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Presentación en Vicuña
Para no morir de Benjamín León

Por Julio Piñones


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No es un lugar común, expresar que es un honor para mí presentar hoy, el libro de poemas: Para no morir, de Benjamín León: la extensa fraternidad que nos une en la vida y en la poesía, lo demuestra. Hoy lo presentamos en Vicuña, por decisión del poeta que escogió para esta ceremonia, la tierra donde nació Gabriela Mistral; buscando, también, su aire distinto, limpio, transparente, bendecido por los dioses del sol en el mediodía de los justos; cuando el viento vuela libre por las tardes y se perfila la inclinación de las montañas, que dan sombra a las casas y a esta atmósfera irreal, como inmensos felinos.

Cerca de las montañas que amó tanto la escritora, el nuevo libro de nuestro querido poeta, nació en Sevilla, fantástica comarca, madre de grandes autores líricos como Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, y de tantos otros, igualmente notables. En este destino, Benjamín no fue a aprender nada, porque solo se aprende en la ciudad que subyace en las arenas, bajo la piel curtida del navegante que no va a ningún puerto; porque todo puerto es la sílaba descubierta, la insinuación del sonido; la vida ardiente y serena de lo profundamente humano.

Benjamín vuelve al abrazo familiar, que nunca lo dejó solo en las distancias, cuando se camina y el tiempo pasa, y no se puede regresar, tan fácilmente. Él vuelve fortalecido, porque hizo de las limitaciones de todo ser humano, el más vital oleaje; porque hizo de las vacilaciones del extranjero, la decisión férrea de escribir para todos; con ese sentir que solo conocen los auténticos y escasos poetas de la Tierra, que han hundido la dulzura de sus manos, en el sufrimiento de sus hermanos y cuando los amantes juran, que jamás volverían a separarse.

El poeta ha vuelto con grandes experiencias cuyos frutos son incalculables y que él mismo aún, ni siquiera puede aquilatar; no son los honores vacíos de los que anhelan el poder; porque dentro de ellos no hay nada, solo la miseria de buscar el poder, para ser menos miserables. Los tesoros con los que regresa nuestro poeta, son destellos, son las vertientes de marfil de una mano fraternal que te estrecha, son las huellas que dejan los nómades y que nunca olvidan los tranquilos sedentarios.

Benjamín ha vuelto a abrazar a sus queridas amistades, ha vuelto para la proximidad con sus seres puros, quienes saben quién es él; que conocen la riqueza de su humildad muy sincera; y que han logrado el superior entendimiento de que lo universal es solo lo Uno, y es el mismo polvo de estrellas, deshaciéndose, encendiendo y apagándose al ritmo de nuestras respiraciones, que laten en la fusión de todos los seres de la creación.

El primer texto del libro Para no morir, dice en su epígrafe: “He querido escribir el Paraíso”, que fue la antigua aspiración del gran poeta Ezra Pound. Así, Benjamín León explicita, también, otro aspecto literario interesante: la formación en su escritura, la necesidad de leer en estos procesos de crecimiento, a poetas como el autor italiano, que fuera un profundo conocedor de las lenguas clásicas y de la cultura universal. Benjamín ha hecho estas lecturas y esto a nadie le resta autenticidad; sino que son voces sensibles y rigurosas que ayudan en estos caminos. En miles de millones de años, nuestra humanidad se extinguirá; pero antes, nos queda esta aventura de la palabra, esta audacia de amar frente a este mundo comprador y vendedor de cosas.

La obra poética contemporánea nace en el contexto de un conjunto de tradiciones idiomáticas propias y extranjeras, según las secuencias histórico-literarias que han seguido la lírica y el lenguaje; de acuerdo al libre juego de la proximidad o lejanía de las instancias sincrónicas de su aparecer; y algunas veces, muy relevantes, surge con una vocación poético-lingüística volcada, también, hacia el futuro; como en el caso de la poesía creacionista de Vicente Huidobro:

“He aquí, en estas páginas acerca del creacionismo, mi testamento poético. Lo lego a los poetas del mañana, a los que serán los primeros de esta nueva especie animal, el poeta, de esta nueva especie que habrá de nacer pronto, según creo. Hay signos en el cielo (…). El viento vuelve mi flauta hacia el porvenir.”
El Creacionismo (1916.- O.C. 1964, 681).

Al mismo tiempo, la obra poética se va formando por medio de las interacciones críticas que, primero, se le acercan y, después, terminan asediándola; asimismo, la constitución de esta complejidad estética; se va configurando gracias a sus diversidades experenciales, o, al estudio desconstructivo de sus márgenes; o, a las vastas redes de interpretaciones acumuladas en su entorno; todo lo cual, nos hace presente de qué modo es válida, la afirmación de que no existe lenguaje original; sino que todos los procesos productivos líricos, son tributarios de una serie de antecedentes y simultaneidades; por lo cual, pueden ser vistos como productos culturales, que pueden son evaluables de un modo u otro; lo que siempre debiera hacerse, atendiendo a la complejidad que los rodea.

El poemario Para no morir, de Benjamín León, no deja de pertenecer a las múltiples variantes de este destino. Una primera cita de los versos del poema que da título a este libro, orienta esta búsqueda de sentido:

“a qué temible muerte nos alzamos,
a qué lugar del aire
orlamos con gorjeos hondos
.. . . . . . . . . . . . . . . . . . (Benjamín León, 2013, 11).

Las dudas en torno a lo desconocido, al acecho; han emergido con la desazón de sus interrogantes; y aún más, penetran en el tejido del poema, las temporalidades indefinibles e inalcanzables, que se sitúan allí, en el espacio de un tiempo tan vasto, que hasta parece inexistente:

“Cruje la edad con sus caminos grises
y el árbol desteñido en la memoria
pende en los siglos.”
.. . . . . . . . . . . . . . . . . . (Allí mismo).

¿Cuáles son los designios, las tinieblas? ¿Qué mueve a esta angustia? Es la ambigüedad de lo humano y, en particular,  de lo lírico, que surge:

                   “Y para qué las sombras con sus fuentes
                   cubriéndonos entonces,
                   si aún bajo las cuencas frías
                   surge el aliento herido de la voz?”
                                                                                   (Allí mismo).

Parte de la complejidad de esta existencialidad en la obra de León, puede ser relacionada -a pesar de todas las obvias diferencias-, con algunos aspectos tratados, por Pedro Calderón de la Barca, quien en una de sus obras teatrales más conocidas, La Vida es Sueño, a su vez, soñó a su personaje Segismundo; y lo instaló, luego, en el escenario, protagónicamente, exponiendo, a mi juicio, uno de los dos monólogos –el otro, es el de Hamlet-, más brillantes que ha emitido un personaje, sobre esas pocas tablas y una pasión, que Lope de Vega dijo, le bastaban para hacer teatro. La capacidad expresiva de este recurso teatral suele manifestar un estado profundo del personaje que lo usa; y en el caso que referimos, este ser específico está privado de libertad. Se recordará, que, además, en la obra de Calderón de la Barca, el encarcelado ignoraba la causa  de su reclusión y eso le brinda un sentido mayor al tema, que destaca junto a los otros sentidos de esta producción.

Se recordará, también, cómo se manifiesta su auto-condolencia, próxima al género lírico, cuando comunica su desgracia: “¡Ay mísero de mí! ¡Ay, infeliz!” Tenemos presente que el uso de la función emotiva en este verso, busca producir un efecto afectivo, por medio del cual se llama a participar a la audiencia en el conflicto del protagonista. Presumimos, que parte de la catarsis que genera esta obra, se produciría al compartirse esta especie de conmiseración que se reclama de los espectadores ante este hecho; junto a que los propios espectadores –si es que la vida es sueño- pueden advertir que ellos, también, podrían encontrarse padeciendo, una experiencia similar, sobre todo, en el contexto político social de una época, en el cual las garantías legales para defenderse de cualquier acusación, eran mínimas. Así es cómo, en este juego de acción y reacción, entre texto dramático y espectadores, pudo estar prevista la tentativa de aproximar ambas clases de dolores; pues: ¿quién no suele solidarizar con un encarcelado, más si él se halla en esta situación, sin una razón conocida?

En aquella instancia, por cierto, el protagonista busca presentar, informar, anticipar y darle dinamismo implícito a la representación que está ocurriendo ante el espectador. Es lo que producirá el desarrollo de su dramaticidad y, a la vez, lo que contribuirá a la reafirmación de este discurso actoral, que emplea este uso auto-referente para verificar su relación consigo mismo.

El potencial expresivo sintetizado en ese monólogo, busca que el espectador simpatice con su emisor, aliviándole en alguna medida, su dolor; y, sobre todo, que despliegue una reflexión que deslegitime este castigo injustificado. Y va más allá, en general, mostrando la apertura de esta prisión y sugiriendo que, de algún modo, esta es una condición determinada que rige sobre la vida humana, la cual desconoce su pasado en profundidad y no puede adivinar su futuro. Sería, incluso, posible que muchas otras existencias se perciban a sí mismas, aquejadas de este conjunto de dudas y que aparezcan en la arbitrariedad de estas  escenas; no solo de esa circunstancia puntual de Segismundo, sino que bajo la condición humana en un ámbito universal, donde se carece de una defensa y de Dios que cobije; lo que hace ineludible considerar el contexto religioso del catolicismo, en el que vivió Calderón de la Barca.  ¿Es coherente aquel vaticinio que condenó a Segismundo a una prisión, sin que hubiera causa? Lo que se revela en esta contradicción implica ver el futuro, como si estuviera relacionado con actitudes y conductas determinadas, en un sentido u otro; por ello, la posibilidad de que el enclaustrado asuma la autoridad política, vendría a ser la ocasión en la cual, podría demostrar, qué haría si se le devuelve la libertad, que nunca ha conocido.

A estas alturas, el sentido religioso del texto da lugar al enfrentamiento de Segismundo, con la posibilidad del pecado, y será por ello, que es liberado y restituido a la forma de un hombre que reinicia su existencia adulta, tardíamente, teniendo a disposición las alternativas del bien y del mal. Preso del vaticinio, a Segismundo no se le había concedido, la posibilidad de elegir entre ser despótico o no. Después de su liberación, el vaticinio queda expuesto a la verdad o falsedad de sus anuncios trágicos y, esta vez, sí, Segismundo podrá estar en condiciones de exceder los límites de la libertad, por tener lo alternativo a disposición.

Precisamente, se sabe, que lo anterior se había generado, desde la revelación del conocido vaticinio que anunciaba lo tiránico que iba a ser Segismundo; cuando asumiera el poder que heredaría de su padre. La razón, suficiente o no, para haberlo encarcelado, es la que se juega en la discusión implícita sobre este encarcelamiento, sin que él hubiera cometido –aún-, ninguna acción deleznable. La pertinencia de estas reflexiones sobre esta obra de uno de los grandes maestros de la dramaturgia universal, apunta a Para no morir, de Benjamín León, en la medida que plantean las disyuntivas del destino humano en este poemario, visto en la perspectiva de ese espacio imposible en el cual indagar. El drama de Calderón, sin duda, debió haber tenido un impacto literario en esa sociedad, por la profundidad y la expansión temáticas que desarrollan; de allí, que el vocativo autorreferencial no puede sino ser visto, como un factor que mueve las etapas por las que la consciencia transita, durante el el padecer terrestre. En cuanto al modo expositivo, el sentido de la existencia y las coordenadas múltiples que la limitan, se manifiestan de variadas maneras, en los poemas que constituyen lo central de la poética de Benjamín León.

Se recordará cómo la resolución que adopte Segismundo al ser investido de poderes, puede devolverlo a la cárcel. Así, el conflicto del existir expone la discusión sobre actos y consecuencias, los cuales nacen actos marcados por el vaticinio o por la voluntad de sí mismo. ¿Es que nuestra vida futura contiene o no, una existencia ya configurada? ¿O es que, dentro de un plan general de acción divina, el individuo puede gozar de ese libre albedrío, que es tan caro para el cristianismo?

La concreción de los textos de Benjamín León, sin embargo, difiere de la tradición hispánica de aquella obra teatral, en cuanto al tema de la trascendencia del actuar y de las amenazas posibles de perdición o de bienaventuranza por la salvación providencial, esto es, se prescinde de esas inquietudes y su visión desolada del ser se expresa en este otro sentido:

                            “En todo este martirio la palabra
                            abre sus letras vírgenes
                            que bajan despobladas a mis uñas
                            para escribir la muerte.”
                                                                  (Benjamín León, 20)

La contemporaneidad nos sigue mostrando contradicciones en abundancia; hoy mismo estamos llenos de estas oposiciones y de tantas paradojas; y así, prevalece en la actualidad, un recurso literario muy significativo de la tradición retórica occidental: la figura del oxímoron, esto es, de ese recurso estético que hace compartir dos substancias que se oponen; pero ya no como antítesis; sino como un espacio de convivencia de fuerzas directamente enfrentadas en el ser humano, en el espacio del engaño oculto en la coexistencia de la libertad y de la opresión. Se recordará, precisamente, que las expresiones del oxímoron –usado en la complejidad de esa época, en esto, similar a la nuestra- exhibieron los contrasentidos del amor, en Romeo y Julieta, de William Shakespeare, los cuales muestran las dificultades para asir su naturaleza, como: “fuego helado”; “humo que ilumina…”

Sabemos que este procedimiento estético, en las manos de este genio de la literatura mundial; propendía a patentizar esas y otras contradicciones. El dramaturgo inglés, también, inserto en esa otra hegemonía de su país en gran parte del mundo, usa con propiedad esa lengua que es “compañera del imperio”, al decir de Nebrija, tal como el idioma español lo fue en sus territorios dominados; paradojalmente, los problemas inextricables que se dan en los ambientes de ambos imperios, llaman al empleo de los recursos del lenguaje, que pueden expresar la confusión de esos tiempos. Calderón de la Barca y William Shakespeare coinciden en tomar en cuenta, las fuerzas que pugnan en las vidas de sus personajes: el destino, lo fatal, lo libérrimo, las condenas, que ocurren en épocas tan distantes; pero igualmente inestables en los conflictos del existir humano.

¿Por qué mentar estas tradiciones literarias, sino por las similitudes de la angustia de existir, que impregna el libro de poemas de Benjamín León? En estos textos, por medio de modos diferentes, lo similar es el enfrentamiento con esos vaticinios, con lo inexcrutable; frente a lo imponderable, los seres humanos solo tenemos escasas posibilidades y lo único que podemos hacer, es mirar cómo lo imponderable, supera nuestras percepciones y la opción de decidir. Benjamín León encarna el poder creador de la poesía auténticamente recobrada en Chile; una recuperación que ha debido pasar por una revisión rigurosa de la expresividad estética del poema y que no es posible, desde la improvisación de lo escrito, donde todo vale.

Para no morir, despliega sus poderes idiomáticos con esmero, expone algunas provocaciones temáticas con acierto; desde sus primeros poemas, el libro muestra atisbos de una lucidez, presente en las cadencias de estos textos; en la música de sus significaciones; lo principal de este discurso lírico, es su tranquila fe en la Palabra; el sentir de este lenguaje, la fortaleza de sus vocablos, la seguridad del decir en su simple esplendor, por ejemplo, en estos versos:

Entonces la palabra
con su rigor,
abriéndose en la exactitud del mundo
que hila sus horarios
La noche y su destiempo.
La ausencia renacida,
La sumergida luz.
El peso de los años bajo el césped.

Jamás yace el poema.”

Como es evidente, es una poesía de noble cuño; en un libro con una bien vestida portada; mejor editadas sus páginas, libres de erratas. Su mirada poética aproxima, de pronto, la visión del lector; su escritura late en los vaivenes de sus días; y esta lírica, asida a la vida, refleja lo que se expresa, cuidadosamente; forma tan sentida en una poesía que pareciera proyectar la frase de Höederling: “Y es así cómo el hombre habita, poéticamente, la tierra”. Los textos de Para no morir demuestran  un compromiso enraizado con las profundidades, es una poesía que, decididamente, captura y gana lo esencial de lo poético.





 

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"Para no morir" de Benjamín León.
Presentación en Vicuña.
Por Julio Piñones