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Jorge Polanco Salinas: Poblando la espera.

Por Pía Sommer
https://piasommer.com/



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En la catástrofe permanente chilena como diría Juan Luís Martínez y en medio de una pandemia global, el poeta Jorge Polanco se destina a responder una serie de preguntas que dan cuenta del contexto literario por el que cruza el país hoy y desde hace décadas: “…Chile actualmente es una mezcla entre un artefacto neoliberal y un libro de formato pequeño que ciertos grupos intentan meterse en el bolsillo”, comenta. Hablamos de provincia y anarquismo new age, pero por sobre todo ha quedado reflejada en esta entrevista, la desconfianza y la barbarie a la que estamos siendo constantemente sometidas/os y en la que no existen cuidados. La trayectoria del poeta y profesor Jorge Polanco no es decible, porque no es una cuestión curricular neoliberalita es un andar, incluso un caminar en silencio por sus imágenes, su sabiduría y entendimiento filosófico del lenguaje. Así y contando los esfuerzos por sacar adelante esta entrevista programada desde hace años, no sale hoy a la luz sino a la oscuridad de los hechos recientes para acompañar (sencillamente) el malestar provocado al autor de Juan Luís Martínez, poeta apocalíptico. La demanda que atraviesa pública y legalmente la editorial de la Universidad de Valparaíso ha sido anunciada a través de la prensa esta semana; ceros a la derecha fueron agregados a esta cuarentena, 400 millones y la destrucción de los libros es lo que piden. ¿Hasta qué punto estamos dispuestas/os a transar el daño que producen estas pobres acciones? El efecto borrón, como diría Cecilia Vicuña en Artist for Democracy (2017). Habrá que comenzar por asuntos extraterrestres tal vez. Acá la realidad de la página como ficción de Juan de Dios, paradojal y tristemente se aleja del apogeo. Son tiempos desastrosos y mezquinos.

 

MUESTRARIO

  • ¿Qué tienes de Telémaco?

En Cortes de Escena aparece la figura de Telémaco quizás como un leitmotiv, esto lo digo considerando algunas lecturas que ha recibido el libro. Me impresionó mucho en La Mirada de Ulises -la película de Angelopoulos- la imagen de Telémaco que vuelve a casa y tiene que despedirse de los familiares celebrando todos los Año Nuevo de una vez, y quizás subterráneamente el poema de Joseph Brodsky de despedida de su hijo. Creo que la figura de Telémaco da cuenta de esa sensación de fragilidad de la vida y al mismo tiempo consistencia de las relaciones humanas, del tiempo de la experiencia que, a medida que corren los años, se siente cada vez más “extrañada” y sedimentada; una especie de sensación de desconocimiento y reconocimiento a la vez que la actual pandemia acrecienta.

  • ¿Esperas la llegada de unas imágenes o vas en busca de ellas?

Ha sido una situación disímil. Creo que corresponde a las épocas de cada libro; en general diría que hay un estado anterior de receptividad.

  • ¿Qué son para ti las cartas?

En el último tiempo he pensado los poemas como cartas a propósito de un diario imaginario y cartas a libros que estoy escribiendo. El género epistolar tiene una larga historia, y de esta fuente -dicen algunos pensadores- provenían los géneros literarios, que estaría llegando a su fin. Me resisto a esta idea, creo que el poema todavía apela a un “tú”, a la singularidad de la experiencia, al acontecimiento frágil de la comunicación.

  • ¿Los pájaros?

Quizás me preguntas por los pájaros a propósito del dibujo de una bandurria amarrada como un perro, que hice cuando comenzó la pandemia. A veces los dibujos se parecen a los hai-ku; entregan una imagen poética en el relámpago de la brevedad. O quizás porque en Cortes de Escena, algunos pájaros aparecen asimilados a los helicópteros que lanzaban cuerpos al mar. Tal vez influenciado inconscientemente por El gavilán, de Violeta Parra -y la lectura del estudio de Lucy Oporto-, la imagen del pájaro asoma en uno de los relatos con ese doble perfil en dicho libro: carroñeros y, simbólicamente, carroña. A lo que se suma la naturaleza en el sur -donde vivo hace un poco más de tres años-, que también tiene su historia.

  • ¿Cómo relacionas tu poética con el cine?

Me interesa el montaje y la búsqueda de imágenes que he ido descubriendo con el tiempo. Por eso Cortes de Escena parte con la frase de Godard: “no una imagen justa, sino justamente una imagen”. No soy cinéfilo, en el sentido de la erudición o del consumidor de películas; me interesa el juego con el montaje y la posibilidad de articular escenas que, en su singularidad, puedan abrir paisajes de lo no dicho.

  • ¿Me puedes dibujar un ovni?

Podría dibujar imágenes que no involucren humanos o seres que se pierdan a la vista.

  • ¿Cómo matarías la patria?

La patria traduce la capitanía general, la historia de las violencias practicadas en diversas generaciones. Su doctrina ha sido el sometimiento y el olvido, a la que responde la memoria y la imaginación. En Cortes de Escena aparece un poema-relato llamado “1948”, con el cual se alude al asesinato de mi abuelo en el campo. Es un poema de los desaparecidos antes de los “desaparecidos”. Frente a tu pregunta, creo, hay que pensar a largo plazo en la modificación de las prácticas y los afectos. Creo en las transformaciones que puedan venir con el trabajo de “pasar la posta”. A pesar de todas nuestras deficiencias, pienso que muchos hombres de nuestra generación en Chile -al menos los que conozco- somos los primeros que comenzamos a cuidar de las hijas e hijos, por ejemplo. Y los nacimientos -en el sentido de Arendt- podrán también crear nuevos horizontes de crianza que resquebrajen la lógica de la identidad. Pensé en eso también cuando vi la película El abrazo de la serpiente: la potencia inasible del nacimiento, que hoy ha tomado mayor relieve con el virus, cuando se hace patente que somos solo una parte de los seres vivos. La pandemia podría dar cuenta de una experiencia rotunda de lo vivo, no solo de la muerte. Y la patria, hasta el momento, ha creado una política de muerte en lugar de una cultura del cuidado.

FISURAS Y SILENCIOS

  • En Sala de Espera (2011) escribiste Plano fijo. ¿De qué manera es la antesala a Cortes de Escena (2019)?

En Las palabras callan (2005), a pesar de la brevedad y la contención, la experiencia del silencio fue resultado de un largo periodo de bilis negra, como se decía antes; frente a ese libro, busqué responder a dicha escritura a través de Sala de Espera, Cortes de Escena y una serie breve de poemas en prosa que salieron publicados en Buenos Aires. En términos cronológicos, los primeros esbozos de los dos libros siguientes corresponden a la misma época (y de ellos aparecieron dos plaquettes: Ferrocarril Belgrano y Cortometrajes que dieron pie a Sala de espera y Cortes de Escena, respectivamente). Pero cada libro adquirió su propia ruta, incluso en términos de tiempo de publicación. Con esto quiero decir que el poema Plano fijo traza el uso de imágenes de documentales, transcripción de conversaciones y testimonios en sordina, que se retoman en Cortes de Escena con otra búsqueda de expresión. Hay un momento en que el poema Plano fijo adquiere ritmo e intensidad propia, y que dejé hablar por sí mismo transcribiendo el material del inconsciente social y los diálogos escuchados al pasar (la espera es una experiencia intensa). Aparecen conversaciones que las incorporé casi literalmente al poema, como hace Karl Kraus en Los últimos días de la humanidad, queriendo dar cuenta de la situación lingüística e ideológica en la que vivimos. Cortes de Escena, por su parte, desenvuelve una fascinación de la mirada, cuyas imágenes intentar armar una visión en conjunto con cada escena. Asoman pequeños recortes de la sociedad que, me gustaría, articulen una percepción a través del libro completo. Comparto la idea de Gonzalo Millán de que cada publicación se transforme en un libro-experiencia, en un universo que configure su constelación. Aunque, en mi caso, las ediciones son el resultado de fuerzas e intensidades que se cristalizan, pero que no se cierran definitivamente. Entre Plano fijo y Cortes de Escena se desarrollan dos trabajos con el montaje de la memoria, la imaginación y la cotidianidad. Alguna vez conversamos esto con Antonio Rioseco y Rodrigo Arroyo, acerca de una percepción a la que me adhiero: la experiencia individual coincide con la colectiva.

  • ¿Qué tono posee actualmente La Zona Muda. Una aproximación filosófica a la poesía de Enrique Lihn (2004)?

La zona muda fue mi tesis de pregrado de filosofía que terminé el 2002. Recibí mucha ayuda y generosidad de varias personas a través del diálogo. Hace unos años, me mandaron una foto con la tesis original que estaba siendo vendida en la plaza O’Higgins, en Valparaíso, entre los libros de anticuarios. Uno de los cuatro empastados había sido robado. La escribí muy joven y su publicación (2004) tuvo la intención de persistir en la continuidad entre filosofía y poesía en Chile. Creo que con el tiempo este vínculo ha aumentado. Conozco a poetas jóvenes que estudiaron filosofía o establecen relaciones con la reflexión poética, bordeando las disciplinas y desarticulando las alambradas de los géneros. Me interesa la escritura como pensamiento que crea una comprensión situada, en constante construcción, sobre el presente.

  • En Juan Luís Martínez, poeta apocalíptico. Fuera de una revisión a la crisis del lenguaje, ¿en qué se diferencian para ti el silencio como decisión, como castigo, como experiencia de lo público o como propiedad? (S.Sontag, pág.195)

El libro fue terminado de escribir en su primera versión el 2014 -aunque editado hasta el 2018, si no mal recuerdo, cuando Pablo Oyarzún envió el prólogo-; por eso no tengo tan presente si podría corresponder a una de las descripciones de Sontag. Creo que el silencio puede sopesarse como la brecha entre los límites de una época y la apertura a otras formas de significación. Apocalipsis se entiende en el libro como un umbral que permite ampliar el radio de lo posible. Pero lo que le ha pasado con la publicación, pensando en las alternativas que propones de Sontag, es más bien una especie de castigo.

  • ¿Se le ha sancionado a la palabra?

Creo que existen varias escrituras actuales que bordean las relaciones entre palabra y silencio. Es decir que perviven en un punto indiscernible entre escritura, testimonio y precariedad que se relaciona con la discreción (palabra hoy casi arcaica). Aunque parezca contradictorio, esta es una labor poética y política: se diferencia de la extrema exhibición de los nuevos medios y la función del artista en el neoliberalismo. No se trata de oponer la visibilidad a lo privado, sino de las estructuras mercantiles que buscan que el artista sea el representante de la frivolidad. Como una especie de bisagra, el silencio guarda relación con el lugar del habla y de la imagen; y puede generar otras formas expresivas a partir del montaje y las fisuras de la comunicación. Incluso, logra crear una lírica política en la oscilación entre el nombre y el silencio. Eso lo veo en algunos escritores actuales -no solo poetas, en el sentido tradicional del término- que me interesan.

  • ¿Es este libro-objeto una suerte de Universum de Maurizio Nannucci? A propósito de su imposibilidad de ser abierto.

Es interesante dicha propuesta. En su “defecto” se muestra la búsqueda implícita de leer un libro: abrir el mundo.

  • Y ¿Cómo vives el hecho de que hayan silenciado (y fracturado) la circulación de Juan Luís Martínez, poeta apocalíptico?

A estas alturas, lo percibo sintomático. Es una manifestación más de la discusión de la política cultural en Chile: una desilusión sobre la reflexión poética en el ámbito público. Incluso, es interesante fijarse en las poéticas que han predominado en el espacio canónico en los últimos años: mucha escritura de “campo cultural” y sobre el mundo social de la literatura, a lo que se suma la unilateralidad de las traducciones de la poesía norteamericana. (No digo que no se traduzcan, sino su excesiva preeminencia). Pero no solo eso, también las prácticas de escuelas creativas, de profesionalización y premios como búsqueda de legitimación parcelada en años, como las vacunas. Este circuito neoliberal ha desmontado el lugar del poeta de antaño.
Decía al principio “a estas alturas”, porque el año pasado esta situación fue para mí desastrosa, y me hizo cuestionar varias ideas que uno tiene de la poesía. Pero con el estallido social, me dediqué en lo posible a escribir crónicas y a reunir testimonios en un blog -junto a otros escritores y escritoras, sobre todo jóvenes de Valdivia- respecto de lo que estaba pasando. Sigo apostando por la función de la escritura en un espacio social y cultural mucho más amplio que los nombres de autor o la lista de un canon. Ante lo ocurrido con el libro, no se menciona el contenido del ensayo y no se lee el pensamiento que he recorrido a propósito de las poéticas. Menos aún, en un hilado más fino, la apuesta por una escritura que intenta entrelazar un estilo literario con la política de las formas. 

  • Y la probable destrucción del libro, de los ejemplares…

Me cuesta pensarlo. Como un ejercicio, estuve imaginando pedir estar presente y grabar -no sé si lo soporte- en el momento en que piquen los ejemplares de esta hermosa edición, y reunir todos los picadillos -a los que sumaría mi ejemplar de La nueva novela anotada-. Después llevarlos a una galería de arte del sector oriente de la capital, a donde están yendo a parar las obras de los artistas canónicos contestatarios de la dictadura.

  • ¿Pensaste en algún momento del proceso de publicación (no de escritura) que se podría llegar a tal punto de una demanda?

Nunca pensé que podría llegarse a esto. Aunque es una demanda contra la editorial UV, afecta directamente los años de trabajo de este libro, basado en una reflexión de larga duración que dio pie a la tesis doctoral. Los integrantes de la comisión fueron: Carla Cordua, Eugenia Brito, Elvira Hernández, Virgilio Rodríguez, Ana María Risco y, por supuesto, Pablo Oyarzún, que fue el profesor guía. Más allá de las supuestas equivocaciones de comunicación entre la editorial, el representante Pedro Montes y la Fundación (digo “supuestas” porque no estuve presente); me impresiona que se esgrima como argumento el sufrimiento de un poeta como modo de justificar la destrucción de un libro, más encima en esta época de pandemia. Ningún poeta amigo o amiga que conozco vive en un castillo, y yo mismo provengo de clase baja. Lo digo sin sentirme menoscabado, al contrario. Salvo excepciones, que en general no son las más interesantes, gran parte de los y las artistas tienen que rebuscárselas para escribir o armar su trabajo de obra. Y, justamente, eso es lo interesante en la poesía: la amplitud que tiene en cuanto formas de vida; el pensamiento y sensibilidad que abre en su hacer. Afortunadamente, todavía cualquiera puede tener un lápiz o rayar un muro, ya sea en la cárcel o la calle; y, sobre todo, cualquier persona puede leer. Un acontecimiento que, en mi caso (que venía de un ambiente con escasos libros), me acompañó y transformó. ¿Cuál es la función de la poesía en Chile?  Esta es la pregunta clave en todo esto, y si uno examina la discusión, observa desde qué lugar hablan las personas que intervienen.

  • ¿Tienen tus proyectos literarios una suerte de hermandad con lo inacabado?

Hay varias formas de responder a esta pregunta. Hay una suerte de experiencia de lo inacabado en la escritura misma; sigo corrigiendo los textos después de ya publicados; me interesa repensar lo escrito como una forma de comprensión vital y social. Con el añadido de que he publicado plaquettes que ofrecen las primeras tentativas de los libros; es decir, que ya por sí mismas albergan la expectativa de lo inconcluso. De ahí que no haya un fin o cierre cabal del espacio de la creación; en todo caso, no separo la escritura de la lectura, entendiendo ésta no solo afincada en los libros: también al mirar proyectos y obras de artes visuales (llevo varios años haciendo clases en escuelas de arte); o al tratar de comprender nuestra historia y la autobiografía. En todo esto resulta clave el lugar de la mirada, que no es ceguera ni lucidez sino parpadeo. Es decir, nunca acaba mientras estemos vivos. Por otro lado, mis publicaciones han tenido una suerte de retraso, algunos poemas fueron mal editados o, sencillamente, el último libro lo sacaron de librerías. No creo que se trate solo de mala suerte, sino de las maneras como está funcionando en general el mundo cultural.

  • En tu siguiente sala de embarque ¿Le darías al REC o al MUTE?

No sé, ¿mutismo o verborrea? Creo que en esta época se vuelve a las fisuras.
 

COLECCIÓN

  • Te parece más Chile ¿como un libro de bolsillo, un poema visual o un artefacto? ¿Por qué?

Creo que Chile actualmente es una mezcla entre un artefacto neoliberal y un libro de formato pequeño que ciertos grupos intentan meterse en el bolsillo. La enseñanza de la familia militar está unida a los dividendos económicos y simbólicos. La poesía no se aleja de esto. (No creo que exagere, pero me da la impresión que, si se pregunta a los artistas, la mayoría siente una especie de daño). En gran parte, el medio cultural chileno es neoliberal, clasista y banal, pero como en toda situación antagónica, también existen propuestas que resisten a este ambiente a través de la intensidad de la reflexión, el trabajo colectivo y el reconocimiento mutuo. Aunque no podemos obviar lo que estamos viviendo: a este panorama se suma la actual pandemia, que deja en crisis los modos habituales de contacto humano. Estamos ante un acontecimiento inusitado que aceleró el tiempo de los aparatos, dejando poco espacio para la demora y la reacción. Veremos qué resultará socialmente: cómo repensar el espacio público y privado. Pese a todo, hay escrituras que están empezando a emerger a partir de sus lugares y testimonios. Por ejemplo, desde Putaendo el mejor texto que he leído hasta el momento en Chile sobre la pandemia, es la crónica de Marco López Aballay llamada “Hospital”.

  • ¿Qué hay en medio del estado de opresión y el humor en las y los poetas de Chile?

Hay diferentes modos de comprender el humor. Freud veía lo cómico como una manera de liberar energía psíquica en situaciones opresivas. Es como el silencio: en ciertas ocasiones dice más y es más desafiante. Pero también el humor puede ser un modo de humillación o bien parálisis del sentido común. Creo que la poesía chilena tiene estas diversas tonalidades.

  • ¿Las revistas literarias resisten o están siempre de moda?

Las revistas han funcionado como un modo de articular a escritores y artistas. En Valparaíso intentamos hacer varias veces una revista. No resultó por diferentes razones, pero el hecho de juntarse ya era importante para unir la conversación en un programa común. Con poetas de Valdivia intentamos hacer lo mismo. Pero el último tiempo ha primado obviamente la urgencia y los imprevistos. 

  • A veces, se le pierde el sentido al poema o a la poético del acto, o ambas, o ninguna ¿Por qué?

La experiencia del poema conforma, creo, una singularidad. Y, en este sentido, contiene una dualidad en sí misma. La pérdida de sentido subyace a la escritura; la precariedad también permite abrir la creación. Con el tiempo, la potencia frágil del poema me ha permitido explorar otros modos de expresión: la crónica, las narraciones, anotaciones filosóficas o el dibujo. Me gustaría articular todo en un mismo libro, aunque es difícil. Creo que eso sería un poema.

  • ¿Cómo la autonomía personal afecta al orden de lo comunal o al anarquismo social? ¿Es este tipo de anarquismo personal new age un elemento poco solidario para los tiempos que vive Chile? Qué piensas…

El anarquismo tiene su noble historia, sobre todo en Valparaíso, pero está afectado también por rendimientos capitalistas neoliberales. Nuestra generación es interesante porque vio nacer internet, pasó de un registro análogo a uno digital. Y esto ha repercutido en las relaciones humanas y los modos de entender el lugar del pensamiento. Hay un anarquismo de internet, por ejemplo; frases revestidas de “posicionamientos”, “agenciamientos” y “amistades políticas” de Instagram, pero que a veces corresponden a estructuras sociales de ganancia individual. Hay que recordar que el neoliberalismo conforma un régimen de vida. Así lo vio Foucault acertadamente, aunque su posición al respecto es extraña. El surgimiento de los nuevos medios ha creado otros modos de vivencia, reutilizable a partir del ego explotado (como observa Carlos Ossa) en diferentes sentidos: explotar el ego en la pantalla como una mercancía, así como la explotación de los trabajadores que crean los marcos de esa pantalla. Hoy se habla de crear redes en lugar de amistades. El orden comunal tiene que repensarse en estas condiciones. Quizás ya lo estamos viviendo a partir de las fisuras sociales expuestas desde octubre, y veremos lo que ocurre en las actuales circunstancias. El “aislamiento social” es un duro golpe a la solidaridad de la multitud. Es difícil comprender las legibilidades de lo común a través de zoom, por ejemplo; todo es muy reciente. Creo que es importante que vayan apareciendo testimonios que posibiliten poco a poco darle un horizonte a lo que está ocurriendo. Ojalá lo que digo no suene a discurso, sino a un recorrido por las preguntas que estamos viviendo.

  • ¿Cómo vives la docencia en provincia?

Nunca salí de provincia. Hice clases muchos años en Santiago, pero volvía a Valparaíso. En todo caso, segmentado y dividido territorialmente en clases sociales, existen varios Santiago, y funciona finalmente como una pasarela estrecha. Frente a lo que me preguntas, me he acostumbrado a Valdivia y a su clima, porque además es una ciudad con una raigambre cultural importante y para qué decir la naturaleza. Acá todavía llueve. Tengo la fortuna, además, de estar en un buen lugar de trabajo.
De todos modos, en una mirada más amplia, el sur está afectado por las mismas usurpaciones medioambientales, económicas y sociales que sufre el resto del país. La “magia del sur” está hecha de salmones que contaminan los mares, forestales que uniformizan los bosques y humedales “reconvertidos” en terrenos para la construcción. (Esto me hace acordar de los últimos libros de Rosabetty Muñoz y Oscar Petrel). A nivel global, la docencia a su vez se está transformando radicalmente; más ahora con la pandemia que hace del estado de excepción una forma de vida. No soy un optimista ingenuo -y tampoco conservador- con la reducción de la vida a las redes sociales y el traslado del lugar de la clase. ¿Dónde quedan los cuerpos, los gestos, los efectos de la disposición espacial? ¿Dónde queda el derecho de imagen? ¿Cómo protegerse de su mal uso? ¿Cómo tener derecho a la intimidad, tanto de profesores como estudiantes? Todas estas preguntas no tienen aún espacio ante la premura de la urgencia, y quizás ya resulten obsoletas. No hay posibilidad de mediación. Es una catástrofe que sobrepasa instituciones y personas.
Por lo demás, en un ámbito más amplio que la docencia, en este Chile sin derechos sociales garantizados, siempre se pueden mantener o crear nuevas formas de inestabilidad laboral. Con el teletrabajo, pienso en compañeras y compañeros que pasan años sin contrato (en mi caso fueron 11) y que ahora se pueden volver prescindibles. Tengo especialmente en la memoria a una colega que a los 3 días de nacer su hijo tuvo que volver a hacer clases. Los eufemismos enfatizan los propósitos torcidos del lenguaje. Hace diez años atrás, asistí a unas reuniones donde una “especialista” hablaba de “adelgazar” los programas de estudio, en un lenguaje fitness, que traía como consecuencia echar profesores. Al parecer, el lenguaje del poder tiene su lógica: tratar a los oyentes como si fuéramos sordos (con el perdón de las personas impedidas de poder escuchar, por supuesto). Cuando pongo atención a algunos ministros, me acuerdo de frases y explicaciones dichas por otros personajes del pasado, incluso el traspaso generacional de cierto humor de la crueldad. Hay que estar atento a las medidas de “flexibilidad laboral” que se instauren durante y después de la pandemia. Muchas de ellas pueden quedar como definitivas y traer consecuencias sociales de mayor pauperización. Las novelas de Droguett conforman un buen antecedente histórico.

  • 2020…

Poblando la espera.

  • ¿Palabras al cierre?

Me gustaría compartir un poema que, creo, resume todo lo que hemos estado hablando. Salió publicado en Argentina, en la segunda edición de Sala de Espera y, en Chile, por la revista http://www.lacallepassy061.cl

 

PESCA DE ARRASTRE     (Sala de Espera, 2019, segunda edición Funesiana)


Por debajo de los palafitos
Las tuberías plásticas del desagüe,
Los palos de un bosque extinto
Y otros productos de los pinos
más delgados y blancos

Arriba, la boutique de la miseria
repite el espectáculo medioambiental,
música de jazz,
lagos,
aves
y palabras en inglés;
turistas con cañas de pescar y
anzuelos como una ofrenda al paisaje.

En las ventanas de la habitación
asoman otras aves,
rapiñas con alitas semejantes a las garras
que desean matar al padre,
perros guardianes de la noche,
del sentido y la violencia,
réplicas al interior de la casa
donde todo es escombro
represión
mordazas.

Al fondo del pasillo aparece una familia.
Heredera y dueña del hogar,
roban los muebles
las banderas, los libros
y otras usurpaciones menores
que rechinan en el piso.

Esto era tu libro:
el vaso de vino a medio tomar,
ceniceros repletos de colillas,
manchas oscuras en el paño de la cocina
Una resaca enorme que amanecía contigo 
como ese silencio lleno de voces
y niños extraviados en la casa vecina.

Esto era:
bosque astillado,
fotografías desteñidas,
palafitos nimbados de telares, sin tierra, ni mar
objetos vendidos a los cuidadores
. . . . . . . . . . . . . . .. . . usureros
. . . . . . . . . . . . .. . . . . de la poesía chilena.

 

 

El ovni y la bandurria, de Jorge Polanco

 



ovni

 




bandurria


Nota: Esta entrevista nació de una serie de conversaciones previas al contexto actual. Fue escrita y editada vía correo electrónico y llamadas telefónicas entre las ciudades de Valdivia y Mataró (Barcelona), siendo publicada el día 03 de mayo de 2020 en el portal web de el Periódico El Ciudadano.

links relacionados:
Escribir en el tiempo. «Cortes de escena» de Jorge Polanco. Isofónica Chile, 2019 Autor: Felipe Moncada Mijic

El asunto Martínez. La desaparición del libro “Juan Luis Martínez, poeta apocalíptico”, de Jorge Polanco Salinas. Autor: Rodrigo Arroyo



 

 

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Jorge Polanco Salinas: Poblando la espera.
Por Pía Sommer