy totalmente de acuerdo. El problema a resolver es cómo, desde qué lugar escribir para ser parte de esa sacudida. Dónde encontrar ese lugar donde la palabra sea un estremecimiento capaz de romper el orden que se nos pretende imponer cotidianamente. El orden de las cosas, los simulacros y las palabras vacías.

La poesía es o debería llegar a ser como ese pequeño pájaro negro, nos dice este libro. Un pájaro que aprende a volar en un cielo cerrado y sucio. Que aprende a pasar de un espacio a otro sin golpearse, como pensaba Georges Perec que podía definirse el arte de vivir. Para ello, el pequeño pájaro debe desarrollar la inteligencia y cierta habilidad para volar en un espacio aéreo difícil, intrincado. Mantenerse libre, sobre todo. No dejarse atrapar. El tordo no se caza nunca, dice Alfaro en la entrevista. Es cierto. La poesía, si es verdadera, es un ave imposible de cazar.



 



 

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Un ave imposible de cazar.
Sobre “Tordo” de Diego Alfaro Palma
(Editorial Cuneta, 2015).
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