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La broma o la sonrisa irónica en «Cortes de escena», de Jorge Polanco

Por Diego Alejandro Rojas Valderrama
Magister en Literatura chilena e hispanoamericana de la Universidad de Playa Ancha



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En el lanzamiento de este texto, en la librería Concreto Azul de Valparaíso, Jorge Polanco bromeó con la imagen en la portada de su libro, aquellas tres “pompas de jabón” en cuyo interior se encierran escenas de la película El sacrificio. Le producía algo de incomodidad que aquellas tres pompas conformaran azarosamente la silueta del rostro de Mickey Mouse, comentario que provocó las risas de los asistentes. Desde mi lectura, esta “figura azarosa” representa fielmente el fenómeno de intersección que ocurre en cada texto al interior del libro: los tres círculos conforman un Diagrama de Venn, método de análisis que permite intersectar dos realidades distintas para exhibir sus relaciones lógicas; en los bordes que se juntan, es en donde se registran los elementos que se repiten en ambos círculos. En las clases de Lenguaje para enseñanza media, suele ser una estrategia educativa que ayuda a los estudiantes a encontrar los puntos de diálogo que se abren al comparar dos o más textos de distinto autor o género. En la portada del libro, el círculo que queda más abajo se entrecruza con un fragmento del poema que está dentro del libro mismo, “Regiones interestelares de Tarkovski”. La propuesta de Polanco aparece cuando las escenas del cine, o de la memoria, se intersectan con la palabra poética y dan lugar al texto. Estos se mueven y respiran toda vez que lanzan hacia el exterior la referencia intertextual que los conecta al mundo. Los hilos conductores entre cada texto son la memoria, la experiencia vital y literaria, sin línea cronológica o temática alguna, obedeciendo a una temporalidad marcada por el propio trabajo creativo.

El ánimo, los recuerdos, la intelectualidad y la experiencia creativa se juntan para proyectar una imagen en el papel. No poesía del todo, no del todo relato o crónica. Textos que no quieren ser clasificados, sino que juegan a las múltiples identidades. Cuestión genérica aparte, la libertad expresada en esta escritura, es similar a la que fue truncada en la experiencia creativa de Silvina Ocampo, que después de la publicación de los relatos extraños de Viaje Olvidado, tuvo que adecuarse a la moral formalista del relato impuesta por Borges y Bioy Casares. A Polanco – imagino, a partir de sus textos-no le ocurre aquello, no sufre de enfermedad alguna que restrinja su imaginación con las correas de manual alguno.

En esta poética, pululan personajes perseguidos por sus memorias, por sus propios actos. Alejandra de “Café subterráneo”, con sus tatuajes en la espalda, sugiere un millar de historias que nunca se cuentan, como si ella misma fuese una variante –aunque más reservada- de El hombre ilustrado de Ray Bradbury. Los gestos, las sonrisas, melodías, referencias a ciertas lecturas a otras artes, marcan distintas etapas de la vida de un sujeto dentro de estas páginas, como en los poemas “Crepúscule with Nellie”, “A sunrise (J.M.W. Turner)” o “El centeno”. A esta belleza de la experiencia vital se oponen el miedo, la fatalidad, la incerteza, expresados por ejemplo en “La máquina del deseo”. A veces, la duda se oculta en el pasado o en el inconsciente del sujeto, como en “Monumentos” o “Aparato psíquico”, texto en donde una casa con una habitación abierta al sol y otra sellada a cualquier tipo de luz, metaforiza la dualidad consciente/inconsciente. Sin embargo, la escritura pareciera poseer una fe absoluta en el ejercicio imaginativo que funciona como un espacio de trinchera, idea expresada en “Cajón de sastre”, en el que el ejercicio imaginativo del protagonista transforma las jugadas del Wanderers, escuchadas por la radio, en sucesos casi legendarios.

Salvo el caso de ciertos textos que desde mi experiencia lectora, expresan una conclusión o sentencia final que si bien guían al lector, limitan también la entrada de este en el juego interpretativo, la luz propia de Cortes de escena apunta hacia zonas inhóspitas, en donde ocurren encuentros entre escritura, arte y experiencia que nunca quedan del todo iluminados. Cierto fragmento de película o de libro parece convertirse en un músculo más de la propia carne. El narrador cuyo cuerpo y mente está hecho de literatura, busca en estas zonas de conexión o entrecruce una definición para sí mismo que nunca se solidifica ni desvanece del todo, dejando espacio al misterio, a lo extraño. Los bordes que se juntan en el Gráfico de Venn son espacios que en general oscurecen, para suerte del goce estético, los puntos en común que encuentran la literatura y la vida. Pareciera que quién diseñó esta portada –para nada ingenua- es un buen lector de poesía, incluso un poeta en potencia. Mientras terminaba de leer este libro, no podía dejar de imaginarme a los lectores y a mí mismo como aquellos bañistas del poema “Perfiles”, que observan a la modelo como si no entendieran nada y a la vez lo entendieran todo, mientras el fotógrafo –quizás una referencia al escritor-, sonríe con ironía.



 

 

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