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La que se está viendo
"El instante no es decisivo", de Gastón Carrasco Aguilar
Por Jaime Pinos
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Veo mi trabajo como llegar a la interrelación entre imagen y palabra. Así definió su proyecto el poeta Gonzalo Millán. Creo que este libro de Gastón Carrasco participa de esa misma tentativa. Palabra e imagen. Poesía y fotografía. El punto de llegada que dibujan sus relaciones recíprocas. La comprensión de una y otra como parte de una experiencia única, dos momentos del mismo movimiento vital y creativo. En esos términos, tal como se titula uno de sus poemas, este libro se pregunta por lo que pasa Al poner el ojo en el lente. La poesía es aquí una forma de mirar. La escritura, un juego con las imágenes, un ejercicio del ojo. Como dice la voz de Jack Kerouac, recreada en uno de los textos, a propósito de las fotos de Robert Frank: A quien no le gustan esas fotos, no le gusta la poesía, ¿o no?
La palabra como cámara. La cámara como arma. La realidad es un platillo al que hay que darle con un rifle, dice el verso único de uno de estos poemas. Ese es el blanco del poema. La realidad es el platillo al que se dirigen los disparos. La escritura es entonces un asunto de buena puntería. No es fácil acertar tratándose de un blanco móvil. Acertar con la palabra a la imagen de algo que se mueve y se vuelve borroso o se disuelve. De la realidad sólo pueden obtenerse fotos movidas. Estos poemas fueron escritos sabiendo eso. Aún más, fueron escritos contra el acierto. Un fragmento del poema titulado justamente así, Contra el acierto: estos versos no son más que eso/la imposibilidad del ojo frente al mundo/intentar fotografiar la cara de tu hijo/mientras el carrusel lo hace indefinible. Saber esa imposibilidad del ojo y seguir disparando frente al mundo. Fotografiar un rostro cuya imagen se escapa y se pierde en el continuo girar del carrusel.
Desde un punto de vista, este es un libro sobre las fotografías de los otros. En este caso, las fotografías de una extensa lista de fotógrafos. Sergio Larraín, Luis Navarro, Mauricio y Emiliano Valenzuela, entre los chilenos. Kapa, Godin, Doisneau, Bresson, Arbus, entre muchos fotógrafos cuyo trabajo es parte no sólo de la historia de la fotografía, sino del relato visual de nuestra época. Poemas sobre sus fotografías. Imágenes sobre sus imágenes. Recreación de la antiquísima figura retórica del écfrasis, como en la vieja Iliada y el escudo de Aquiles. Sin embargo, aquí también los fotógrafos son fotografiados. Los que están tras el lente aparecen en la escena. Los que miran son mirados en su circunstancia biográfica y su dimensión poética. Los que como Kevin Carter deciden velar su propia vida después de fotografiar el horror. Los que siguieron disparando porque vivieron como el japonés Fukase quien, tal cual está escrito aquí, sin su cámara nunca fue capaz de ver.
La biografía y la época. Lo sentimental y lo histórico. Doble foco de la cámara con que se escribieron estos textos. Me parece interesante la integración de estos registros en un sólo discurso poético y visual. En un parpadeo/esa realidad en suspenso/aparece tu rostro/que es un todo intermitente/fuera de foco, inalcanzable, se dice en el poema Persiana. El montaje de imágenes que es este libro abre un arco que va desde el encuadre acotado de esa persiana, de esa subjetividad personal, a la imagen de quienes habitan una época marcada por la violencia. Del poema sobre la famosa fotografía de Dorothea Lange, Migrant Mother: Como la tormenta en los ojos de la madre migrante/hay imágenes que tienen un centro de atracción/no sé si es acaso el punctum/es algo visceral, extrañamente humano. Eso es justamente lo que unifica los registros desplegados en el libro, lo que integra en sus páginas lo íntimo y lo político. Ese algo visceral y extrañamente humano.
Versos del poema Ese ½ segundo que tarda el obturador en dispararse: la
realidad esquiva viene y va, se bambolea/juega de modo inquieto, la fijamos/y se mueve,
crea sombras, nos desenfoca/no quiere entrar en nuestro juego/y cuando lo hace nos
fulmina. Este libro nos pone en ese ½ segundo. En el instante del disparo frente al
platillo de la realidad. La poesía es un asunto de pulso y precisión. A la poesía le suelen
sobrar adjetivos. ¿Hay siquiera un adjetivo/que calce en la horma de esa imagen? dice
un verso del mismo poema. Esta poesía busca ese calce entre imagen y palabra. De eso
se hace cargo. Cuando la luz de la foto se dispersa, el poema se hace cargo, escribió el
recientemente fallecido Mark Strand en un bello texto cuyo nombre podría haber
servido como epígrafe o nota al pie de este libro: Fantasía sobre las relaciones entre
poesía y fotografía.
Estos poemas quieren hacernos ver. Ayudarnos a afinar la puntería. Aguzar el
ojo, afirmar el pulso. La poesía sucede sólo si da de lleno en el blanco. Para eso hay
que concentrarse y observar el mundo tal cual es. Termino con estos versos de
Joaquín Gianuzzi, a quien está dedicado uno de estos textos. Otro epígrafe posible para
este libro de Gastón Carrasco: Usted, al despertar esta mañana,/vio cosas, aquí y
allá,/objetos, por ejemplo./Sobre su mesa de luz/digamos que vio una lámpara,/una
radio portátil, una taza azul./Vio cada cosa solitaria/y vio su conjunto./Todo eso ya
tenía nombre./Lo hubiera escrito así./¿Necesitaba otro lenguaje,/otra mano, otro par de
ojos, otra flauta? /No agregue. No distorsione./No cambie/la música de lugar./Poesía/es
la que se está viendo.
Valparaíso. Diciembre de 2014