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RECORTES DE LECTURA
Cortes de Escena, Jorge Polanco, 2019
Por Guillermo Riedemann
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Primero, establecer una relación con el texto; un vínculo a partir de las palabras, de aquellos átomos enganchados de Coleridge. A continuación presumir que las palabras expuestas que se articulan o desarticulan en el texto impreso sobre la página del libro, se dejan leer y comprender. Presumir que al leer comprendemos algo que no sea un recorte de lectura personal, un acto que consiste en poner en palabras lo que el cuerpo del texto ilumina o muestra o hace ver de nosotros mismos, no del texto ni del autor del texto, ni menos de la semántica, ni menos de ciertos afanes de positivismo o certidumbre o saber de los que dicen que saben.
Cuánto del texto y cuánto del autor se pone allí en juego.
Pensaba tras una de las varias lecturas de este libro de Jorge Polanco que, tal vez, el modo adecuado o la manera pertinente o el recurso que corresponde para hablar de una imagen sea otra imagen, para comentar una fotografía sea otra fotografía. Una fotografía que para responder, si es que lo consiguiera, se componga de fragmentos, rincones, átomos, recortes de la fotografía que miramos.
Entonces pensaba en los niños que hojean revistas, que miran las fotografías -escenas extrañas, personas desconocidas, lugares nunca vistos- y seguramente imaginan estar allí, dentro de aquella escena o de esa fotografía, de esa imagen que tampoco saben cómo ha llegado hasta allí, a ese trozo de papel, a esa revista que no se revela sino apenas en unas pocas palabras y en las extrañas imágenes. Entonces, los niños toman unas tijeras (le piden a la madre que les preste las que ella usa para cortar géneros y telas) y dibujan con toda la precisión de la que son capaces los límites de lo recortado, aquello que queda dentro, ese fragmento de la escena que ha capturado la atención, y luego se pone lo recortado en un lugar seguro que conserve y no borre, que preserve y no dañe; un lugar elegido que bien puede ser el que se abre entre las páginas de un libro.
Y después de una nueva lectura me quedé en estas imágenes.
La primavera es una mano en la ventana / un cristal roto en una habitación vacía / ese silbido que se prolonga solo en mi sonido interior / confundiendo nuestros nombres con una piedra.
La oscuridad de la pieza aumenta con los años / La filosofía no es sino eso –me dice-, otra forma de tener miedo / uno junto al otro, con la respiración incendiada / los amenazamos con golpearlos si nos delataban / eran muchos perros rabiosos / pero el fuego se escarcha.
De la poesía no se habla sin decir al mismo tiempo una trivialidad / La quietud de las estrellas parecía una música seca / La acumulación originaria se basa en la gravedad.
Saborear el veneno de los humanos / reconocerse en la muerte / eso, quizás, justifique en parte esta escritura.
Despertar en las mañanas partiendo los sueños en dos / despedazando el escaso orden de la casa / miramos los orificios del lenguaje / múltiples figuras del amor representado por la misma mujer / Al menos déjenme la escritura y la tarde de fondo / hospedaje para ladrones tristes y renegados.
Recortes de lectura. Porque los Cortes de Escena son fragmentos y la escena es una, y los átomos enganchados dialogan, conversan, cruzan y brincan entre uno y otro expandiendo y recortando.
Montaje o desmontaje o rearticulación de imágenes parciales de una escena originaria. La del autor y que el autor indaga y expone al lector. Recortes encontrados entre las páginas de un libro para guardar entre las páginas de un nuevo libro. Este gesto no invade ni trasgrede, este acto responde del único modo posible, del único modo válido. Recortes de lectura para decir algo, acaso, de estos cortes de escena.
Y entonces pienso que la poesía chilena de las últimas décadas, la literatura chilena debiera decir, ha elegido instalarse en una escena que le es dada, que le fue dada y se reproduce en cada gesto de esa instalación; ha optado acomodarse y adaptarse a esa y en esa escena, más impuesta que dada; ha resuelto aceptar la comodidad y recibir lo que parece a veces recompensa, cada vez a mayor distancia de lo que dicen que es la poesía: un modo de ver, de anticipar, de revisar y cuestionar y exponer la intemperie, de revelar lo velado, de iluminar la penumbrosa realidad que no es sino, precisamente, aquella escena.
Y entonces, esta obra de Jorge Polanco, estos Cortes de Escena, eligen la incomodidad y la desadaptación; perforan y alteran, abren agujeros por los que se cuela cierta luminosidad que subvierte y hace ver la condición del sujeto, del hombrecito y de Andrea, o como se llame. La condición humana al borde del acantilado.
Esta obra que recorta y prefigura imágenes parciales de algo nuevo que significa también que no todo ha sido perdido, que no todo ha sido impuesto, que la poesía es también resistencia y fuego. Átomos enganchados.
Santiago, julio 2019