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LA PALABRAS MÁS SITUADA

Reflexión a partir de libro Tensiones del pensar. Materiales para un diálogo entre la filosofía y la poesía en Chile.
Jorge Polanco y Martín Ríos editores.
Cenaltes, Viña del Mar, 2016.


Por Natalí Aranda

Libro en disponible por descarga gratuita: http://www.cenaltesediciones.cl/index.php/ediciones/catalog/book/20



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“Todo pensamiento empieza por un poema”
Alain


El poema como aquello que tensiona al pensamiento para fracturar los límites del logos y traspasar fronteras. Acercarse a la poesía, desde un hacer filosófico, sin una búsqueda taxonómica, es unir bordes o des-bordes, porque tal vez lo semejante de ambas disciplinas del pensar es esa tendencia a querer traspasar cauces. Necesitan de esa tensión, de una palabra que quiera acercarse más a su ausencia, para generar cuerpos de pensamiento e imagen que no sean un continuo pie de página de lo ya dicho. Jorge Polanco expresa en el prólogo que “el poema suscita un desenfoque que permite modular una respiración.” En el poema el pensamiento se muestra, no se explica. El poema viene a ser el descanso del lenguaje, pero a partir de su máxima tensión y expresión. Una tensión también de aquello que se nombra, porque todo decir es ya un estar situado, como comenta Polanco a partir de Lihn. Los siete ensayos aquí publicados, son formas de situarse a través del poema. Búsquedas en relación al cómo se nombra, cómo el poeta chileno nombra su habitar histórico, político y filosófico. Y no solo del cómo, también del porqué de ese nombrar, porque la filosofía no se detiene solo en el hacer, sino en su razón.

¿Por qué el poema para pensar filosóficamente? ¿Será que el poema entrega su porqué con mayor nitidez? ¿De qué clase de porqué estoy hablando? Un porqué no reducido a una unidad, siendo la diferencia lo que marca la existencia de la escritura poética, a partir de disímiles modos de morar o de-morarse en la palabra. No se escribe desde un trascendental que opere a la base de lo real y que vele por el “orden jerárquico del ser”, como dice Sergio Parra. Asunto que la filosofía tradicional, clásica y moderna, al apelar a algo fuera del lenguaje, ha dada por hecho. ¿Qué importa un pensar situado dentro de estas condiciones? Todo estaría dicho, nuestro decir tendría un carácter repetitivo, reproductivo y no creativo. El lenguaje tendría solo una función representativa y no creadora. Sería andar sobre seguro, como un turista que viaja por la palabra ya dicha, extrapolando la imagen construida por Martín Ríos en su ensayo. La filosofía al abrirse al poema, deja de andar sobre seguro, comienza a perderse, el azar entra en la dinámica del pensamiento. Comienza el Vértigo; la filosofía cuando se acerca a otras formas de expresión se fisura y se entrega a la deriva. ¿Por qué ese terror a andar sin un camino prefijado? Temor a un pensar que no esté al abrigo de los conceptos, sino de la imagen, siendo la imagen lo más cercano a los cuerpos, al temblor de los cuerpos. Por esto pienso que la palabra poética es, siguiendo a Lihn, la palabra más situada de todas. Nicole Henríquez nos dice, a partir de su análisis de uno de los poemas de La Bandera de Chile de Elvira Hernández que “El silencio se despliega en la bandera.” Nicole logra una palabra-imagen que le da continuidad al poema, no lo explica, como si aquella frase fuese un verso de Elvira. ¿Será tarea del filósofo, que piensa en la palabra poética, el tratar de buscar una naturaleza similar en su modo de decir? Hay que diferenciar por una parte el hablar sobre poesía y, por otro lado, el hacer que la filosofía utilice un lenguaje más parecido a lo poético. Dos formas distintas de hacer que las fronteras pierdan su nitidez. La primera condición mantiene la idea del poema como un lenguaje otro, que es analizado desde un lenguaje filosófico. Se queda dentro de las condiciones de una racionalidad que busca el conocimiento en el determinar, en la distinción clara y distinta. Lo segundo vendría a ser mucho más complejo. ¿Cómo pensar filosóficamente con un lenguaje semejante al del poema? Debo admitir, pero a modo personal, que la mejor filosofía la he leído en verso, y de esto encontramos antecedentes en la primera filosofía nacida en poesía, no existiendo una separación, ya que el pensar era poético. Octavio Paz, citado por Manuel Ahumada en su texto, nos dice que “lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida.” La filosofía en su origen compartió esta característica de ser poesía erguida. No es una novedad que la filosofía vuelva al poema para pensar. La filosofía es, en este sentido, también una disposición poética. Disposición propia de un sujeto que ve el pensar como una experiencia vital, un fenómeno corporal, más que una separación y distancia entre un objeto de estudio y una conciencia explicativa, anhelo propio de una filosofía que desea ser semejante al lenguaje matemático y científico. Pero ¿Será la filosofía un género literario, como lo creen algunos filósofos, más que una disciplina que se centre en la explicación de una supuesta realidad? El filósofo que vuelve al poema, vuelve a un lenguaje como experiencia creadora y deja de instrumentalizarlo.

La poesía como un hablar inagotable, que desborda los límites de una pensar condicionado a los principios lógicos corrientes. Paul Celan lo dice “Habla/ Pero no separes el no del sí/ Da a tu sentencia también este sentido/ dale la sombra.” Cuando nos alejamos de la tiranía de lo verdadero y falso el mundo aparece. Aparece su sombra, aquello que Platón quiso ocultar, pero que los poetas aceptaron al estar enamorados de lo que aparece, de lo cambiante, del devenir que Heráclito postuló como característica de “lo real”. La filosofía y su sombra; lo poético. Celsio Arceu al decir en su texto sobre Gonzalo Millán que “Los escritos de Millán, buscan mostrarnos el mundo tal cual nos aparece…” Reafirma hasta cierto punto la idea que vengo exponiendo. Un mundo tal cual “nos” aparece queda manifestado o creado en el poema. Fundado, siguiendo la línea de Heidegger. Es una objetividad que no deja fuera al sujeto, ya que un mundo es un sujeto que lo experimenta. La poesía situada o el pensar situado es aquello que revela el estado de un sujeto-mundo, es palabra abierta. ¿Y qué nos encontramos en esa apertura? Con nosotros mismos, experimentándonos, problematizándonos. Proyectos como este libro, siguiendo las palabras de Cecilia Cortés “mutiacentúan la realidad, es decir, le introducen una carga conflictiva, dotando de diversos significados el mundo que cohabitan con otros.” La filosofía necesita de otras formas de nombrar al mundo para problematizar el habitar humano. Un poema de Ximena Rivera se refiere a esta complejidad tan necesaria en nuestros intentos de comprensión. Para él un sonido/ para él un signo hecho de humo/ y para ti un color. / Construye con él una trama si puedes. / Dale tu sangre/ inclúyelo en tu futuro/ imprímele un sentimiento/ dale un alfabeto/ y luego di:/mundo. Si la realidad huye de la definición, es necesario otras formas de pensarla, no netamente conceptuales, ni explicativas, ya que la explicación y la conceptualización no necesariamente nos llevan a la comprensión, tal vez solo de una parte, pero en la búsqueda de un comprender total es necesario un pensar otro, por medio de una palabra cercana al temblor, convertida en una llama que nos hace entender que la luz no es un absoluto, ya que, como dice Paul Celan, dice la verdad quien dice sombra.


 

 

 

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