Nuevas vías de extravío, de Juan Pablo Navia Correa La Finestra, 2023, 72 páginas
Por Ismael Sierra Contreras
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Leer el nuevo poemario de Juan Pablo nos lleva a un alejamiento y acercamiento extrañamente simultáneos. Pocas veces un texto nos lleva a un espacio intermedio donde somos turistas, habitantes, espectadores y pasajeros donde podemos ver y mirar (al decir de Cicerón) de forma satelital pero atemporal. Se logra aquí con suma delicadeza establecer marcas de un nacimiento que se va conociendo a cuentagotas. Un nacimiento que arrastra señales de una herencia, pero también, de un recorrido de rutas sin salida.
Siendo narrativos y altamente reflexivos, los textos de Juan Pablo dominan con gran destreza el respeto por la brevedad. No hay aquí versos largos ni declamaciones que adornan la superficie. Cada página nos enseña versos agrupados sin puntuación, sin mayúsculas, sin más frenos que la propia imagen que cada bloque textual representa por sí misma. Sus poemas aparentan arraigarse en un imaginario teilleriano hasta que algún verso logra armar una voz completamente diferente, creando una obra que tiende a la contundencia en todos los sentidos del término. Sacia, convence y produce todo tipo de contusiones, a nivel literario, que son siempre necesarias en un texto poético. Quiero decir: aquí no hay versos ingenuos. Cada uno consigue escurrirse de un escenario aparentemente calmo, aséptico, ausente, para llevarnos a otro que entrelazan la nostalgia, el desamparo, el extrañamiento, el deseo y la inutilidad del paso del tiempo.
Lo veo así al adentrarme en cada escenario que nos lleva por sus páginas. En las calles de Villa Alemana aparecen esos “transeúntes apurados de nada” (p. 61), en donde “la vida misma se ofertó en un grito/de vendedor ambulante” (p. 61). Esta fragilidad no es casual: camino por Valparaíso, nos dice otro poema, “el arte/nos recuerda que estamos vivos/a pesar de esta terrible agonía/del trolley que sigue llevando/pasajeros de otra época” (p. 25). Aquí no existen marcas de evolución o desgaste, todo siempre ha sido así. Y como nadie logra entenderlo, no es difícil cuestionarnos a nosotros mismos, buscar en nuestros propios registros este motivo, como nos dice el poema “PLAZA DE ARMAS DE NAVIDAD/ solo ante tu silencio/ sobran bancas y pesa la memoria” (p. 16). La dificultad de derribar lo que se ha sido y lo que no se ha sido pesa, y no hay forma de poder hacerle frente, porque al final nada logra su objetivo. Ni los paños de sacudir, como señala el poema homónimo: “lástima que solo quiten el polvo/y no cicatrices de la foto familiar” (p.20). Finalmente, hay que imitar a los que, desde otro lugar, sólo actúan instintivamente buscando un nuevo refugio, como las lagartijas que van a “paso inadvertido y raudo a pleno sol/para no ser cazado por la sociedad” (p. 42)
Constantemente los poemas de Juan Pablo nos llevan a un espacio inmóvil, donde nadie acusa signos de desgaste ni de fricción, sino más bien, de una disciplina por permanecer, y al mismo tiempo, pertenecer, lejos de la trayectoria que uno ya ha vivido antes. Podemos tener muchas obligaciones pendientes, pero al fin y al cabo no resolver ninguna, como dice el poemario “DIEZ LIBROS SOBRE EL ESCRITORIO” (p. 45). En ese estado, no hay nada que decir, y por eso, como dice ese mismo texto, “te sobran los minutos en el teléfono” (p.45). Lo que es relevante de lo que no lo es ocupa el mismo sitio.
Estos poemas nos llevan a un devenir situado en otro lugar, donde la luz cae como una red sobre nada, pero al mismo tiempo, donde todo ya ha sido antes, en un país que nadie visita, como nos recuerda ese gran poema “Otro lugar” de Mark Strand. Luego de terminada la lectura de este poemario, quedó fija en mí una conexión, un llamado silencioso a rendirse a esa singularidad que habita en esa frontera donde equivocamos y repetimos los mismos gestos y señales. En cada poema, las canchas, los púgiles o Sísifo ya lo enunciaron y lo seguirán haciendo. El filósofo Menón alguna vez se preguntaba cómo se puede buscar aquello cuya naturaleza se desconoce por completo. Este gran poemario de Juan Pablo nos invita a recuperar la extrañeza de lo que habíamos alguna vez buscado en el arraigo íntimo de nuestra naturaleza.
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"Nuevas vías de extravío", de Juan Pablo Navia Correa
La Finestra, 2023, 72 páginas
Por Ismael Sierra Contreras
completamente diferente, creando una obra que tiende a la contundencia en todos los sentidos del término. Sacia, convence y produce todo tipo de contusiones, a nivel literario, que son siempre necesarias en un texto poético. Quiero decir: aquí no hay versos ingenuos. Cada uno consigue escurrirse de un escenario aparentemente calmo, aséptico, ausente, para llevarnos a otro que entrelazan la nostalgia, el desamparo, el extrañamiento, el deseo y la inutilidad del paso del tiempo.
