ENTRE PARPADEOS LACRIMÓGENA. Jorge Polanco Salinas. Ediciones Inubicalistas, Valparaíso, 2021
SALA DE ESPERA. Jorge Polanco Salinas. Funesiana, Buenos Aires, 2019
Por Pedro Gandolfo Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 12 de junio de 2022
Jorge Polanco viene desplegando una poesía que ha logrado despuntar progresivamente en el océano de publicaciones que año a año repletan el panorama literario de Chile.
Este despuntar puede obedecer a una suma de razones. Es, desde luego, un poeta que tiene lazos más o menos nítidos con distintas figuras de la poesía chilena —lo que genera cierta proximidad—, pero en el que, simultáneamente, convergen otras figuras poéticas y no poéticas de variada índole. Esta hibridez, que lo convierte en una voz difícil de clasificar, aparece expresada, formalmente, en los distintos recursos escogidos para cada libro publicado desde Cortes de escena hasta los que aquí se comentan.
Polanco no se queda quieto en un patrón formal, sino que parece estar buscando un modelo o, mejor, no tiene problema con ese traslado y simplemente prefiere una variedad formal que se adecue a cada obra. Esta inquietud está, con todo, a tono con los
contenidos, con lo dicho mismo en el poema. Su poesía es procelosa, agitada, encrespada, llena de fisuras, desplazamientos y cortes. No es ni idílica, ni convencionalmente lírica, ni tampoco se da una continuidad del discurso en una superficie aposada y serena; el tono de su verso es potente pero trémulo y, por lo mismo, cuando esporádicamente aparece un poema con una curvatura lisa y cerrada, al menos en lo literal, es solo para subrayar el lado de prevalencia denso y enmarañado de su poetizar.
Tras su poesía —como es de suponer por su formación filosófica— se advierte operante una visión del mundo y del hombre contemporáneos en que el absurdo, la cancelación de los mitos de unificación y sentido han dejado una estela de fragmentos, de imágenes mutiladas, que el poeta, en un ritual impreciso, incierto y obsesivo, ensaya reunir. Polanco es, así, heredero de las grandes vanguardias poéticas del siglo XX —Eliot, Pound, Mallarmé—
y, por lo mismo, en sus poemas no se procura, de ningún modo, restablecer un orden fenecido, sino navegar dificultosamente en ese mar de trozos de un espejo hecho trizas hace ya mucho tiempo. Su poética es una poética de lo fragmentario, de la confusión babélica, de la descomposición de los lugares fijos en medio de lo cual aparece, sin embargo, el imperativo de "llamar a las cosas por su nombre".
En este plano, en una poesía ya tensionada, los versos de este autor se deslizan entre el extremo de una fragmentación de las imágenes —la cual hace difícil enhebrar los sentidos— y, por otra parte, por una vocación de honestidad, de clamar ciertas verdades que acorralan perennemente, como si la caída de los mitos que ayudaban a encontrar una solución, aunque ilusoria, frente a los grandes problemas dejaran en una orfandad al poeta y su decir, una orfandad ante la cual, con todo, no puede permanecer en la mudez.
La poesía de Polanco huye de la falsificación, el sentimentalismo o el lugar común a través de la construcción de un discurso cuyo elemento base son imágenes duras, densas, ásperas, arduamente reconocibles, pero que, sin embargo, en su discurrir vacilante siguen un hilo, lo insinúan, parecen perderlo y después lo recuperan.
La riqueza de las imágenes es lo primero que aparece como sobresaliente en estos poemas, una inventiva que supera el desgaste y la reiteración variada de motivos añejos. Es muy valioso, en una poesía que perece abrumar con una cascada de imágenes frescas y desbordantes, descubrir un hilo que, una vez que el lector aferra, permite entrar en el pensar y la sensibilidad siempre veraz de sus poemas, percibiendo limites que tras ese fluir poderoso lo contienen y conducen.
Las temáticas de Polanco giran en torno al dolor, la muerte, el desencuentro amoroso, la memoria, el desorden, las heridas de la polis. En ello, el autor revisita los únicos grandes lugares que son dignos de
visitar, pero logrando darle a esa antigua traslación nuevas vueltas de tuerca, facetas que clavan desde distintos ángulos.
La idea de un parpadeo, una apertura fugaz, que deja entrever por un instante para luego volver a cerrarse es un componente estructural de estos poemas. El parpadeo no es algo que se cierra temporalmente en medio de la luminosidad, sino, al revés, una luz que se cuela parcialmente en medio de la oscuridad. El "entre" de ese parpadeo, en el que se ubica precariamente el mirar del poeta, puede ser la espera en una sala de hospital mientras un ser querido un poco más allá agoniza, los intervalos de una noche de insomnio, la duermevela tras una borrachera, la suspensión que genera la audición de cierta música, el silencio en medio de un diálogo cotidiano.
Esos momentos crepusculares son los momentos en que fugazmente, en los bordes, el poeta se pone de pie e intenta mostrar con honestidad la complejidad de lo observable.
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LACRIMÓGENA.
Jorge Polanco Salinas. Ediciones Inubicalistas, Valparaíso, 2021
SALA DE ESPERA. Jorge Polanco Salinas. Funesiana, Buenos Aires, 2019
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 12 de junio de 2022