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Plano fijo

Jorge Polanco Salinas
«Sala de Espera», Alquimia, 2011




.. .. .. .. ..

La luz permanece encendida toda la noche,
no sabes si visitar a tus amigos
o esperar que el cansancio interrumpa
de pronto el insomnio
¿Llamar a alguien y desear que te escuche
hablar siempre de lo mismo,
quejarte del dinero y la vida que llevas
en las mañanas o cuando vuelves a casa
sin saber qué otra cosa mirar?
La pantalla murmura detrás como una voz humana
y tranquiliza con la suavidad de las pastillas.
Llamemos a las cosas por sus nombres,
esta manera de hablar
acrecienta la confusión,

suena el teléfono y la llamada
contiene un aire angustioso,
los soplidos saturan el auricular,
te resistes a comprender
la manera en que defiendes la vida,
consuelas a alguien
sabiendo que no tienes seguridad en lo que dices.
¿Cómo llamar a las cosas por sus nombres
si es necesario seguir viviendo
a pesar del amor a los muertos?
Un cáncer aparece y arrebata,
tu tío está detrás del teléfono,
eludes hablarle de lo importante,
quisieras decirle que hay un más allá,
que es un ejemplo para sus hijos,
que te sirvió mucho su máquina de escribir,
que es una buena persona,
pero debió cuidarse de la explotación.
¿Cómo llamar a las cosas por sus nombres
y morir sin esperanza, cuando el mismo
Nietzsche se volvió loco
lanzándose contra las paredes,
rebotando en ellas como una pelota de goma?
¿Cómo pedirle que no se aferre a la vida,
que es mejor morir
despidiéndose de las personas que ama,
sin saber qué ocurrirá con ellos
en este país en que la enfermedad
es una industria de la economía?
Es mejor cortar y caer tendido en la cama,
hacer como el noticiario después de una violación:
pasemos a otro tema.

Es cierto, la vida se renueva,
reproduce el olvido con cerrar los ojos
y cambiar de aliento,
otro mundo nace cada día
borrando el anterior,
el ejemplo es tu generación
que vivió amordazada por los noticiarios,
esas imágenes a las que se acostumbraba el ojo:
cuerpos cayendo de un edificio en Nueva York,
o un hombre en llamas frente a La Moneda
cerca del monumento Salvador Allende,
ese 30 de noviembre de 2001,
el mismo edificio y sus alamedas,
Eduardo Miño,
¿la historia se repite o desborda?
los noticiarios borran la mirada . . . . . . . . . . .Mi alma que desborda humanidad
porque los ojos olvidan cómo mirar. . . . . . . .no soporta tanta injusticia

No viviste el 73, pero sí el temor
de la radio que comunicaba una voz adusta,
el lenguaje oculto que anunciaba
una noche interminable,
ese metal tranquilo de la voz
alterando el orden de la casa.
La radio respiraba alrededor
con el callado temor de los gestos.
Así te acostumbraste
a no patear bolsas de basura,
no recoger paquetes en la calle,
o ayudar a alguien con una encomienda.
Los sábados veías a los humoristas,
siete horas hipnotizado por las risas,
pero intuías que algo silencioso
horadaba en secreto aquellas voces.
No sabes de qué, pero la televisión
sigue apareciéndote como una salida:
la conciencia capturada por un incendio
o una voz rastrera que llama en la trastienda
a esa parte muda de la infancia.

El mundo es enorme, un lugar donde nunca podré ubicarme,
madre. Me llevas con la mano al costado, me muestras
el mar. Es demasiado vasto: el vértigo, el extravío,
las olas, la sensación de llegar a ser arrastrado.
Arranco a la habitación, el sudor corre por la frente,
alguien abre la puerta, madre. Una silueta me habla,
yo miro hacia otro lado, vuelvo la vista a las pinturas,
me asusta aquel que toma mi mano.


Tu vecino golpea la pared,
grita las palabras de siempre,
divagas entre una cosa y otra
mientras su mujer le contesta de nuevo
la misma escalada de grietas
que ya consideras ridiculeces,
quizás tengan razón quienes sostienen
que todo es perverso,
los diarios y la televisión
sólo muestran muerte y lágrimas,
y los que permanecemos
observando no tenemos
más lágrimas para llorar
porque hemos vaciado
nuestras miradas de la vista.
¿Una fábrica de sueños?
La mala conciencia de una época
donde la vida se renueva,
cierra los ojos y borra el parpadeo anterior
aunque la noche impotente desborde lo real
y persista la sensación de una mudanza interna,
eliminando de las cosas
el rastro húmedo de la mano;
las voces militares acentúan
la secuencia reiterativa y lenta
de un plano fijo en un documental,
miles de banderas agitándose a su paso,
en un balcón alguien grita el amor es más fuerte,
aunque en el zumbido de los parlantes
se comprenda la vacilación de los gestos,
y un helicóptero girara alrededor
en el momento en que una mujer sube al proscenio,
entrega su testimonio alterada de realidad
mientras alguien le grita en la última fila,
y tú crees que los bomberos
son una fuerza armada que vienen a protegerla
. . . . . . . . . . . . . la canción nacional
. . . . . . . . . . . . . nunca tuvo para mí tanto
. . . . . . . . . . . . . y tan profundo significado, y por primera vez
. . . . . . . . . . . . . en la historia, la bandera de la Patria
. . . . . . . . . . . . . flameará izada en el mástil del esfuerzo
. . . . . . . . . . . . . de los trabajadores chilenos

Ironías del destino, en ese mismo lugar en que los maestros
enseñaban la relación entre ética y metafísica,
y avanzaban en sus obsesiones existenciales,
los alumnos eran llevados a sesiones de tortura.
Hoy esos profesores hablan de la importancia del rostro
y la democracia del espacio público,
cuando al final, si la historia se repitiera
de nuevo harían lo mismo,
pero con una delicada experticia francesa o alemana,
porque ya se acostumbraron a disimular
el pestañeo ciego de la realidad.

Con todo, otra noche comienza en un abrir y cerrar de ojos,
vas quedándote dormido
en el sopor de una experiencia mutilada
donde queda claro que las obsesiones
por dios y el uniforme van unidas.
Total en este ordenado país
los bomberos son de derecha,
los heideggereanos fascistas inteligentes
y los derridianos colaboracionistas,
los poetas enfermos mentales,
las madres víctimas posesivas
y Salvador Allende el chivo expiatorio.
Quizás todos estos pensamientos sólo sean escombros
que crecen amontonados
debido al insomnio que retumba sobre los oídos,
esa nitidez de los gallos anunciando
una muerte pronta, como si el día
conjugara con el trino y los ladridos,
la cabeza girara alrededor
mareada de flashes fotográficos,
embotada de pensamientos que se mueven
elípticos quemados por el sol;
o quizás estas divagaciones se deban
al pulso de los latidos que zumban con fuerza
en la frente, negativos de una memoria
que no sabes si te pertenece,
porque al golpear el despertador
te detienes frente a las colillas y los asientos
vacíos de la pieza, como si
al congelar la imagen murieras lentamente;
aprietas asustado el interruptor,
ingresas en el vagón oscuro donde una mujer
yace envuelta en un extenso alambre púa,
la arena se acumula en los pies
mientras te acercas a ella, la sacudes con fuerza
y al avanzar el gorjeo de los pájaros
la levanta en una nube, vuelve hacia ti
y empieza a estrellarse contra la muralla,
se balancea una y otra vez,
al mirarla con detención te fijas
en las líneas de su rostro, es una amiga de años
que parece desconocida, atemorizado
rompes la ventana del vagón con el muñón
de una botella, escapas a un cementerio vacío,
la visión continúa, y en el sudor de las manos
se comprende la vacilación de sus movimientos,
sacudes de nuevo el despertador
y entras poco a poco a la noche . . . . . . . . En el campo de concentración
confundido entre la vigilia y el sueño. . . . . .. . . . .. . el alambre púa crece como pasto tierno
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . las rejas del jardín amanecen floridas
. . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . .los niños corren alrededor de los árboles
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . juegan a darle de comer a un grillo dentro de una jaula
. . . . . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . comentan que su boca es un agujero
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . lo ponen a prueba, inundándolo de agua,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . y el insecto nada entremedio del pasto
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . tragando todo lo que viene a su paso
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . aburridos del somnífero espectáculo
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . los niños corren llamados por sus padres
. . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . .. . . . . . . . dejan olvidada la laguna, junto al grillo boca arriba,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . más tarde plantarán ahí una flor.

 

 

 

 



 

 

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Plano fijo.
Poema de Jorge Polanco Salinas.
De «Sala de Espera», Alquimia, 2011